La cultura del miedo

Protesta de hosteleros gallegos.
Protesta de hosteleros gallegos.
La vida es un derecho y nadie tiene que decirnos cómo tenemos que vivir, qué hacer de nuestras vidas.

El miedo a la muerte es común a todos, pero es un miedo egoísta. En el transcurso de los días, intentamos dejar de pensarlo aportando nuestro granito de arena a la vida, trasladando el imperio de la muerte al empleo, la vida sentimental y los pequeños placeres. Si bien, en estos días, bajo una imposición que semeja divina, nos han condenado a vivir sólo. Tenemos miedo hasta del aire que respiramos, y el tiempo pasa lentamente, sin embargo, siendo un tiempo perdido.

Las normas que las autoridades han instaurado para la convivencia con el coronavirus -podrán consultar en las leyes- pueden atentar contra la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de modo que las fuerzas del orden (y la ciudadanía denunciante) han ganado un cheque en blanco para abusar, al tiempo que estas leyes improvisadas y transitorias distan mucho de los valores humanos.

¿Es delito enfermar? ¿Es delito pasear? ¿Es delito protestar? Moralmente, la respuesta es no. Pero, oficialmente, todo vale, y los valores morales no han sido promulgados. El poder ha propagado el miedo entre la población, y en este "sálvese quien pueda" de la pandemia mundial hay historias anónimas de injusticia y acoso, entre vecinos y entre compatriotas; entre sanos por ahora y enfermos de hace tiempo...

La vida es un derecho, es decir, que nadie tiene que decirnos cómo tenemos que vivir, qué hacer de nuestras vidas. Todos somos iguales ante la muerte, por tanto, no debiera haber sectores civiles más castigados que otros por la pandemia.

Emergen serios y preocupantes comportamientos en la ciudadanía que apelan a la sinrazón, ya que la supervivencia es un instinto animal. De modo que la convivencia está tornando salvaje, cuando la ley (a veces en contra de los derechos humanos) obra en capricho de los gabinetes políticos y los planes de la élite, que no dejan de sorprendernos con su hipocresía. @mundiario

 

 

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