El camino sólido del PSOE pasa por afrontar la crisis y presentar alternativas en Europa

Susana Díaz y Pedro Sánchez.
Susana Díaz y Pedro Sánchez.

Si el PSOE quiere recuperar con firmeza la hegemonía política en el ámbito del centro-izquierda tiene que saber estar por encima de ciertos avatares, con un proyecto sólido e inteligible, abandonando complejos.

El camino sólido del PSOE pasa por afrontar la crisis y presentar alternativas en Europa

Los socialistas valencianos, baleares y aragoneses intentaron un plan para que los resultados del 26-J rompieran la mayoría de bloqueo en el Senado de la que presumió Rajoy el propio 20-D. Nada nuevo, por otra parte, ya que el PSOE ya ha participado en fórmulas de entendimiento en el Senado en otras ocasiones, y no con mal resultado. Pero bastó con que el olfato llamémoslo “de oportunidad” de Iglesias Turrión viera que podría apuntarse un tanto tomando en ese terreno la delantera, para que Pedro Sánchez diera un portazo a tal posibilidad.

Me atrevo a decir que ha sido un error de múltiples consecuencias. Pero también con diversas causas que conforman el paisaje de los fantasmas interiores del socialismo en estos momentos. Fantasmas y complejos.

La principal consecuencia es haber dejado al acaso lo que podría haber sido una opción más que segura: lograr una mayoría absoluta en el Senado que hubiera eliminado, cuando menos, un obstáculo importante para plantear un inicio de reforma de la Constitución. Y que hubiera eliminado obstáculos para la acción de cualquier gobierno progresista. Un logro indiscutible con la concentración de más de diez millones de votos. Pero hay otras consecuencias negativas, que no se pueden pasar por alto. La principal, la imagen de inseguridad que transmite un PSOE que duda de su propia identidad y consistencia. La segunda, el espectáculo de división que ofrece ante la sociedad. La tercera, el aparecer ante una parte del electorado como el que impide una mayoría institucional de Izquierdas.

Con un entendimiento en toda España para lograr una mayoría de izquierdas en el Senado nadie podría acusarlo de frentismo extremista. En primer lugar, porque estaría respondiendo a la amenaza de bloqueo que Rajoy ha lanzado de forma reiterada. En segundo lugar, porque estaría facilitando gobernabilidad, y abrir camino hacia la reforma de la Constitución, que ha sido el primero en preconizar. En tercer lugar, porque no sería la primera vez que ha abordado una confrontación electoral con alianzas semejantes. Y habría asumido el papel de liderazgo en la tarea de abrir el camino –como siempre lo ha hecho- para esa profundización de la democracia.

Pero el principal error estriba en las causas de esa negativa. Hay una importante desorientación sobre su propia identidad. Demasiados asesores áulicos mirando la oportunidad electoralista, que impiden considerar una verdad rotunda: si tienes un proyecto político claro y realista en el que crees y eres capaz de defenderlo con convicción y pedagogía, los votos los obtendrás por añadidura. Y el PSOE está afrontando con titubeos y complejos la construcción y el relato de su propio proyecto político. Piensa tal vez que ha de “hacerse perdonar” determinadas medidas adoptadas por Zapatero al filo de la crisis. Cuando lo único que tiene que hacer es superarlas con un proyecto que rectifique errores, y construir un camino sólido para afrontar las consecuencias de la crisis y para presentar alternativas en Europa.

Otro error importante es el de la pretensión de algunos de sus líderes de serlo a través del mero control del aparato partidista. Y los liderazgos en la Sociedad se construyen sobre la capacidad de dar alternativas que sean comprendidas y aceptadas. Y con un Pedro Sánchez y una Susana Díaz mirándose de reojo para ver quién controla más y quién dispara primero, el PSOE se ve abocado al titubeo permanente, al miedo a que “el contrario” aproveche las propias equivocaciones para quitarte el sitio. Al final, por ese procedimiento, se terminan anteponiendo los intereses personales a los intereses del partido y de la sociedad.

Para hacer política con mayúscula no se puede estar al socaire de lo que a cada uno le parece que le va mejor para su propia fiesta. Ya sabemos que a Susana Díaz no le hace gracia un acuerdo con Podemos, porque en Andalucía le ha tocado en (mala) suerte lo más sectario de esa formación: el liderazgo del sector llamado “anticapitalista”. Pero eso no puede condicionar un rechazo visceral permanente de cualquier tipo de confluencia.

Ya sabemos que Podemos no deja de ser un conglomerado que –a pesar de los votos conseguidos hasta ahora- tiende a proponer en cada sitio políticas diferentes. Y eso hace muy difícil un acuerdo general coherente. También sabemos que su líder es ambicioso y oportunista…

Pero si el PSOE quiere recuperar con firmeza la hegemonía política en el ámbito del centro-izquierda tiene que saber estar por encima de todos esos avatares, con un proyecto sólido e inteligible, abandonando complejos, sobre la base de que hasta ahora ha sido el partido que más ha contribuido a construir nuestro Estado Social de Derecho. Pero también desde la realidad de que de nada valen las glorias del pasado si no se es capaz de proponer una Política para el futuro. Y para ello, Pedro Sánchez y sus asesores deberían abandonar el prurito del marketing electoral de gestos y fichajes “estrella”, y dedicar más esfuerzo a una tarea de pedagogía social y de construcción del propio partido, y a una presencia más efectiva en la Sociedad a la que debe representar.

Más realismo, más sinceridad, más sencillez, más decisión, y menos postureo.

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