La deforestación exponencial

Deforestación. / Pixabay
Deforestación. / Pixabay
El mundo perdió en 2018 12 millones de hectáreas de bosques tropicales, incluidos 3,64 millones de bosques tropicales primarios, ¡o el equivalente de Bélgica!  
La deforestación exponencial

Para comprender la deforestación, primero se debe considerar la ecuación del nenúfar (planta acuática) y ver lo que implica. Por supuesto, durante miles de años hemos estado cortando leña. La huella es la del hombre. Sin embargo, el golpe fatal llegó con el inicio de la era termoindustrial. Empecemos por el nenúfar. Imagine un nenúfar plantado en un gran lago que tendría la propiedad hereditaria de producir otro nenúfar cada día. Después de treinta días, todo el lago se cubre y la especie se asfixia, privada de espacio y comida. Pregunta: ¿después de cuántos días cubrirán los nenúfares la mitad del lago?

La respuesta no son 15 días, como podría pensarse un poco apresuradamente, sino 29 días, es decir el día anterior, ya que se obtiene el doble cada día. Si fuéramos uno de esos nenúfares, ¿cuándo nos daríamos cuenta de que estamos a punto de quedarnos sin espacio? Al final del día 24, el 97% de la superficie del lago aún está disponible y probablemente no nos imaginamos el desastre que se avecina y sin embargo estamos a menos de una semana de la extinción de la especie... una idea de lo que implica la ley de lo exponencial.

Todo va muy rápido

El proceso es tal que el fenómeno nos sorprende. Cuando nos interesamos en el problema del crecimiento en un medio cerrado para el día 29, bueno, ya es un poco tarde y estamos al borde del final. Incluso si encontramos dos lagos más tarde, solo podemos retrasar el proceso. Una vez que se pasa un cierto umbral la especie está condenada. Todo se ha acelerado para nosotros con la era termoindustrial dónde justamente entramos en esta lógica exponencial. Nos alejamos de las fuentes de energía renovables para aprovechar las reservas de la tierra. Comienza entonces la loca expansión. Primero se utiliza el carbón y luego el petróleo que fue el resultado de millones de años de descomposición: ambos están puestos al servicio de un desarrollo prometedor pero peligroso.

Si el poder productivo tuvo la ventaja de liberar al hombre de la necesidad y de la fatalidad de los rendimientos decrecientes, este mismo poder, siempre más eficiente y fuera de control de la mayoría, también se vuelve destructivo en razón de la propia fuente de energía elegida. Por primera vez en la historia nos servimos en “las reservas del planeta” de tal manera que la brecha entre la energía dilapidada (devorada por las máquinas) y la regeneración de estos “recursos” extendidos sobre millones de años siempre se hace más grande. Lo que las máquinas tragan no corresponde en relación a la capacidad de regeneración de estos combustibles fósiles. Y es sobre estas energías que se instala el sistema industrial y nuestras sociedades modernas. La deforestación ilustra por su parte cómo las armas productivas cada vez más eficientes y glotonas en energía (como las excavadoras) siguen siendo destructivas para el planeta.

La potencia productiva tan presumida del Progreso Tecnológico debería preocuparnos en lugar de alegrarnos porque de lo que se trata es cada vez de una nueva capacidad para destruir. La capacidad es más poderosa, más rápida, y por lo tanto responde mejor a los intereses de una acumulación capitalista ilimitada. A pesar de la potencia productiva / destructiva actual, la acumulación capitalista está atascada en el libre mercado. La destrucción del planeta marca la contradicción más grande por el capitalismo y el obstáculo más grande para la sobrevivencia de la humanidad. 

No tenemos todos el mismo impacto

La mundialización es la última etapa del capitalismo. Estamos aprovechando los últimos recursos, los más difíciles de acceder, y en las últimas décadas la deforestación se ha desplazado de los bosques templados a los bosques tropicales, lo que suena como una indicación que estamos en la parte final. Vivimos en un planeta fracturado dónde los proletarios nunca han sido tan numerosos y los multimillonarios cada vez más poderosos (y menos numerosos), coordinan la acumulación - y la deforestación - en este contexto de crisis generalizada y de cambio climático. Actualmente hay 4 mil millones de hectáreas de bosque en el mundo. Es menos que ayer pero más que mañana. Desde 1990 hemos entrado en la fase de los nenúfares y, sin embargo, todo continúa. Mientras haya espacio disponible, explotamos, malgastamos, destruimos con máquina de guerra o con fuego.

Desde 1990 se han talado 5 millones de hectáreas cada año. Entre 1990 y 2012, Indonesia perdió el 21% de sus bosques. La producción de aceite de palma aumentó de 1 millón (1990) a 8 millones (2014). Entre 1990 y 2012, Honduras perdió el 42% de sus bosques y Nigeria el 52%. El Togo por su parte ha perdido el 60% de estos bosques. Cifras alucinantes. Por supuesto que hay varias explicaciones sobre la deforestación, pero hay lógicas que se repiten de un continente al otro. Cabe señalar que el 80% de la deforestación está vinculada a la expansión de las tierras agrícolas. Si el aceite de palma es objeto de todos los deseos -y todas las destrucciones- en Indonesia, tenemos la soja y el maíz aquí en América. Brasil e Indonesia, junto con la República Democrática del Congo concentran el 60% de los bosques tropicales de nuestro planeta. En los dos primeros países estamos claramente en una destrucción debido a un modelo agrícola productivista capitalista. La deforestación continúa, pero debemos comprender absolutamente la ruptura que representó la era termoindustrial. Fue un desencadenamiento exponencial que se realizó a este momento dado y que continúa hoy en un contexto de escasez de áreas forestales ricas en biodiversidad e intenso calentamiento global. El calentamiento está aumentando al ritmo de la combustión de las energías fósiles y de la deforestación. A partir de 1990 como lo hemos visto con los ejemplos entramos en una nueva etapa de tal forma que la destrucción que se ha hecho en varios países del mundo no tiene precedente en el pasado. En Brasil, en particular, estamos entrando en una nueva etapa en 2019. 

12 millones de hectáreas de bosques tropicales perdidas en 2018

Si hubo una disminución de la deforestación hasta 2012, particularmente vinculada a la extensión de áreas protegidas, se inició nuevamente en 2019. En junio de 2019, el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE) informó de una aceleración significativa en la deforestación del Amazonas. En un mes desaparecieron 920 km2 de bosque tropical. A finales de 2019, el INPE observa que la deforestación en Brasil se duplicó en 2019 en comparación con 2018, consecuencia directa de los mensajes del presidente brasileño. Según el informe anual de Global Forest Watch, el mundo perdió en 2018 12 millones de hectáreas de bosques tropicales, incluidos 3,64 millones de bosques tropicales primarios, ¡o el equivalente de Bélgica! Este es el cuarto peor año en términos de deforestación de bosques tropicales, después de 2016, 2017 y 2014 desde los primeros registros realizados en 2001.

Consecuencia: durante 25 años la cantidad de carbono absorbido por los bosques del mundo cayó en más de 17 gigatoneladas. Perdemos los servicios ecosistémicos de los árboles de cientos de años o a veces más de 1000 años. Sobre todo, perdiendo una parte de la biodiversidad, perdemos una parte de los pueblos que necesitan de los bosques para vivir, y perdemos una parte de nosotros, de nuestro pasado y de nuestro futuro porque somos biodiversidad. Y estamos desapareciendo. @mundiario

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