Cuando no todo es ego en el fútbol: el caso de Lucas Leiva

Lucas Leiva. / RR SS
Lucas Leiva. / RR SS

El fútbol de hoy está plagado de estrellas, egos enormes, grandes fortunas, éxitos dentro y fuera de la cancha. Pero no todo lo que brilla es oro, y a veces el más callado puede ser el mejor de la clase. 

Cuando no todo es ego en el fútbol: el caso de Lucas Leiva

La publicidad y el perfil de niño bonito pesan, y pueden catapultar a un jugador a pesar de que su juego deje mucho que desear.

Para muchos al día de hoy incluso el amo y señor del fútbol mundial, Leo Messi, ha sucumbido a la lógica que dicta el look, a esa prisión de las tendencias. Hoy se pinta el pelo, luce tatuajes, y una imagen que evidentemente ha sido adaptada a la moda y que le hace más digerible que aquel chico de mirada perdida y juego monstruoso. Al menos en él, ese cambio no ha representado una baja de juego, como en otros a lo largo de los años.

Y en una época en que la gente se toma fotos por cualquier cosa, y en el que las redes sociales hacen sentir amados a los que andan de autoestima baja, los futbolistas son los que más han explotado el ruedo de la fama rápida de las redes sociales y el glamour. Pero los hay los menos, los que con un perfil bajo se han mantenido vigentes por años, y los que siguen representando la masculinidad y el verdadero heroísmo del fútbol.

Entre ellos contamos a Lucas Leiva. Pocos lo recuerdan pero Lucas es un futbolista brasileño que se desempeña como centrocampista defensivo en la Lazio y en la selección brasileña. Lucas comenzó su carrera como uno de esos famosos mediocampistas box-to-box en el Grêmio de Brasil. En julio de 2007 se mudó al Liverpool, en donde se convertiría en uno de los principales centrocampistas defensivos de la Liga Premier.

Lucas hizo más de 300 apariciones para el club y ganó la Copa de la Liga en 2012. Entre los años 2010 y 2016 Lucas lideró la Premier League en recuperaciones por partido cinco veces en seis temporadas. A Lucas, de 30 años, le alcanzado para fichar por la Lazio en la ventana de transferencia del verano de 2017, después de 10 temporadas con el mítico Liverpool. Nada, pero nada desdeñable. 

Lucas Leiva es precisamente el prototipo opuesto a un Cristiano Ronaldo (en fama y ego), y más cercano a Toni Kroos. Sobrio, silencioso y efectivo. Lucas tuvo sus momentos difíciles en Liverpool, pero ha logrado darles la vuelta en cada ocasión. Desde los tiempos en que había abucheos en Anfield y cuando se prefirió a un jugador de mayor nombre bajo el mando Rafa Benítez, hasta el momento en el que Christian Purslow le dio a Roy Hodgson una lista de transferibles en la que aparecía Lucas. 

¿Por qué se ha ido de Anfield entonces? Básicamente porque tenía una ardiente ambición. El tiempo del brasileño en el club no había traído el número de títulos que había previsto al llegar en 2007, pero había un objetivo que estaba decidido a cumplir: iba a llegar a 10 años como jugador del Liverpool. Pocos esperaban que llegara ahí. En 2010, podría haber firmado con el Inter de Milán, pero la jerarquía del vestuario del Liverpool se impuso y Lucas permaneció en sus filas.

A pesar de su repentino cambio, hay que decir que a Lucas le encantaba vivir en Merseyside, encontrar un bistro local capaz de cocinar su plato favorito de dos quesadillas para recordarle su propio hogar en Brasil. Su actitud era contagiosa, bromista en el vestuario y leal en la cancha, alguien siempre dispuesto a ayudar. Era muy querido por los fanáticos y su decisión sorprendió, pero no ha sido recriminada. Lo que más aprecia el hincha de Anfield es la capacidad de remangarse y trabajar duro, algo que el buen Lucas hizo de sobra. 

Nada lo hacía sentir más orgulloso que jugar para el Liverpool. Y nada le dio más satisfacción que hacerlo durante una década. 

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