Diario de un poeta - 31 de octubre

Borges
Jorge Luis Borges. / RR SS.

"...me figuraba el Paraíso bajo la especie de una biblioteca." (Jorge Luis Borges)    

Diario de un poeta - 31 de octubre

Años atrás leí el “Poema de los dones”, de Borges, y en aquella ocasión el asombro me hizo pensar y sentir. Hoy lo releo y en el acto hizo una vastedad de preguntas vienen a perturbarme. El ser, la vida, la lectura, las pasiones, la existencia, pero también me hizo reflexionar por lo que significa la biblioteca, incluso el cuestionamiento de la lectura y cómo la percibimos actualmente. No tengo una respuesta certera, porque amerita una respuesta mucho más meritoria, pero sí me ha gestionado una gran aventura: estar en una biblioteca no es solo ver libros; es entrar en un universo incierto en el cual los escritores construimos, tenemos voz y somos semejantes a fantasmas vivos en constante repetición de la literatura.

Visitamos escenas, diálogos, conocemos personas que son personajes y personajes que son personas. Ir a una biblioteca representa un compromiso, un acercamiento a otros seres que vivieron, pensaron, sintieron y escribieron. Dentro del mundo de las letras, se expande el conocimiento, quiérase o no, mucho más vasto que en otros sitios. En este punto, me refiero directamente a las bibliotecas digitales, las cuales constituyen -sin dudarlo- una riqueza insondable que actualmente podemos acceder; sin embargo, el hecho que trasciende es el libro y él, en físico, es un documento invaluable, personal, esencial y único.

En este sentido, leer y releer el poema me hace pensar en todas las posibilidades que abre un texto cuyo contenido no se remite solamente a decir, sino a manifestar una postura respecto a algo. En esencia, a mi juicio tales son los escritos que trascienden por su capacidad de pensamiento y la profundidad del mensaje. Además, el poema habla también de la condición de Jorge Luis Borges acerca de su ceguera.

Reflexión, autocrítica, sencillez y humildad se unen. El gran escritor es aquel que dice con poco, mucho; y de manera crítica, un concepto que se racionaliza en poesía hasta cargarlo con nuevos odres que nutren a los lectores. Leemos:

"De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden
las albas a su afán".

 

Ya no es el escritor de juventud. La sapiencia de los años se traduce en reducción de palabras y amplitud de contextos. Unos ojos que no ven, desde luego, no captan imágenes; sin embargo, esto no significa que ante las presencias de la antigüedad -que ya perviven en la memoria-, un escritor no pueda nombrarlas y hallar un sentido único a la capacidad creadora.

Mucho más allá se encuentran los textos de Ficciones y El Libro de arena, donde la exteriorización creativa del escritor está desbordada. En el poema en turno, no se trata de búsqueda activa de un concepto, porque éste ya está asimilado por Borges.

Dice:

“...miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.”

Nada más claro que tener en conciencia que la palidez de un hombre no solo se remite a la senectud o al enclaustramiento. El sueño y el olvido son temas recurrentes en Borges; aquí vuelve y lo reafirma, porque a pesar del significado de la palabra “olvido”, la acción de olvidar es imposible porque los sueños la refieren. ¿Y qué son ellos? La memoria inconsciente, esa increíble máquina invisible que nos domina y abruma cada noche, cada día, en el instante en donde invocamos nombres, recordamos lecturas, citamos frases y referimos vidas.

La riqueza de la lectura es la reminiscencia de otros y la memoria de cada ente que entra a una biblioteca -la pública, la de casa, la de otro- se convierte en única, propia y auténtica. @mundiario

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