Felipe González incomoda a sus discípulos

Felipe González. / Mundiario
Felipe González. / E. C.
Si en su opinión, el actual Gobierno presenta un nivel notable de discrepancias o de confusión, se le podrá rebatir con argumentos, si se tienen, mejor aún con hechos. Salvo que su memoria, 34 años después de abandonar la política activa, todavía proyecte un ejemplo inalcanzable.
Felipe González incomoda a sus discípulos

Produce congoja que haya sido el portavoz parlamentario de Ciudadanos el único político que ha firmado un artículo en defensa de la trayectoria de quien, además de fundar el socialismo moderno en España, dirigió con buen tino el Gobierno de España en la etapa del desarrollo constitucional, la entrada en las instituciones europeas, la modernización y generalización de los servicios públicos, las reformas económicas o la proyección de nuestro país en el mundo. Honra a Ciudadanos no solo defender a González sino, sobre todo, vindicar la modernización de España que bajo su mandato se llevó a cabo. Demuestra ese partido un conocimiento cabal de nuestra historia reciente que ha modelado la sociedad actual.

Apartado de la primera línea política, pero no fallecido, opina cuando le parece, como hacen todos los ex-presidentes que tienen algo que decir, llámense Obama, Sarkozy o Aznar. En lugar de considerar sus palabras desde el respeto, la indigencia intelectual de tantos políticos actuales las entiende como descalificaciones que pueden minar su endeble prestigio. Los responsables del partido que creó, modernizó y dirigió durante muchos años, no han sido capaces de opinar. Dirigentes socialistas del País Vasco se han pronunciado de modo bochornoso, asociándolo a políticos perseguidos por corrupción. Es lo que tiene entregarse a EH-Bildu, legitimando a quienes todavía no han abjurado del terrorismo ni de sus secuelas.

Para desacreditarlo se ha filtrado oportunamente un documento interno de la CIA, de hace cuarenta años, que nada nuevo dice pero que ha servido para que una pléyade grupos parlamentarios promuevan un poco de ruido en el Congreso. Al tiempo se airea su presencia y posible influencia en el primer periódico impreso del país, por otra parte el más abiertamente próximo al Gobierno de toda la prensa. Tampoco aquí hay información novedosa.

Solo la Vicepresidenta Primera y el Presidente de Castilla-La Mancha han tenido unas breves palabras de respeto. Ahora bien, quienes ya están en la Historia del país, no necesitan defensores ni detractores. Si algo necesitan es interlocutores de su nivel, capaces de desgranar argumentos y no adjetivos, de analizar políticas en lugar de emitir consignas o celebrar actos rituales de aplausos e imágenes. La penuria del debate político en España escala así una nueva cima. Con González se podrá coincidir o discrepar, pero no suele hablar frívolamente. Si en su opinión, el actual Gobierno presenta un nivel notable de discrepancias o de confusión, se le podrá rebatir con argumentos, si se tienen, mejor aún con hechos. Salvo que su memoria, 34 años después de abandonar la política activa, todavía proyecte un ejemplo inalcanzable.

Que el citado ex-Presidente tenga buenas, malas o nulas relaciones con sus sucesores, es irrelevante en el plano político. La legitimidad para hablar de la política actual, se la da su biografía y es indiscutible, como lo es que otros muchos políticos retirados puedan defender sus ideas o propuestas. Frente a las ideologías totalitarias, que buscan la adhesión irracional y cultivan el caudillismo, los partidos democráticos deben promover el debate y no cercenarlo, estimular la participación activa, no la sumisión. Formas básicas de socialización política que están siendo arrumbadas en todas las organizaciones, seducidas por el poder estentóreo, traducido en mitines interminables en la televisión estatal, producción incesante de mensajes  y ruido mediático ensordecedor. @mundiario

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