Bombardeo informativo de catástrofes, violaciones, asesinatos y dramas
Una persona atormentada. / Pixabay
Una persona atormentada. / Pixabay

Resulta también difícil de asumir sin que ello afecte a nuestra forma de vida y relación con los demás, incluido el poder. ¿Qué capacidad de sufrimiento somos capaces de soportar ante tanto dolor, peligro, tragedia…?

Bombardeo informativo de catástrofes, violaciones, asesinatos y dramas

Ya no solo sufrimos por lo que ocurre en nuestro entorno inmediato o cercano, el bombardeo de información que recibimos cada día a cada momento de asesinatos, violaciones, secuestros, enfermedades incurables, atropellos, atentados..., es de tal magnitud que una a veces se plantea vivir en la más absoluta ignorancia. En ese sentido, voy a compartir con ustedes algo que me ocurrió hace un mes cuando acompañé a mi hija de once años a casa de una compañera del colegio con la que había quedado para hacer los deberes en su casa, como en otras ocasiones; habitualmente timbramos, nos abre la puerta del portal y sube hasta un segundo piso. Pero ese día no subió sola, en cuanto le dí el beso de despedida en el portal me vino a la mente la noticia del asesinato de una niña de trece años a la que el vecino del primero de casa de sus abuelos había interceptado en las escaleras mientras bajaba a reunirse con su padre que la esperaba en al calle. ¿Conclusión? Subí con mi hija hasta la puerta de la casa de su amiga.

La semana pasada hablaba con mi marido de hacer el Camino de Santiago, de experiencias de gente que lo había hecho y la maravillosa experiencia qe vive el peregrino o peregrina al recorrer kilómetros en soledad. Enseguida me vino a la mente la peregrina norteamericana asesinada en un pueblo en Galicia. ¿Conclusión? Descarté la idea por arriesgada.

También podría comentarles la paranoia que tengo en los parques infantiles cuando veo a un varón solo, mirando a los niños durante largo tiempo o manipula su móvil y no sé si está haciendo fotos…

Comento todo esto porque yo no soy un persona que podrían llamar… miedosa, pero a raíz del bombardeo informativo que sufrimos desde hace tiempo reconozco, me reconozco, profundamente desconfiada. ¿Soy yo sola? Realmente, cualquier persona que como yo se siente ante el televisor al mediodía a ver las noticias ¿no se siente y con razón, dolorida e indefensa?

En apenas treinta minutos nos enteramos de que una banda de pederastas grababa a niños y difundía imágenes por internet, que ha desaparecido una niña, que ha a aparecido muerta una mujer con signos de violencia, que hubo un ataque terrorista, el yihadista era un ciudadano que llevaba años viviendo entre nosotros como un vecino más, un coche pierde el control del coche y atropella mortalmente a los peatones que caminaban por la acera con normalidad… o un grupo de niños permanecen atrapados en una cueva con riesgo para sus vidas... De verdad, en verdad les digo que si hay globalización de la economía, en la información creo que estamos sufriendo la globalización del miedo y del dolor.

No sé que capacidad de sufrimiento somos capaces de soportar ante tanto dolor, peligro, tragedia… Lo dicho: Ya no solo sufrimos por lo que ocurre en nuestro entorno inmediato o cercano, el bombardeo de información que recibimos cada día a cada momento de asesinatos, violaciones, secuestros, enfermedades incurables, atropellos, atentados..., es de tal magnitud que una a veces se plantea vivir en la más absoluta ignorancia solo por una cuestión de legítima defensa.

Y todo ello nos lleva irremediablemente a otra cuestión: la utilización del miedo, es decir, cómo los grupos de poder saben inocular el miedo en la población con el fin de erosionar su sensación de seguridad, y con ello hacer que –¿cómo decirlo?– seamos más laxos a la hora de permitir que nos recorten derechos con el fin de garantizarnos una seguridad que ellos han contribuido a minar con tanta información destructiva y tóxica.

¿Nunca se han preguntado si todo esto estuviera premeditado? Y si todo formara parte de un plan..., bueno, de eso ya hablaremos otro día con calma, sino terminaré pensando que, realmente, la ignorancia es la felicidad, y esa afirmación sí es peligrosa. ¿O no? @mundiario

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