El embarrancamiento del Casón tuvo en los años 80 consecuencias graves en Alúmina-Aluminio

El Cason. / RTVE
El Casón. / RTVE
El comité de empresa de Alúmina-Aluminio fue despedido debido al traslado de unos bidones del barco Casón a San Cibrao. Llegaron el día 12 de diciembre de 1987 y estuvieron en el actual complejo de Alcoa hasta el 15 de diciembre de 1987, cuando salieron para Holanda.
El embarrancamiento del Casón tuvo en los años 80 consecuencias graves en Alúmina-Aluminio

Galicia entera aprendió a apreciar la actual planta de Alcoa cuando, el 5 de diciembre de 1987, el carguero Cason se incendió y hundió en la playa de O Rostro, en Fisterra. La quiso por el miedo que despertó en todo el territorio la carga de 1.100 toneladas que transportaba el buque en bidones, sacos y contenedores compuesta de productos químicos, inflamables, tóxicos y corrosivos.

Fue mayor el miedo a esa carga que el dolor provocado por la muerte de 23 de los 31 tripulantes chinos del carguero. Y mayor, todavía, cuando los casi 5.000 bidones rescatados en Fisterra se introdujeron en camiones que los trasladaron a A Mariña lucense. El temor fue in crescendo cuando se transmitió información muy contradictoria en torno al tipo de carga del Cason, entre la cual figuraba –se dijo– material nuclear.

El temor ya existente se incrementó y el cargamento y el convoy que lo transportaba se paralizó en Parga (Lugo) del mismo modo que, horas más tarde, se paralizaba la actividad en los hornos de Alúmina Aluminio en la planta de San Cibrao. Hasta entonces, Galicia solo había mirado a la planta de Alcoa como un bicho raro en una Galicia pescadora y agrícola que, inicialmente, hizo patente su disconformidad con ese tipo de industria. El comité de empresa de Alúmina-Aluminio terminó siendo despedido debido al traslado de unos bidones del barco Casón a San Cibrao. Llegaron el día 12 de diciembre de 1987 y estuvieron en el actual complejo de Alcoa hasta el 15 de diciembre de 1987, cuando salieron para Holanda.

Ahora, Galicia exige continuidad para la citada planta de aluminio y la que Alcoa tuvo (¿tuvo, de verdad?) en A Coruña, sin haberla sabido defender ni logrado la ayuda del Gobierno central para disponer de un estatuto para la industria electrointensiva que permita competir con el resto de Europa en esta materia. 

Tras distintas movilizaciones del personal de ambas factorías –San Cibrao y A Coruña– 5.000 personas se han echado a la calle en Xove y 17.000 en Viveiro, según fuentes de la policía local para hacer patente su protesta por el destino que se pretende dar a las únicas alumineras de Galicia y que no es otro que el cierre definitivo. Un cierre que rechazan los trabajadores y los sindicatos, que no quieren los municipios afectados y contra el que tanto la Xunta de Galicia como el Gobierno de Pedro Sánchez se manifiestan pero sin excesivos bríos, como si no les fuera apenas nada en juego. Y les va, vaya si les va: 534 puestos de trabajo directos y 20.000 indirectos que, en la comarca de A Mariña lucense son una sangría imparable, si bien la empresa hace hincapié en la permanencia en sus puestos de trabajo de los 600 empleados de la factoría de alúmina. Como lo son los de las factorías de A Coruña y Avilés, vendidas al mejor postor y sin garantías de futuro para nadie. Ni siquiera para las propias fábricas, cuyo futuro está más que en entredicho.

Las plantillas están convencidas de que hay futuro para el centro de San Cibrao. También lo están en A Coruña. No tanto en Avilés. Pero lo cierto es que, ahora mismo, el "cuarteto" del aluminio gallego y asturiano no es otra cosa que un quiero y no puedo. @mundiario

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