El de Feijóo, un discurso de investidura para un país irreal, sin problemas ni conflictos

Alberto Núñez Feijóo. / Mundiario
Alberto Núñez Feijóo, el día que ultimó su discurso de investidura. / Mundiario
Traslada a la oposición la responsabilidad de identificar los problemas y de formular alternativas. Datos no faltan: el desempleo resistente, la emigración de los mejor formados, el escaso gasto en I+D, el malestar de los sanitarios por condiciones de trabajo peores que hace una década, la débil política industrial, el desinterés por la vivienda, el abandono de la cultura, ...
El de Feijóo, un discurso de investidura para un país irreal, sin problemas ni conflictos

La sesión de investidura de Núñez Feijóo no ha deparado sorpresas en su primera sesión. Un largo discurso del candidato en el que, fiel a su estilo, ha rehuido grandes compromisos o proyectos ambiciosos. Sólo medidas puntuales, abundantes críticas al Gobierno central y la constatación en todos los sectores enumerados, de que Galicia marcha bien, los indicadores son buenos cuando no excelentes, los resultados de la gestión popular óptimos y los problemas inexistentes.

Se ha permitido ser inclusivo, invitar a la oposición, a la que apenas ha dedicado atención, a sumarse al optimismo general. Y de atender al tenor literal de sus palabras poco más podría hacer, pues si todo ofrece una imagen tan complaciente es difícil negar el apoyo.

Evidentemente se trata de un trampantojo, inteligentemente construido. El redactor del discurso ha elegido un único argumento, la pandemia, para hilar actuaciones diversas, críticas, omisiones y para desplegar una cortina de datos cuidadosamente seleccionados.

El discurso, pronunciado en una convención de partido, daría lugar a aplausos rituales y al estado de beatífica serenidad en el que ha devenido la actividad política de los partidos, vaciados de cualquier atisbo de debate desde hace muchos años. Como programa de gobierno para cuatro años, es francamente insuficiente.

El único escenario de futuro propuesto es la creación de una comisión parlamentaria a imitación de la celebrada en el Congreso, para emitir propuestas. La historia reciente de las Comisiones de ese tipo en el Parlamento gallego es preocupante, paralizadas o abortadas cuando al PP no le interesaban.

Lo que ha hecho Feijóo es trasladar a la oposición la responsabilidad de identificar los problemas del país y de formular alternativas. Datos no faltan: el desempleo resistente, la emigración de los mejor formados, el escaso gasto en I+D, el malestar de los profesionales sanitarios por condiciones de trabajo peores que hace una década, la débil política industrial, el desinterés por la política de vivienda, el abandono de la cultura, etc. Problemas ante los que la receta reiterada por el actual Presidente, moderación y sentidiño, es insuficiente.

Feijóo actúa así porque no necesita esforzarse y menos aún arriesgarse a formular compromisos. La mayoría es rotunda, la crisis económica y social imprevisible todavía, la financiación europea incierta. Sólo es evidente que el Gobierno central no figura entre sus  aliados. Feijóo, como el PP, sabe que por el momento la oposición no puede ganar las elecciones. Su principal enemigo es su propia gestión, el largo ciclo de gobierno que puede producir un efecto de cansancio en los nuevos electores y en el electorado urbano, siempre más exigente. No hay indicios de que eso ocurra a corto plazo, pero es su espada de Damocles.

Veremos cómo la fuerza del debate la trasladará a las réplicas tras los discursos de la oposición. Es un clásico del Presidente gallego, someter a examen las propuestas de sus rivales en lugar de defender las suyas. Al menos así se hablará de problemas reales. @mundiario

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