EE UU y Brasil aseguran que Venezuela “verá caer” a Nicolás Maduro

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El secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo (izquierda), y el canciller de Brasil, Ernesto Araújo / Infobae.
Esta declaración conjunta implica que Washington y Brasilia podrían diseñar una estrategia de presión comercial mucho más fuerte sobre el régimen venezolano. La fuerza diplomática jugará un rol crucial en el rumbo de la crisis del país.
EE UU y Brasil aseguran que Venezuela “verá caer” a Nicolás Maduro

Los dos actores geopolíticos más importantes de América, por su tamaño geográfico y por su influencia económica, rodean política y territorialmente al país más inestable de la región. Desde 2017 se ha configurado una estrategia diplomática basa en aislar al régimen comunista que más inseguridad e inestabilidad representa para el hemisferio occidental y para América Latina, donde Estados Unidos y la Unión Europea tienen el foco puesto para buscar una salida democrática, pacífica y negociada a una crisis multidimensional que se ha convertido en el mayor problema diplomático de la comunidad internacional en este lado del mundo.

Y es que el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, y el canciller de Brasil, Ernesto Araújo, coincidieron el pasado viernes en que “Venezuela verá la caída del régimen de Nicolás Maduro”, aunque no se arriesgaron a predecir cuándo.


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Esta declaración conjunta implica que Washington y Brasilia podrían diseñar una estrategia de presión comercial mucho más fuerte sobre el régimen venezolano, basada en cortar todos los flujos de importaciones de gasolina que entren por la costa con envíos desde Irán y el bloqueo del contrabando de combustible a través de las fronteras venezolanas con Colombia y Brasil, dos territorios donde EE UU puede ejercer su influencia militar por ser esos dos países aliados del Gobierno de Donald Trump, que busca cortar la cadena de suministro energético y financiero que sostiene a Maduro en el poder a través de la estructura de apoyo militar que se beneficia de esos recursos.

“La pregunta de cuándo se irá Maduro sólo se puede responder el día que se vaya”, dijo Pompeo en una rueda de prensa junto a Araújo en la ciudad de Boa Vista, capital del estado brasileño de Roraima, fronterizo con Venezuela y al cual en los últimos dos años llegaron unos 200.000 venezolanos que huyeron de la crisis en su país.

El impacto de la crisis económica venezolana ha generado un shock socioeconómico que detonó en una ola migratoria por el instinto de supervivencia que se activó en la población ante el deterioro del sistema de vida en su país, lo cual ha chocado de frente con los dos países que flanquean a Venezuela al oeste y al sur; Colombia y Brasil, respectivamente, siendo el segundo uno de los principales artífices de la presión regional latinoamericana, junto con el Gobierno de Iván Duque en Colombia, para aislar diplomáticamente al Gobierno (de facto) de Nicolás Maduro y contener el caos social que el colapso migratorio venezolano genera en las inestables fronteras del país con sus vecinos. 

“Nadie puede predecir cuándo será ese día, pero llegará el día”, agregó el jefe de la diplomacia del Gobierno de Donald Trump con la aprobación del canciller brasileño, quien insistió en tildar al régimen venezolano de “tiránico”, “dictatorial” y “criminal”.

La percepción de EE UU y Brasil sobre la crisis en Venezuela

Por lo tanto, la percepción que los Gobiernos de Donald Trump (EE UU) y Jair Bolsonaro (Brasil) tienen sobre la crisis de Venezuela se basa en que el país es controlado, mas no realmente gobernado, por una élite político-militar (el régimen de Maduro) que busca contener la implosión de la sociedad ante la crisis sin resolver el desgaste económico que ha deteriorado y diezmado a la población venezolana, es decir, mantener su estatus quo en el poder mediante la prolongación de la debacle nacional como una justificación a su narrativa de que debe mantener el control interno por la presunta causa de la crisis debido a las sanciones de Estados Unidos, que empezaron en 2018, mientras que la destrucción económica nacional comenzó en 2014, un año después de la llegada de Nicolás Maduro a la Presidencia. 

El jefe de la diplomacia estadounidense Pompeo dijo haberse “emocionado” en una visita que hizo junto al canciller brasileño Araújo a un centro de acogida de venezolanos en Boa Vista, a donde llegó en el marco de una gira que le llevó antes a Surinam y Guyana (vecinos de Venezuela al este), y que siguió en Bogotá (Colombia), hacia donde viajó tras la rueda de prensa.

Esta gira se posiciona como una estrategia de la Casa Blanca para crear un cerco diplomático y discursivo que rodee totalmente a Venezuela y que, a largo plazo, podría diseñar un conjunto de medidas de ruptura diplomática en cadena con eventuales tácticas de disuasión militar sobre los flujos de contrabando en las zonas fronterizas que comparte con Brasil y Colombia.

“Los venezolanos son personas que quieren lo que todos los seres humanos quieren: dignidad. Quieren una Venezuela democrática, pacífica y soberana a la que llamar hogar, donde ellos y sus hijos tengan trabajo y puedan vivir con esa dignidad”, declaró el funcionario estadounidense tras visitar esa zona de refugiados venezolanas que hacían largas filas para recibir comida.

Pompeo explicó que el Gobierno de Trump se dispone a “aumentar la ayuda que otorga para la atención a los países que han acogido a los millones de venezolanos que han salido de su país” y calculó que “será elevada en unos 348 millones de dólares para llegar a un total de casi 1.000 millones de dólares desde que comenzó a distribuirse”.

Las posibles salidas del laberinto de los venezolanos

Sin embargo, no se tiene certeza sobre cuál será el mecanismo financiero que se creará para administrar esos fondos, pues sobre el simbólico gobierno interino de Juan Guaidó (reconocido por EE UU, Brasil y otros 53 países como presidente encargado de Venezuela) pesan denuncias de corrupción y desvío de los más de 400 millones de dólares que el líder opositor ha recibido en financiamientos de Washington y de los más de 15.000 millones de dólares en activos que el Gobierno de EE UU le concedió tras la confiscación de Citgo -la filial de la estatal petrolera venezolana PDVSA en Houston, Texas- como la mayor sanción financiera que la Administración Trump ha impuesto hasta ahora sobre el régimen de Nicolás Maduro.

Aún cuando ambos funcionarios coincidieron en que “Maduro debe irse”, un objetivo por el que Brasil y Estados Unidos trabajan desde hace años sin éxito hasta la fecha, los cancilleres Pompeo y Araújo también reiteraron que “los propios venezolanos deberán encontrar una salida para esa situación”.

No obstante, la crisis venezolana es muy peculiar en el mundo debido a que el país es controlado por un régimen autoritario que maneja el monopolio de la fuerza y de las armas con represión política y coacción total sobre las protestas civiles o las movilizaciones convocadas por los dirigentes de la oposición alineada con Guaidó. Por esa razón, no se avizora una salida democrática o electoral convencional a una crisis que es mantenida por un sistema de poder político, militar y financiero englobado en una cúpula que controla el Estado a discreción total de Nicolás Maduro, presidente (de facto) de Venezuela. 

“Tenemos certeza de que los venezolanos sabrán encontrar esos caminos hacia la libertad, pero la comunidad internacional deberá ayudarlos y seguir trabajando en las cuestiones humanitarias”, dijo el canciller brasileño.

Con esta declaración, Estados Unidos y Brasil afirman que su alcance en la crisis venezolana es netamente diplomático y humanitario, lo cual solo deja sobre la mesa la carta de una acción disuasiva por la vía de las sanciones financieras y las maniobras militares indirectas de Washington sobre el régimen de Maduro, esto con el eventual objetivo de llevar a su Gobierno a una negociación final por la transición interna con concesiones mutuas entre chavismo y oposición bajo la posible mediación de la Unión Europea; un escenario que hasta ahora no debe descartarse y ha sido propuesto en reiteradas ocasiones aquí en MUNDIARIO.

“Apoyar a Juan Guaidó no es solamente apoyar a un joven líder valiente, sino también apoyar al derecho constitucional contra la fuerza. El régimen tiene las armas y cualquier persona del mundo que defienda un proyecto democrático frente a la fuerza bruta siempre merecerá apoyo”, declaró Araújo.

En resumidas cuentas, el destino de la crisis venezolana dependerá del factor político externo e interno, pues no se avizora una salida a este complejo conflicto que no sea de esta naturaleza, más excepcional que convencional, dado que el factor militar solo podría servir como influencia directa sobre el régimen, pero no como un catalizador, lo cual provocaría que la ingobernabilidad y el caos perenne se apoderaran del país sucamericano. @mundiario

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