Estados Unidos sufre más de 200.000 muertes por la pandemia de la Covid-19

Covid-19 en EE UU. / Pexels.
Covid-19 en EE UU. Pexels.

La respuesta del gobierno del presidente Donald Trump a la pandemia se ha concentrado más en mantener la economía abierta para proteger a los negocios.

Estados Unidos sufre más de 200.000 muertes por la pandemia de la Covid-19

La cantidad de muertes causadas por la Covid-19 en los Estados Unidos ya supera los 200.000. Es el país con la mayor cantidad de fallecimientos en todo el mundo, un resultado de la letalidad del virus y también de la ineficiente respuesta nacional a la pandemia.

Comparemos la proporción de decesos por millón de habitantes en los Estados Unidos con otros países.

El 23 de septiembre de 2020, en el país norteamericano, esa proporción es de 620 fallecidos a causa del coronavirus por cada millón de habitantes. Entre los países más castigados por la plaga, en España es de 661. En el Reino Unido, 615. En Italia, 591. En Francia, 481. A diferencia de los Estados Unidos, estos países cuentan con sistemas estatales de salud que atienden a todos los habitantes, pero en los últimos años las medidas neoliberales han recortado sus presupuestos. Lamentablemente, el COVID-19 ha mostrado lo que pasa cuando se reducen los recursos para la atención sanitaria pública.

En China, donde apareció la epidemia, la proporción es de 59 muertos por millón de habitantes y la cantidad total de fallecimientos es de 4.634. No ha habido ningún deceso desde hace muchas semanas.

Brasil, con más de 138.000 muertes, tiene una proporción de 649 decesos por millón de habitantes. Y Perú, con más de 31.000 víctimas fatales, tiene una elevadísima proporción de 955.

Observando las estadísticas, se puede inferir que los países con sistemas de salud pública sólidos son los que han enfrentado mejor la pandemia. Un vistazo a los países nórdicos, por ejemplo, reafirma las ventajas de contar con un sistema de salud que garantiza la atención médica para todos los habitantes. En Dinamarca, el total de muertes es de 643, con una proporción de 111 decesos por millón de habitantes. En Noruega, las cifras son de 267 y 49, respectivamente. En Finlandia, 343 y 62. Y en Suecia –donde el gobierno decidió no imponer medidas obligatorias de confinamiento y distanciamiento social, sino que recomendó a la población practicar hábitos saludables de higiene y mantener la distancia– el número de fallecidos era el 20 de septiembre de 5.876, con 581 muertes por millón de habitantes. Aun cuando el gobierno sueco no tomó medidas de protección, la proporción de decesos es inferior a la de los Estados Unidos.

Más cerca, Canadá, que también cuenta con un eficiente sistema de salud pública, ha tenido poco más de 9.000 muertes, con 244 fallecimientos por millón de habitantes, un marcado contraste con las estadísticas de la pandemia en su vecino del sur.

En el mismo hemisferio, Cuba, Nicaragua y Venezuela, cuyos gobiernos no disfrutan de las simpatías de la Casa Blanca y el Departamento de Estado, tienen sistemas de medicina pública que han enfrentado eficazmente al virus, como muestran los datos. Cuba ha tenido 117 muertes y 10 fallecidos por millón de habitantes; Nicaragua, 149 y 22, respectivamente, y Venezuela, 564 y 20. Al otro lado del planeta, Vietnam –que sufrió un siglo de colonialismo francés y décadas de brutal ocupación norteamericana– tomó medidas acertadas contra la pandemia, que ha dejado en el país asiático 35 muertos, con 0,4 decesos por millón de habitantes.

Cuando la Covid-19 se desató en los Estados Unidos, el presidente Donald Trump restó importancia a los peligros del virus. Pese a las opiniones de los científicos, comparó el nuevo coronavirus con la gripe estacional y no coordinó una respuesta nacional organizada. La escasez de equipos de protección para el personal sanitario y la ausencia de medidas de racionamiento para evitar que los acaparadores vaciaran los supermercados evidenciaron la falta de previsión por parte del gobierno, a pesar de que solo había que mirar al otro lado del Atlántico para entender las consecuencias devastadoras de la plaga. En vez de implementar un plan efectivo para paliar los estragos de la Covid-19, Trump insistió en abrir la economía para minimizar el impacto en las empresas.

Más adelante, rindiéndose ante la evidencia, Trump admitió la gravedad de la epidemia e hizo algunas recomendaciones al público, como usar mascarillas, y ordenó acelerar la producción de una vacuna, que todavía no se ha logrado. Pero el virus ya había cobrado un alto costo en vidas y contagios.

Trump dijo el 30 de marzo que “si nos quedamos en los 100.000 muertos, habremos hecho un gran trabajo”. Ahora que esa cifra, desgraciadamente, se ha duplicado, debe reconocer que en realidad ha hecho un pésimo trabajo. Su receta fue desacertada, como lo demuestra el saldo de más de 200.000 víctimas. @mundiario

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