Chalecos amarillos, independentistas, Vox y la ola de descontento plural

Protesta de los chalecos amarillos. / RT
Protesta de los chalecos amarillos. / RT

No son hechos aislados, sino el mismo fenómeno con distintas expresiones según los lugares. Sería conveniente algo más de reflexión en las grandes organizaciones políticas. Tal vez también de pragmatismo. Instituciones que no terminan de funcionar al ritmo de los tiempos. Mientras los efectos de la crisis son tangibles: bajos salarios, precariedad, empeoramiento del nivel de vida y, en especial, pésimas expectativas.

Chalecos amarillos, independentistas, Vox y la ola de descontento plural

Violentos choques en París, Bruselas, Toulouse, Burdeos y otras ciudades en la jornada del sábado, superiores a los ya habidos durante los últimos tres fines de semana. Carreteras cortadas en muchos lugares. Grupos violentos desbordando el sentido inicial de las protestas, algo inevitable cuando apenas existe organización convocante. Represión policial contundente. Las imágenes del centro de París, con los comercios protegidos por tablas similares a las empleadas contra los huracanes, acrecientan la sensación de drama. Las autoridades, en forma desusada, han elevado la tensión al máximo, tal vez para justificar el enorme dispositivo policial.

Las protestas no tienen unas reivindicaciones claras. Asuntos concretos, como el rechazo a la subida del precio de los carburantes para combatir el cambio climático, se suman al rechazo creciente a las instituciones políticas. Las demandas de la Francia interior se suman a los movimientos antisistema. Un malestar general de la clase media, fuertemente empobrecida por la crisis económica reciente y, según algunos intérpretes cualificados, en crisis cultural de valores y de hegemonía. El malestar se vuelve contra el mundo político, acusado de insensibilidad y contra las instituciones comunitarias, excusa habitual de las autoridades nacionales. Las consecuencias electorales en las próximas elecciones de mayo, pueden ser muy serias. De hecho sólo los partidos más radicales de la política francesa, a izquierda y derecha, están contentos.

En Cataluña los CDR han reaccionado airadamente contra el Ejecutivo catalán, que osó reprimir sendas manifestaciones, que culminaron con actos violentos, en Tarrasa y Gerona. Torra, que ya en su día alentó a los CDR “a apretar”, ha censurado a su propia policía y exigido cambios. Quizás por eso cuando los citados Comités han cortado la autopista A-7 el pasado sábado, la policía no ha intervenido.

En Andalucía, Podemos ha lanzado a la calle a jóvenes para protestar por los resultados, como si ellos mismos no tuviesen responsabilidad alguna en lo ocurrido. El nuevo partido, Vox, ha irrumpido con estrépito y los demás “le están haciendo la ola”.

No son hechos aislados, sino el mismo fenómeno con distintas expresiones según los lugares. Dirigentes políticos pero también económicos, alejados de la realidad, con discursos tan ambiciosos como irreales, un poder extraño en Bruselas, que al parecer manda sin control, pues bien se guardan los Gobiernos de hacerse corresponsables por más que lo sean en grado sumo, eso sí colegiadamente. Instituciones que no terminan de funcionar al ritmo de los tiempos. Mientras los efectos de la crisis son tangibles: bajos salarios, precariedad, empeoramiento del nivel de vida y, en especial, pésimas expectativas.

El paisaje social y político ha mutado. Territorialmente, siendo ya visibles las zonas con mayor decadencia, generacionalmente, en perjuicio de las personas más jóvenes y sociológicamente en perjuicio de las rentas más bajas, esto último es una constante histórica.

Quien alce la voz sobre ese estado de cosas no necesita ofrecer soluciones. Basta por el momento con recoger el descontento, aglutinarlo, moldearlo, ofrecerle un objetivo. Lo ha hecho Vox con los peores recursos posibles: despreciados, con dirigentes increíbles, con discursos penosos. No importaba porque representaban en ese momento una identificación. Es probable que les hayan votado personas de procedencia muy diversa y con preocupaciones muy dispares. Simplemente han sido el catalizador de un malestar profundo.

Con la sucesión de elecciones que tenemos a la vista, europeas, municipales, autonómicas en trece comunidades, generales, probablemente autonómicas en Cataluña, sería conveniente algo más de reflexión en las grandes organizaciones políticas. También de pragmatismo. En Alemania, la CDU que ha perdido un millón de votos en favor de la extrema derecha, ha elegido una nueva dirigente y una línea centrista y moderada dentro de su espectro ideológico. En España las posiciones políticas se han polarizado en extremo durante los últimos años, dejando un vacío precisamente en la posición moderada, que tradicionalmente decanta los resultados.

Mientras Vox ocupe obsesivamente los discursos, no queda espacio para pensar en quienes les han votado y en recuperarlos antes de que su ejemplo se multiplique. @mundiario

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