Este callejón de relatos izquierda/derecha no tiene salida

Iñaki Gabilondo. / La Sexta
Iñaki Gabilondo. / La Sexta

Aquí no está en juego la estabilidad institucional, sino la integridad de ese todo indeciso y diverso a lo que llamamos España. Y frente al desafío unilateral independentista: “¡0 referéndum o referéndum!”, ¿recuerdas?, me da la sensación de que solo nos queda un as en la manga: O elecciones o elecciones...

Este callejón de relatos izquierda/derecha no tiene salida

Ha cogido Iñaki Gabilondo, le han subido al púlpito semanal de la Sexta, esa factoría audiovisual de buenos y de malos en cadena, y ha llenado la noche del sábado de dogmas de fe, excomuniones y sermones de la montaña.

Los vascos, es que tienen esa impronta eclesiástica a lo Francisco Javier, Ignacio de Loyola y Xabier Arzallus, a ver si me entiendes, con ese RH que lo mismo desemboca en una Teología de La Liberación con grupos armados con sotana, que en otra con civiles armados de pistolas, subfusiles y carabinas adaptadas a las balas del Nueve Parabellum.

Hubo un tiempo en el que yo, ¡ingenuo de mi!, creía que a esos chicarrones del Norte les gustaba levantar piedras, cortar troncos de árboles, improvisar armoniosos coros en las tabernas o agotar las existencias de chuletas de buey de toda la geografía nacional, convenientemente regadas con chacolí.

Pero la historia ha ido demostrando que, lo que de verdad les mola, a veces con razón y a veces sin ella, es liberar a granel: a España de Isabel II, a Centroamérica de dictadores, Al Euzkadi Buru Batzar de la mosca cojonera de Albert Rivera, a Euzkalerría de las nocivas influencias de los habitantes del resto del Estado y, claro, a los etarras, sus paisanos que coincidían en el fin, aunque discrepasen en los medios, de esas dichosas cárceles en las que les mantienen injustamente recluidos, ¡que no hay derecho, hombre!, total por la menudencia de segar la vida o destrozársela a un millar de hombres, mujeres y niños, ya ausentes, o miles de familiares y amigos todavía presentes y, eso sí, con el atenuante, expresado o interiorizado, de haberlo hecho por la causa.

Las causas es lo que tienen, oye. Que se empiezan exponiendo en los púlpitos, impregnan la docencia de las ikastolas, dejan las cándidas inocencias de los chiquillos marcadas por el odio y, cuando los efectos se pasan de frenada, no hay discreto encanto de la burguesía, o sea PNVs, que las devuelvan a los buenos rediles. O sea, las carga el diablo.

La buena prensa de la que disfruta, por ejemplo, Aitor Esteban, el sereno, el conciliador, el sibilino portavoz de ahí arriba, urdidor de Gobiernos del Estado, je, de un Estado del que quieren separarse (asunto que no me negarán ustedes que tiene su coña), se parece un horror a la buena acogida de los Curro Jiménez en la Sierra Morena, dicho sea sin ánimo de establecer odiosas comparaciones.

Con razón los de ahí arriba, con sus ochos apellidos vascos y maketos exorcizados, jamás han utilizado el mantra del nacionalismo catalán, “España nos roba” ¡Hasta ahí podrían llegar las bromas! Porque, claro, con eso del Cupo y la cosa y los indicadores económicos que, año tras año, insisten en que les va de cine, la única duda razonable que podría surgir es la contraria, aunque solo sea porque el que parte y reparte, ya se sabe, se lleva la mejor parte.

Pero, bueno, a lo que íbamos. Al sermón que nos soltó el otro día Iñaki Gabilondo en la Sexta. Por supuesto que a nadie le suena bien lo que dicen que ha hecho Plácido Domingo, como a nadie le sonó bien, en su momento, lo que decían que habían hecho las pobres brujas de Salem. Y como de los errores de los juicios precipitados se aprende, y las sociedades escarmientan y crean antídotos contra si mismas, introdujimos la presunción de inocencia para tratar de evitar jaurías humanas físicas, orales y, a ser posible, on line.

Luego, Iñaki, en su sabiduría metafísica, se convirtió en intérprete del sentimiento nacional y nos desveló que los españoles no queríamos repetición de elecciones. Hombre, llevo meses diciendo que, precisamente los españoles, tras los dichosos 40 años de paz franquista de infausto recuerdo e inactividad electoral, no somos los mas indicados para padecer un empacho de urnas. A continuación matizó su profecía aludiendo a una desmotivación del electorado de izquierdas. ¿Pero qué clase de electorado de izquierdas cree este señor que hay en España, eh? ¿Unos pasotas indolentes?, ¿una banda de vagos democráticos?, ¿un colectivo de marxistas-grouchistas de esos que exponen sus ideas y, si no les gustan o no las acatan un tal Pedro Sánchez y un tal Pablo Iglesias, de repente tienen otras? ¡Qué poco confía la izquierda intelectual en la izquierda popular, oye!

Y ya, como guinda del pastel, señaló a Albert Rivera como responsable de un atentado contra la estabilidad institucional. Francamente, señoras y señores, hacer un brindis al sol de la estabilidad con la eventualidad de un pacto o la abstención de Ciudadanos, podría ser el argumento del próximo libro de Harry Potter. Y no te digo nada de las esperanzas de estabilidad que puede ofrecer un gobierno formado a base de remiendos social-podemitas, cosidos parlamentariamente con hilos burgoindependentistas, kaleborrokistas y resto de respetables animales, racionales, naturalmente, de compañía, y con la sentencia de los políticos presos a la vuelta de la esquina.

A mis escasas luces, llevamos unos cuantos meses con relatos de ciencia ficción y va siendo hora de aceptar la cruda realidad: o elecciones o elecciones. Entre otras cosas, además de por pura higiene democrática, para que ningún Torra, ningún Tarda, ningún pretendiente al divorcio con lo que llaman despectivamente el resto del Estado, encuentre caldo de cultivo para volver a desafiarnos unilateralmente desde la Tribuna del Congreso: ¡o Referéndum o Referéndum! ¡Va a ser que no, Honorables Lendakaris...! @mundiario

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