Europa: reconocerse y reivindicarse

Ramón Jáuregui, Presidente de la Fundación Euroamérica
Ramón Jáuregui, presidente de la Fundación Euroamérica.
La Fundación Euroamérica comparte este artículo de su presidente, Ramón Jáuregui, publicado en El Economista.
Europa: reconocerse y reivindicarse

Nos decía Margaritis Schinas, vicepresidente de la Comisión, en un webinar con la Fundación Euroamérica, del Plan Europeo de Recuperación económica post-virus, que tendría una dimensión de entre 1,5 y 2 billones de euros (finalmente son 750.000 millones). Que parte será subvencionada y parte préstamos y que, con él, el presupuesto de la Unión se acercará a los dos puntos del PIB europeo. La Comisión Europea ya lo presentó y ahora se negociará con los jefes de Gobierno. "Con todos", insistía Margaritis, a pesar de la petición de la canciller, mal entendida quizás, cuando le pidió a Von der Leyen que les llamara antes de aprobar el plan.

Si hay un consenso suficiente, Charles de Michel, el presidente del Consejo, lo presentará a aprobación en la sesión del Consejo Europeo de primeros de junio. La aprobación necesita la unanimidad de los 27. Si esa unanimidad se diera en este consejo, este bazuka financiero para la recuperación económica y social de Europa después del Covid-19, estaría disponible a principios de 2021.

Previamente, se habrían implementado, de hecho, ya se están aplicando, las medidas de liquidez bancaria y compra de deuda pública del Banco Central Europeo y los planes, ya aprobados, de cobertura a los Estados miembros: SURE, MEDE y BED, por valor de 540.000 millones de euros, en préstamos, eso sí, en buenas condiciones financieras y sin macrocondicionalidad. La flexibilización del Pacto de Estabilidad cierra el marco de respuesta Económica Europea a la crisis.

Es verdad que hay que esperar al próximo Consejo. Quizás fracase el Plan y los países de la Liga Hanseática veten la dimensión o la financiación o las combinaciones internas del plan. Pero la unanimidad, que equivale a un Derecho de veto nacional, es una peligrosa herramienta política para los Estados que la ejercen. Confiemos en que Alemania arrastrará a nórdicos y a Holanda hacia un acuerdo pragmático en torno a ese Plan. No será perfecto, pero será un formidable avance en la Unión. No habrá coronabonos ni se introducirá el principio de la mutualización de emisiones y deuda, pero daremos un paso extraordinario en la concepción unitaria y relativamente solidaria de nuestra política común en materia monetaria y fiscal. Mucho más que lo que fue el MEDE o la Unión Bancaria en las crisis de 2008-2014. Porque, una parte de ese fondo, será utilizado a la manera de los fondos de cohesión, es decir, como recursos que llegan a los Estados más necesitados, en proporción a la gravedad de la pandemia sufrida, con aportación complementaria de los Estados miembros y carácter de subvención finalista, destinados a planes de recuperación socioeconómica.

Naturalmente, "el diablo está en los detalles", y la proporción entre subvenciones y créditos es determinante para medir nuestra solidaridad interna. Pero es necesario apelar, una vez más, a la dificultad de armonizar soluciones entre intereses nacionales y opiniones públicas heterogéneas y antagónicas. Entender por ello, el pragmatismo necesario y valorar así, los acuerdos posibles es un ejercicio político que olvidamos con frecuencia.

Esta es la primera nota de un análisis político, mil veces producido, sobre la naturaleza de nuestros avances y conquistas en la construcción de la Unión. "De cada crisis saldremos avanzando", decía Monnet. Y así ha sido. Y así es. Si el Consejo Europeo aprueba antes del verano este Plan, la Unión Europea habrá dado un paso extraordinario en las coordenadas políticas de una Unión, desgraciadamente, pero, a la vez inevitablemente, Intergubernamental. No seremos una Unión Federal, porque no podemos serlo, con arreglo a los tratados y con base en la realidad supranacional de Europa, pero habremos construido un nuevo pilar para sostener la Unión Monetaria y la convergencia macroeconómica. Ya salimos avanzando, de la crisis del euro de 2010, de la crisis bancaria de 2012, de la del desempleo de 2008 a 2014 y dejamos en evidencia tanto presagio y tantas censuras a la unión monetaria. Si el plan se aprueba, Europa habrá dado al mundo otra lección de respuesta unitaria a una crisis tan imprevista como catastrófica.

Comparada con la respuesta europea a la crisis de 2008 -2014, esta vez, Europa está articulando un paquete económico-financiero con tres características que nos faltaron entonces: contundencia, en la dimensión de las ayudas, rapidez en su instrumentación y un marcado carácter anticíclico. Recordemos lo que fue la austeridad financiera impuesta a los países rescatados y la rigidez interpretativa del Pacto de Estabilidad, la penosa tardanza en la adopción de medidas y en la consecución de acuerdos previos y la limitada batería de préstamos (hasta que llegó Draghi), sometidos a fuertes condiciones macroeconómicas.

A veces olvidamos los costes o los peligros de la "No Europa". Imaginen que tuviéramos que afrontar los efectos macroeconómicos y sociales de esta pandemia en cada una de las naciones europeas. ¿Podríamos españoles e italianos ir a los mercados a pedir veinte o treinta puntos del PIB con las deudas públicas acumuladas que tenemos? ¿Cuánto nos costarían en intereses anuales y cuál sería la prima de riesgo? Miremos a otros continentes. América Latina no tiene estructura regional. Los márgenes de política fiscal de cada país son ínfimos. Algunos ya han anunciado que no pueden pagar sus deudas y los más pobres han recibido como agua de mayo (nunca mejor dicho) la suspensión de pagos acordada por el G-20 e instrumentada por el FMI. Pero sus planes de reactivación económica dependen de nuevos préstamos del FMl y de la Banca de Desarrollo. No tienen más opción. Lo que Europa está haciendo es equiparable a EEUU o Reino Unido o China y esa es la liga en la que jugamos… porque somos Europa. Para más adelante quedan otras opciones sobre la deuda pública acumulada y la posible monetarizacion de parte de ella. Ahora lo que importa es salvar al enfermo.

Margaritis -buen conocedor del funcionamiento de la Unión Europea y quizás el mejor comunicador de Bruselas- nos decía que Europa primero se pelea entre sí y solo después de largas y encarnizadas batallas, acuerda. En el trayecto, Europa se despelleja y se desprestigia. La impresión que dejan estas batallas es que no funciona y que su maquinaria es pesada e ineficaz. Cuando llegan los acuerdos… el daño ya está hecho. Algo de eso ha vuelto a pasar con el coronavirus. La primera fase de ataque a la pandemia ha sido desastrosa. Los primeros días de marzo la Unión quedó superada por los acontecimientos en la reacción a la crisis. Dejamos sola a Italia, no se coordinaron las compras de material, cada país cerró sus fronteras cuando quiso, en fin, creo que fue Toshack el entrenador Galés de la Real Sociedad y del Real Madrid el que utilizaba con frecuencia el famoso "como pollos sin cabeza" cuando censuraba a su equipo su juego descoordinado e individualizado. Pues eso: Europa empezó su lucha contra esta pandemia de manera descoordinada.

Durante esos días y en la víspera de las reuniones del Eurogrupo que dieron lugar a las primeras medidas (BCE, MEDE, SURE, etc) se fue instalando una opinión muy negativa. Hasta el punto de que el tremendismo catastrofista sobre la desaparición de la Unión estuvo demasiado presente en columnas y declaraciones. Pero la respuesta posterior merece muchos elogios, aunque resulte difícil desmontar el daño causado en la primera fase. Qué no haya coronabonos, no equivale a despreciar ni a minusvalorar la importancia del paquete del que se está hablando. Es un error colocarse en posiciones maximalistas cuando se plantean estos debates. Europa se hace así, "golpe a golpe, verso a verso" que diría D. Gabriel Celaya, el poeta

Europa necesita reconocerse. Saber cuáles son sus límites y valorar sus acuerdos. Sobran críticas fáciles y precipitadas y faltan apreciaciones realistas reivindicativas de lo que somos y hacemos. Quizás sea una actitud ingenua. Quizás los desacuerdos del Consejo Europeo echan por tierra mi orgullo europeo. Pero, si el Plan es aprobado y puesto en marcha, ¿lo reconoceremos? ¿alguien dirá ¡Viva Europa!?. @mundiario

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