Con el deber cumplido

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Urnas.

He leído en primera página del ABC de hoy, mientras me tomaba un exquisito café sólo en terraza de mi barrio con nombre cambiado (‘La-lola’ se llama ahora, vamos qué...), que más de cien mil personas con “discapacidad intelectual” demostrada y diagnosticada, también pueden votar. Tendré que tocar el tema un día de estos. Aunque salga molido a palos y caído de cien burros.

Con el deber cumplido, o eso dicen que es cumplir con mi deber de demócrata de toda la vida: votar.

A las 07.42 horas ‘ante meridiem’ y después de hacer mis preceptivas oraciones matutinas así como leer las últimas noticias sobre mi oficio (amén de mis abluciones despejadoras), en mañana risueña y bañada de sol, con discreto viento fuerza tres de mistral, saludo a la mañana y me coloco en mi colegio electoral dispuesto a dar el callo y comentar a la autoridad competente -que todavía no había llegado – que estaba a sus órdenes para presidir la mesa donde tuviera a bien enfrascarme. Impasible el ademán y sin luceros que me hicieran guardia.

Como solo estábamos cuatro gatos mal encarados ante puertas cerradas, pues nos ponemos a cascar de que parecía que ya estaba escampando y que prometía esplendido día primaveral y todas esas cosas de que se hablan en todo ascensor que se precie de serlo.

07.55. Acude la autoridad competente -o eso dice ser- y cataplás... adentro buscando la mesa que a cada cual de los cuatro gatos nos correspondía y presentándole el papelajo donde especificaba cuál era nuestra posición tan altamente honorable en tal mesa.

Especificaré, previamente a mis siguientes frases, que en la noche de vísperas, dediqué más de quince minutos de reloj en hacer un pelele que representase al Murphy ese, que tanto me detesta (o me ama, según se mire) siguiendo estrictamente las reglas “kabyes” y en lengua ‘gurnusi’ - como debe ser, ya que en otro caso el conjuro podría fallar y no estaba uno para tales malogros- y pinchándole al pelele de marras con cañas de bambú suficientemente dañinas y afiladas que me había agenciado en el ‘amazone’ ese (o en el eBay o... no me acuerdo ya) por todos los sitios, incluidos los pudendos y umbilicales, para que me librase de tan excelso honor presidencialista. No es que uno sea muy creyente de esos tales rituales, pero ¡oye! si hay que probar, se prueba y... si cuela... cuela. ¡Y coló! ¡Vaya que si coló!.

Me salió bien el hechizo por lo visto; claro que mi empeño fue insuperable y el Murphy ese, me dejó en paz por una vez.

Resulta que, una vez apelada a la autoridad competente, la enfermedad que padecía (y que ya escribí en el artículo “Por si cuela…” y que ahora no me acuerdo de su nombre, ni falta que hace que para eso me la inventé) pues estaba justo a mi vera derecha una hermosa zagala con gafas de pasta negra y olor a jazmín recién fluido (o así me pareció a mi) que resultó ser la ‘presidenta suplente’, y a la que le hacía tremenda ilusión presidir la mesa electoral.

Como no podía ser de otra forma, amable y cortésmente – qué menos – le cedí todos los honores que tan sublime cargo conlleva.

“Nada, nada...quédese usted con todos los honores que por arte de birlibirloque me corresponden y que dada mi innata indulgencia para con el prójimo más competente, me siento obligado a ceder el puesto a sus honradas ilusiones de presidir la mesa que tanto honor confiere. Pues faltaría más...” Díjele yo a tan abnegada señorita (o señora, que no llegué a preguntárselo).

La autoridad competente aceptó el cambio a cambio de que no me alejase de la ciudad. Humildemente acepté.

Y salí pitando del local en puros vivas y bailando en sobrios saltos unas muñeiras con algún que otro toque de sardana del Alto Penedés.

Pero, no todo va a ser felicidad y ventura, pues me ha fastidiado un kilo el no acordarme del nombre ni la facha de la señorita que tan insistentemente tocó mi estridente timbre para darme la buena nueva de mi elección como presidente y así poder refregarselo por todos los morros.

¡Mira que no hacerme un selfie con tan espléndida dama! Con lo guay que queda eso…

Y aquí me hallo. Escribiendo estas letras. Relleno de alegría y plenitud por haber hecho feliz a toda una ‘presidenta suplente’.

Ya he votado. Removiendo todos y cada uno de mis sesos, he optado por el “voto útil”. Que no sé que es eso del “voto útil”, la verdad...pero lo he usado. Para que no sé diga.

Esta vez, en la ‘hoja sepia’ se podía poner una cruz en los que te resultasen más simpáticos – o menos tostonazos -, lo que ya es algo para los que somos acorrimos defensores de las “listas abiertas”. Yo he puesto solo una cruz, que no quería ser muy acaparador.

En la “hoja blanca”, no lo he hecho en blanco. Me han dicho una serie de cosas acerca del “voto en blanco no computable” que ni paqué. No es que me haya enterado mucho del tema, pero por si acaso. He votado lo mismo que en las últimas elecciones que me tocó votar – autonómicas, me parece.

(Por cierto, señor Garcia-Page.. .usted y yo tenemos que hablar muy seriamente acerca de supuestos logros y tremendas desdichas en cuatro años de administración. ¿La semana que viene? Yo no tengo reuniones... ya me dice usted día y hora, que uno es patológicamente puntual).

Pero votar, he votado. Cumpliendo así –según todos los sabihondos de los que incesantemente me rodeo– con el deber de todo demócrata de toda la vida.

He leído en primera página del ABC, de hoy, mientras me tomaba un exquisito café sólo en terraza de mi barrio con nombre cambiado (‘La-lola’ se llama ahora, vamos qué...), que más de cien mil personas con “discapacidad intelectual” demostrada y diagnosticada, también pueden votar. Tendré que tocar el tema un día de estos. Aunque salga molido a palos y caído de cien burros.

A lo que iba… “Con el deber cumplido” .

Y ahora, que gane el mejor –que son todos todítos todos- o el que san Pedro haya bendecido, que yo al pelele de mi Murphy ya lo he terminado de quemar en mi cocina de gas butano... que está por las nubes. ¡Menudo pestazo he armado! @mundiario

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