¿Está Europa amenazada por sus peores demonios internos?

Sede de la Comisión Europea, en Bruselas. / Cuatro
Sede de la Comisión Europea, en Bruselas / Cuatro

O Europa se reafirma en sus valores de libertad, igualdad y justicia, defensa de los derechos humanos y de las libertades democráticas o la pesadilla no habrá hecho más que empezar.

¿Está Europa amenazada por sus peores demonios internos?

Hay momentos en que ni a fuerza de voluntarismo puede uno evitar que se le evaporen las últimas gotas de optimismo. Causa estupor pasar revista al estado de cosas y comprobar la magnitud de las amenazas que nos acechan, en el corazón de Europa y en sus mismas puertas.

Ante un golpe como el sufrido en Niza, uno no puede dejar de sentir la tierra estremecerse bajo sus pies. Porque, en el fondo, es la constatación de que no existe garantía total de seguridad frente a la amenaza terrorista, máxime frente a una amenaza suicida como la que ahora está sufriendo Francia con especial virulencia, pero que nos amenaza a todos.

Desde luego, resulta cansino comprobar cómo tras cada nuevo golpe se constata que se podía haber hecho algo más, que se podía haber mejorado la coordinación, la cooperación y el intercambio de información entre servicios de inteligencia y cuerpos policiales dentro de cada país y entre los Estados miembros de la Unión. Volverán a hacerse llamamientos, ¿volverán a caer en el olvido?

Con todo, y pese a los reiterados cantos de sirena contra las soluciones militares, lo cierto y verdad es que es precisamente el retroceso que ha experimentado el autoproclamado Estado Islámico en Siria e Irak en los dos últimos años lo que ha llevado a sus líderes a hacer un llamamiento para extender el terror en nuestras sociedades. Ello exige redoblar esfuerzos y no parar hasta erradicar esa forma de mal absoluto de las zonas en que sigue implantado: sin duda, para mejor proteger a nuestras sociedades, pero también para liberar cuanto antes a las gentes que allí habitan de la crueldad y el terror bajo el que viven y del que son víctimas principales.

No obstante, todo será en vano si no somos capaces de atacar las causas del desarraigo y de fomentar la integración en esta Europa plural y diversa, así como atajar y revertir la desigualdad creciente en nuestras sociedades, que alimentan la desconfianza, el miedo, el racismo y la xenofobia que amenazan nuestra convivencia y nuestras libertades democráticas.

Libertades que han estado en el filo de la navaja en Turquía

Repitiendo las peores experiencias de un pasado no tan lejano, Turquía ha vuelto a sufrir una asonada militar afortunadamente sofocada gracias a la resistencia de su ciudadanía, que ha pagado con sangre la defensa de su debilitada democracia. Desde luego, no caben dudas en la condena más firme contra el intento de golpe de estado: no hay más caminos en democracia que los que conducen a las urnas ni más armas que las palabras.

Con todo, uno no puede dejar de albergar ciertos temores ante los tiempos venideros habida cuenta de la deriva autoritaria del presidente turco: las persecuciones contra sus oponentes políticos, los ataques contra la libertad de prensa, el fracaso del proceso de paz con los kurdos.

En un país candidato a formar parte de la Unión Europea, no caben golpes de Estado, pero tampoco falta de respeto por los derechos fundamentales. Y esto es una exigencia de doble dirección: nada nos debilitaría más como Unión que hacer la vista gorda ante tal deriva a cambio de que Turquía nos saque las castañas del fuego con los flujos de refugiados e inmigrantes.

Aún no recuperada del shock ante el rechazo de la ciudadanía británica a seguir compartiendo la casa común, acechada por una creciente inestabilidad en sus fronteras, amenazada por sus peores demonios internos, o Europa se reafirma en sus valores de libertad, igualdad y justicia, defensa de los derechos humanos y de las libertades democráticas o la pesadilla no habrá hecho más que empezar.

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