Cameron, un posible referente para los cuatro grandes partidos españoles

David Cameron. / Twitter
David Cameron. / Twitter

Este domingo aún no se ha producido la independencia de Cataluña, pero sí se han dado las condiciones para que sus defensores sigan avanzando por ese camino.

Cameron, un posible referente para los cuatro grandes partidos españoles

Este domingo aún no se ha producido la independencia de Cataluña, pero sí se han dado las condiciones para que sus defensores sigan avanzando por ese camino.

No conozco ningún país, salvo España, en el que ante un reto separatista los partidos nacionales no respondan sólidamente unidos. Aquí, en cambio, ya vemos: lo único que les importa es apropiarse cada uno de ellos de la cuota de poder que les quede mientras que los secesionistas avanzan imparables.

Ésa es mi interpretación del resultado electoral catalán y del llamado proceso soberanista que nos ha llevado a él. Lo cierto es que la mitad de los votantes del principado está por la independencia, cuando al aprobarse la Constitución de 1978 sólo había un 2 por ciento de independentistas. Las querellas de PP y PSOE sobre Cataluña, mientras entregaban los resortes del poder autonómico a Jordi Pujol y sus epígonos, nos ha conducido a un escenario irreversible.

¿Cuál es la solución? ¿Qué futuro nos espera a unos y otros?

Desde luego, no es de recibo hacer como si nada ha pasado, que es la reiterada y suicida actitud de Mariano Rajoy. Tampoco el repetir como un mantra que hay que hacer una Constitución federal, como porfía sin dar más explicaciones el partido de Pedro Sánchez. Si algo odian tanto los independentistas como la uniformidad política es el federalismo que iguala a los distintos Estados federales: ellos quieren ser distintos del resto y no equiparables a otras regiones.

Por eso, si no hay un gran pacto nacional, las próximas elecciones generales en vez de paliar el problema servirán para agrandar la desafección de Cataluña del resto de España. Porque no hay que engañarse: este domingo aún no se ha producido la independencia del Principado, pero sí se han dado las condiciones para que sus defensores sigan avanzando por ese camino.

Por eso, insisto, los grandes partidos (los dos tradicionales, más eventualmente los emergentes de Ciudadanos y Podemos) deberían acordar una reforma de la Constitución para que, como hizo David Cameron en Gran Bretaña, consulte “de verdad” qué quieren hacer los catalanes con su destino. Lo más probable es que, al igual que los escoceses, ante la tesitura “real” de quedarse a la intemperie política y económica, prefieran su cómoda situación actual a cualquier arriesgada y peligrosa utopía.

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