¿Nos enfrentamos a retos e hitos como jamás hemos tenido?

Goya. Los desastres de la Guerra
Los desastres de la guerra. / Goya

Llevamos setenta años con la posibilidad de hacernos desaparecer como especie a nosotros mismos. Este hito o variable o constante es suficiente para plantearnos enormes y graves cuestiones

¿Nos enfrentamos a retos e hitos como jamás hemos tenido?

La humanidad tiene que intentar encontrar fundamentos esenciales, que al final, son cuestiones filosóficas y metafísicas, para poder vivir y existir, vivir y sobrevivir. Todo esto es lo que nos jugamos. La humanidad, el ser humano, la especie humana ha llegado a alcanzar un poder tecnológico y científico enorme, y también demográfico. Por tanto, ¿nos enfrentamos a retos e hitos como jamás hemos tenido? Entre otros podemos extinguirnos a nosotros mismos… Llevamos setenta años con la posibilidad de hacernos desaparecer como especie a nosotros mismos. Este hito o variable o constante es suficiente para plantearnos enormes y graves cuestiones, es decir, de fundamentación filosófica y antropológica, especialmente metafísica y moral.

El ser humano, entre otras grandes cuestiones, tiene que llegar a ponderar y valorar y fundamentar, unas normas morales éticas universales, o al menos, que la inmensidad de la población, ideologías-filosofías-culturas-religiones estén de acuerdo, para que estos pilares-fundamentos sean la base de “crear todo el edificio social del mundo”, que sean los pilares para que todas las religiones-filosofías-culturas-comunidades-colectivos de la humanidad se puedan entender y comprender, tolerar y vivir y existir juntos en las mismas ciudades del mundo. Porque de lo contrario las consecuencias podrían ser imprevisibles e impredecibles, incluso la propia extinción del género humano o someternos a tan graves y grandes contradicciones y sufrimientos con consecuencias nefastas.

Cuando estamos hablando del bien y del mal, del bien y del mal, objetivos o reales, con todas las matizaciones y ponderaciones que quieran, nos estamos enfrentando no solo al bien o al mal, individual y colectivo, sino a la propia supervivencia humana individual y colectiva. Sin olvidar a la propia eternidad personal y de la humanidad, si admitimos, aunque sea como posibilidad que exista una Eternidad después del propio fallecimiento individual.

Es triste, tristísimo, percibir y ver tantas veces, que personas de buena voluntad, diríamos buenas, en sentido estricto, sin ser perfectas, son tomadas por los demás, incluso por los cercanos como personas malas y de mala voluntad, a y en algunos sentidos.

Es enormemente injusto que personas, que siempre han intentado hacer el bien, y que a lo sumo, se han defendido como han podido del mal y de los males, por unas razones y otras, los de alrededor, cercanos o menos cercanos, tomen a esa persona como de un valor moral inferior. E incluso se le silencie y se le margine. Cuántas veces, estamos asistiendo a ese espectáculo, en las entidades familiares, en sentido amplio, en los trabajos, etc.

Y en cambio las personas menos buenas, de peor buena voluntad, porque tienen relaciones de afectividad más poderosas entre los miembros diversos y diferentes de esas entidades, o porque saben mejor utilizar el lenguaje, o porque sean más extrovertidos, son tenidos como personas mejores y más buenas, y más valoradas y más estimadas y más queridas, e incluso alcanzan, niveles más altos de progreso social, económico, etc. Más que las personas de verdad, de mejor y buena voluntad.

Este es un aspecto del problema del bien y del mal, que raramente se indica o se expresa o se dice o se admite. La persona de buena voluntad, muchas veces, en diversas entidades sociales, en las que nos movemos los seres humanos, queda peor, e incluso es considerada peor, que la persona de peor buena voluntad. Incluso los errores morales objetivos de las personas de peor voluntad y moralidad, es admisible mejor esos errores, que otras personas, que han intentado y llevado a la práctica una mejor moralidad.

Este es una variedad del problema antiquísimo de Job, que a veces, denomino el síndrome de Job. Y del relativismo del bien o del mal, o del no objetivismo del bien y del mal, en la formulación actual, de estos dos últimos siglos.

Existe un grave problema moral, estimo en la humanidad actual. Primero hay que fijar lo mejor posible, lo que es el bien y el mal, el bien y el no-bien. Al menos teóricamente, con todos los matices necesarios. Fijado el bien, hay que enseñar a los individuos como conseguir ese bien y como rechazar ese mal. Ideas y prácticas para eso. En tercer lugar, que el ser humano, individual y colectivo, que sepa y conozca lo que es el bien objetivo, y segundo se le enseñe como conseguirlo, quiera encaminarse hacia ese bien. Es decir, el primer paso, es que la obesidad, desde el punto de vista biomédico no es buena para múltiples funciones. Segundo, métodos e ideas para conseguir no caer en ella, o salir de ella. Tercero, que el individuo o la colectividad, quiera seriamente ponerse con voluntad y libertad y responsabilidad, quiera y desee alcanzar ese fin. Paz y bien. @mundiario

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