En busca del punto de inflexión

Covid-19. / Pixabay
Covid-19. / Pixabay

Tenemos la sensación de haber tocado fondo, de que todo va mal o incluso peor, de que no hay solución. La Historia nos enseña sin embargo que siempre se sale; de esta también.

En busca del punto de inflexión

Esta colaboración se iba a llamar primero “El peor verano de nuestras vidas”; después, “A la espera del punto de inflexión”. Por fin, se titulará como ustedes pueden leer. No se trata tanto de un homenaje a Proust como a Thomas J. Leonard, considerado uno de los padres del personal coaching

¿Quién nos iba a decir cuando despedíamos 2019 que 2020, tan redondo que se presentaba, sería el año de las catástrofes? La principal, la pandemia de la covid19, la catástrofe más visible e imprevisible, más estudiada y temida, nos está hundiendo la moral a unas/os, y la salud a otras/os. Hemos perdido la confianza individual y también la colectiva. No nos fiamos ni de los científicos, mucho menos de los vecinos del cuarto. Tampoco confiamos en el futuro que entendemos más como amenaza o incluso condena que como horizonte o esperanza.

La pandemia propició una crisis económica de unas dimensiones que pocos supieron estimar (un servidor no se encuentra entre ellos, desde luego). En estos momentos, ni siquiera esos pocos se atreven a dimensionar el boquete. Sabemos que miles de negocios y pequeñas empresas han echado el cierre. Que la mayoría de autónomos las están pasando canutas. Que entre quiebras, ERTEs y despidos, los nuevos desempleados superan el millón. Que personas hasta hace poco medianamente solventes, han tenido que recurrir al ingreso mínimo vital, a la venta de propiedades de cualquier valor o, con la mirada en el suelo, a la compasión o el altruismo de sus congéneres. Sí, una auténtica catástrofe social.

Lo desveló crudamente la crisis del 29 (inversores lanzándose desde las ventanas de Wall Street): lo económico y lo financiero están unidos en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza. Si la economía es una calamidad, las finanzas no se quedan atrás. Muchos préstamos/créditos no podrán pagarse con la consecuencia evidente y directa sobre la morosidad bancaria. Los activos financieros aumentarán su riesgo, los inversores temerosos huirán de los mercados (¡todos a comprar oro!) y los activos perderán valor. Los Estados serán los únicos emisores dispuestos a recurrir a la financiación externa, Estados en su mayoría con unos niveles de deuda pública insólitos por alarmantes. ¿Cómo se detiene este torbellino pernicioso?

Si usted vive como yo, en Galicia, el mes pasado habrá tenido la oportunidad de votar. Elegimos continuar cavando nuestra fosa. Seguramente conozcan la frase popular, casi podríamos decir el axioma: si estás dentro de un pozo (un hoyo también vale), lo más importante que debes hacer es dejar de cavar. Tras once años de parálisis, de pérdida de identidad, de renuncia a las capacidades propias, de continua desvalorización del país, precisábamos una mudanza total. Y decidimos seguir cavando. Más que una catástrofe, un harakiri.

Finalmente y para concretar, si habita usted las comarcas cantábricas de Galicia, habrá vivido posiblemente el verano menos veraniego de la historia meteorológica conocida por estas latitudes. El déficit lastimero de sol y temperatura combinado con el excedente obstinado de viento y nubosidad han supuesto un castigo, yo creo que inmerecido pese a todo, a sumar a las catástrofes anteriores. Pueden calcular ustedes el estado de ánimo promedio que palpita en nuestras aldeas, pueblos y ciudades.

Los ciclos se van alternando, como en aquel sueño del faraón sobre vacas gordas y vacas flacas que recoge el Génesis. A veces los cambios de orientación se adivinan desde la distancia; son los famosos brotes verdes. En otras ocasiones, un factor puede incidir desde cualquier rincón o disciplina (¿será la vacuna esta vez?). Thomas J. Leonard probablemente nos aconsejaría tomar la delantera y convertirnos –la propia ciudadanía–  en ese elemento transgresor. Si conseguimos tornar nuestro estado depresivo en una actitud estimulante, habremos aportado algo a favor del cambio. Para ello, muchas cosas nos pueden servir: una simple imagen, una canción, un encuentro, una idea, un libro, un plan; hasta una casualidad. Estaría bien que cada una/o empezase a buscar cuanto antes su punto de inflexión. @mundiario

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