El Demonio del Obispo

Bancos de una iglesia. / PIxabay
Bancos de una iglesia. / PIxabay

Yo siempre pensé que Satán era chico, pero doctores tiene la Iglesia, ahora es una tía.

​Dice el obispo de San Sebastián que el demonio anda detrás del feminismo. No es una broma de mal gusto, ni un “fake”, ni una peli de Dragones y Mazmorras, es solo una forma de llamar la atención fruto de la mala hostia del Señor Obispo. Para ello escinde arbitrariamente el feminismo en dos grandes bloques, el malo y el bueno, para entendernos, como es costumbre de la Iglesia. El bueno es el suyo. No había duda. Ese feminismo es igualitario, pero no antropológicamente. Más o menos lo que quiere decir el Obispo es que la mujer puede ser igual que el hombre en derechos pero no en hombre. O dicho de otra forma, que puede serlo, pero no de verdad, pues cada sexo tiene sus funciones, roles y status y que tales son los que a él se le ponen en su antropología.

El feminismo chungo es el que no está con él. Ese feminismo malo malísimo es satánico deportivo, porque parece que se dedica a jugar al fútbol en el mismo equipo que Belcebú que marca en su propia meta por fastidiar al personal sin pilila. Yo siempre pensé que Satán era chico, pero doctores tiene la Iglesia, ahora es una tía. Porque digo yo que el Demonio suele ir en pelotas y si fuera masculino se vería la diferencia. ¿No? Aunque igual aquel partido lo jugaba con sotana. En fin, fuera cachondeos, el feminismo de género pretende que hombre y mujer sean exactamente iguales incluso en lo antropomórfico, que viene siendo, dice el Obispo, que se quieren hacer iguales hasta en los genitales. La rima da para mucho. Eso lleva, advierte, a la perversión de la sociedad que es arrastrada a una lucha de sexos similar (y complementaria, apuntaría yo) a la lucha de clases por conseguir la igualdad real y no solo nominativa. Concluyo: no le gusta porque no se queda en la letra, sino que es una igualdad efectiva, material, empírica. Lo de que “se quieren hacer iguales en todo” es el eje sobre el que gira su relato fantástico. Las mujeres no quieren ser hombres, sino ser mujeres libres tan libres como los hombres, no tan hombres como los libres, que se me lía su Excelencia Reverendísima.

​Mire, señor Obispo, bien haría la Iglesia dejando de meterse en asuntos políticos y dedicarse a sus cosas divinas e imaginarias que son su razón de ser. No se puede imaginar el Obispo el cachondeo que produce mentar al Diablo y a Karl Marx para endilgar una pretendida maldad a un movimiento universal tan importante, necesario, justo y brillante como el movimiento para la liberación de la mujer. Pero es normal, la Iglesia es una de las instituciones históricas que más esfuerzo ha desplegado en someter a la mujer al capricho del hombre. Las mujeres luchan contra muchas de las imposiciones psicológicas y sociales que perviven aún, inoculadas por la Iglesia durante los largos siglos oscuros en que dominó Occidente.

Llamativa me parece esa inquina enfermiza e histérica de quien hablando en nombre del Jesús que amó a Magdalena, propone e impone la esclavitud de media humanidad

Llamativa me parece esa inquina enfermiza e histérica de quien hablando en nombre del Jesús que amó a Magdalena, propone e impone la esclavitud de media humanidad. Nunca he conseguido desgranar el hilo de la degradación moral de una religión que amaneció como movimiento de liberación de todo aquel que sufriera opresión para transformarse, una vez alcanzado el poder, en la más duradera, perfecta y sistemática máquina de aniquilación de las libertades humanas. Y dice usted que el diablo es el promotor del feminismo… Ya, pues la verdad, no creo que le quede tiempo con ustedes.

​Pero no tomemos por imbécil al Señor Obispo, aunque nos lo pida el cuerpo. Es gente inteligente y culta donde las haya. Su naturaleza es mucho más peligrosa que la del idiota sin remedio, pues no hay peor individuo que aquel que leído y sabido abraza la más grave enfermedad del hombre: el fanatismo. El obispo fanático no se confunde, ni yerra en sus formas y propósitos, obra en consideración de sus propios valores y siguiendo un plan donde no anda solo. El Obispo se hace esclavo de unos principios pervertidos al extremo de transustanciarlos en látigo, cadena, potro y hoguera del prójimo. Con ellos fustiga con furia a un mundo que hace siglos le pasó por encima. Siente el Obispo la incontenible necesidad de salvarnos a todos por más que nadie le haya pedido nada. Nos quiere salvar de nosotros mismos, de nuestra naturaleza libre, de nuestros gustos y preferencias, de nuestros valores, de nuestras ideas políticas, sociales y religiosas. El señor Obispo nos quiere salvar, pero no de cualquier forma, sino una salvación total en nombre de su Dios del otro mundo que suponga, eso sí, el sometimiento a sus santas gónadas de este mundo terrenal. Ya ven que no es otra cosa, ojo, que aquí solo hablamos de poder. Y el Obispo, diezmado el suyo por gracia del Renacimiento y la Ilustración –y de diezmos saben mucho estos señores–, solo intenta provocar, generar malestar y enfrentamiento, protagonismo y sobre todo ganarse un puesto en los altares, poniendo su granito de arena en la enésima cruzada contra la Humanidad.

​Pues mire usted, señor Obispo, si el diablo anda enredando, no lo veo yo liberando a esclavas y haciendo justicia a las oprimidas. No me imagino a Satanás azuzando a una trabajadora para que luche sin descanso por la igualdad salarial, o soplándole a una joven los pasos para conseguir meter en la cárcel a su novio maltratador. Veo al Maligno, más bien, metido en algunas sacristías de este mundo y cuando manos sebosas y depravadas tocan, soban y violan a niñas y niños indefensos. Lo veo, señor señor Obispo, dentro de las sotanas de todos esos que durante siglos han bordado la historia “sacra” de horribles pecados contra mujeres y hombres en escenas que Belcebú y Azazel celebrarían orgiásticamente en su grata compañía. Venga ya, señor Obispo, que no estamos para lunáticos: el demonio es usted cuando viene a provocar a la sociedad española, cuando se pone del lado del poder en el momento en que los seres humanos luchan por su libertad e igualdad. Usted, vestido de oro y plata, provocando división y enfrentamiento es el diablo, señor Obispo y no las mujeres que pacíficamente y sin molestar a nadie saldrán a las calles el día 8 de Marzo para continuar en su eterna lucha contra la injusticia, la violencia de género, los salarios injustos, la educación sexista, la sumisión al hombre y la enfermiza maldad de ciertas personas incrustadas en santas y milenarias instituciones. @mundiario

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