Una desidia anunciada…

Hombre caminando en la fría tormenta de nieve. RR SS.
Un hombre camina bajo la tormenta de nieve. / RR SS.
Nevó en Madrid, cuando la AEMET había anunciado –con suficiente antelación– que lo haría copiosa y extraordinariamente. Y nadie cayó en la cuenta de que tenía la obligación de hacer algo.

Para gobernar hay que tener, cuando menos, la virtud, o la actitud de la anticipación. Y hay que poner todo el cuidado en que ese ejército de casi tres millones de personas que trabajan en la Administración,  como servidores públicos, esté preparada para afrontar cualquier situación que amenace a nuestra sociedad. Y más aún cuando esa amenaza está anunciada. Cuando se carece de esa virtud de anticiparse, o no se ha movido un dedo para que cada Administración esté al quite y sirva a la Sociedad, se está incumpliendo el compromiso que todo gobernante, cuando asume su cargo, adquiere con la Ciudadanía de velar por su bienestar y tranquilidad, y de conducirla por el camino de la coherencia y de la acción cívica.

Nevó en Madrid, cuando la Agencia Estatal de Meteorología había anunciado -con suficiente antelación- que lo haría copiosa y extraordinariamente. Y nadie, hasta que la nieve superaba el grosor de los veinte centímetros, cayó en la cuenta de que tenía la obligación de hacer algo. Y cuando eso ocurrió podríamos decir que casi se limitó a informar de que la cosa estaba mal. Era viernes, y nuestros responsables públicos, y nuestros servidores de las Administraciones, posiblemente ya estaban pensando en su propio fin de semana…

Ni uno solo de los organismos, comisiones o juntas previstos para estas emergencias se reunió para prevenir y organizar la logística adecuada para hacer frente, en la medida de lo posible, a las previsibles consecuencias que se avecinaban. O si lo hicieron, no tomaron las medidas convenientes, ni se les ocurrió colocar en preventivo orden de actuación el suficiente número de máquinas quitanieves, ni acopiar sal suficiente: en semejantes circunstancias, se busca hasta en su casa a los propietarios de los almacenes de sal y se les organiza para el suministro; y se habilitan cadenas suficientes para que todos los vehículos de servicio público puedan estar operativos y acudir a las necesidades, y se habilitan todos los vehículos capaces de moverse en condiciones adversas… Nada de eso se hizo. Y eso que estamos en pleno Estado de Alarma.

Todo eso no es anticipación sino desidia.

Falló estrepitosamente el Gobierno de la Comunidad de Madrid. Falló el Gobierno del Ayuntamiento de Madrid. Y puestos a fallar, lo hicieron cuando menos Protección Civil del Estado y el ministerio de Transportes. Y a todos ellos hemos de pedir responsabilidades. No necesitamos gobernantes que se limiten a darnos las noticias y a proporcionarnos consejos, ni siquiera a pedir voluntarios para trabajar. Necesitamos gobernantes que se anticipen, que organicen, que lleguen hasta donde puedan, y que -en último caso- nos expliquen por qué no pudieron alcanzar todos los objetivos.

Si al menos hubiéramos visto que algunas vías principales y estratégicas de la capital estaban mínima (o incluso penosamente) transitables, y que se habían ocupado de favorecer el acceso a los hospitales, y de mantener básicamente expeditos los transportes, podríamos mantener una cierta confianza de que al frente tenemos personas responsables. Pero Madrid y sus alrededores apareció -y se mantuvo- el sábado completamente “a monte”. Y determinados servicios públicos básicos funcionaron gracias al esfuerzo de los trabajadores que los asisten.

Estamos en el día de hacernos esa pregunta tópica de “¿en qué país vivimos?”. Y para que el tema no se quede en la mera queja, preguntarnos también qué tenemos que hacer para modernizarlo.

Necesitamos que tanto nuestros representantes como los trabajadores públicos tengan la clara conciencia de que son servidores de la Sociedad. Y que reestructuren los mecanismos de funcionamiento de las Administraciones para que cumplan esa función de servicio. Necesitamos un nivel de exigencia máxima a las empresas que asumen contratos de prestación de servicios públicos, no sólo para que cumplan sus contratos, sino para que en situaciones excepcionales sepan dar el do de pecho, como han hecho los trabajadores de la Sanidad Publica madrileña, por ejemplo. Y necesitamos una Sociedad que sepa pedir ordenada pero firmemente responsabilidades a quienes las tienen. Y unas normas y una educación ciudadana que nos tengan a todos al tanto de qué debemos hacer ante situaciones excepcionales que, aunque sean eso “excepcionales”, sean también previsibles porque ya han ocurrido en ocasiones anteriores.Aquí hay también responsabilidad para los legisladores

Es obligada una reflexion profunda sobre todo eso. Es obligado que los responsables salgan a dar la cara, y si son precisos ceses, que se produzcan ceses. Y ahora que va a haber una obligada crisis de gobierno, para la sustitución de Illa, a lo mejor el Presidente podria también aprovechar para remover a algún que otro ministro que no dé la talla. Si quiere consejo, le podriamos sugerir alguno. @mundiario

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