Ya lo dijo Benjamin Franklin: "Los faros son más útiles que las iglesias"

Torre de Hércules. RR SS
Torre de Hércules. / RR SS

De los 39 faros que tiene en sus costas Galicia, el más antiguo y en funcionamiento es el de la Torre de Hércules, cuya construcción se sitúa entre los siglos I y II d. C. y posteriormente en 1790.

Ya lo dijo Benjamin Franklin: "Los faros son más útiles que las iglesias"

"Los faros son más útiles que las iglesias". Lo dijo en su día nada menos que Benjamin Franklin y el arriba firmante carece de argumentos para rebatir lo que el sabio estableció en su momento.

A pesar de tal utilidad, lo cierto es que los nuevos sistemas de ayuda a la navegación y ese dolce far niente de las autoridades portuarias (ahora responsables del mantenimiento de los faros) están convirtiendo a los que han sido indispensables señales marítimas para todo tipo de navegación en codiciados lugares en los que instalar hoteles, bares y restaurantes que, indudablemente, hacen de sus características construcciones atractivos especiales para los clientes de dichas instalaciones, estas siempre localizadas en lugares geográficos muy especiales.

De los 39 faros (existen muchas otras señales marítimas en forma de balizas) que tiene en sus costas la Comunidad Autónoma de Galicia, el más antiguo y en funcionamiento es el de la Torre de Hércules, cuya construcción se sitúa entre los siglos I y II d. C. y posteriormente en 1790. Pero es el de A Guía, en la ría de Vigo, construido en 1844, el que puede significarse como la primera señal marítima específica de alumbrado de litoral.

En la segunda mitad del siglo XIX  se sitúan los faros de Arousa, Ons, Cíes, Fisterra, Touriñá, Vilán. Sisargas, castillo de San Antón, castillo de A Palma, Prior, Prioriño, Cedeira, Estaca de Bares, Coelleira, San Cibrao y Ribadeo.

Los faros construidos más recientemente son los de Roncadoira (1974), Ortegal (1984), Frouxeira (1994) y Nariga (1998).

Más o menos antiguos, cada uno de esos 39 faros apostados unos a nivel del mar, otros en farallones de más de 600 metros de altura, tienen su historia y, a lo largo de los años, han contribuido decisivamente a la buena y más o menos seguras navegación, a la vez que al salvamento de vidas.

Hoy, de no ser por -en muchos casos- las peculiares características de sus edificaciones, los faros pasarían desapercibidos  tanto desde la mar como en tierra. En su interior, no obstante, figuran historias vivas del mundo de la mar tanto de hechos marinos de mayor o menor relieve, como las vivencias de aquellos que, durante muchas jornadas -cuando no toda su vida- los habitaron. A día de hoy, solo una farera -y por muy poco tiempo- permanece en su puesto como técnico de señales marítima, tarea que desarrolla en el faro del cabo Vilán, deswpu´3es de qwue también el de Sálvora hubiese sido abandonado recientemente.

Creo que tanto la marina mercante como la de pesca, al igual que la Armada y la navegación deportiva, tienen una deuda pendiente de liquidar con los antiguos fareros, algunos de los cuales he tenido la suerte de tratar y conocer. Y de hacerlo, que sea antes de que la última farera de Galicia abandone su puesto de vigía del mar. @mundiario

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