Arturo Arias: ‘Guatemala es un país que expulsa a muchos de sus mejores cerebros’

Arturo Arias. / Adolfo Mazariegos
Arturo Arias. / A. Mazariegos

El escritor guatemalteco y actualmente profesor en la Universidad de California en Merced (Premio Nacional de Literatura 2008), nos habla de su obra y su vida.

Arturo Arias: ‘Guatemala es un país que expulsa a muchos de sus mejores cerebros’

Habíamos acordado reunirnos hacia el final de la tarde. Tomaríamos algo y conversaríamos un rato en la Librería Sophos de la ciudad de Guatemala, —aprovechando su estadía en el país por unos días―. La tarde estaba nublada. Cuando conducía a la altura de la Plazuela (Plaza) España, empezó a llover. El tráfico se hizo más denso y tedioso, producto también de la hora, así que inevitablemente llegué unos minutos tarde a la cita. Lo primero que hice fue ofrecerle una disculpa y preguntarle, sin preámbulo, algo que puede parecer trillado, pero que resulta  interesante escucharlo de un autor:

— ¿Cómo fueron los inicios literarios de Arturo Arias?

— Bueno, yo comencé a escribir prácticamente desde niño. Recuerdo que cuando tenía cinco o seis años, me gustaban mucho los cuentos, las narrativas. A los ocho años quise escribir una novela (desde luego no lo conseguí), creo que tendría —la novela— unas diez páginas, pero la intención ya estaba allí, era una fascinación que venía desde entonces. Una tía mía me contaba, inclusive, historias de los clásicos, y lo hacía de una forma muy amena. Yo era como una especie de grabadora que absorbía todo lo que la gente me contaba y también lo que leía y luego, de alguna manera, trataba de contarlo con mis propios cuentos. Mis compañeros de colegio, con quienes me he visto ya de adulto, me dicen que recuerdan cuando en el salón de clases a mí me pasaban al frente a leer lo que entonces escribía, porque de alguna manera mis cuentos les parecían entretenidos. Puedo decir que la literatura es algo que traigo desde adentro y desde hace mucho tiempo.

— ¿Qué significa para Arturo Arias, ser un escritor premiado y, en este caso, haber sido reconocido en su momento con el Premio Nacional de Literatura?

— Para mí es un gran honor porque, en el caso de ese premio en particular, es un reconocimiento de mi país. Los premios que yo he ganado los he ganado fuera (de Guatemala) lo cual me halaga porque implica un reconocimiento internacional y eso siempre es sabroso, pero hay un placer especial en ser reconocido en tu propio país. Si te acordás, existe aquel dicho de que nadie es profeta en su tierra, sin embargo, mi trabajo siempre ha tenido buena acogida acá, tengo muchos amigos que siempre han manifestado aprecio por mi obra, colegas con quienes me llevo muy bien, etc., por eso digo que para mi, tuvo un sabor especial recibir ese reconocimiento acá en Guatemala.

— ¿Recibir ese tipo de premios, conlleva responsabilidad para el autor?

— Yo asumo que sí, de alguna manera. En mi caso siempre he sentido responsabilidad en ello. Para mí, que empecé desde niño, simplemente disfrutando el placer de la narrativa y luego el placer de escribir, de contar, que era como un acto de magia y luego, ya de adulto, escribir venía vinculado con entender a Guatemala. Como vos sabés, el nuestro es un país difícil, y lo fue durante todo el período en que yo crecí (finales de los años setenta), las cosas estaban mal y se sentía una angustia que se acopló a mi escritura, mediante la cual, a manera de un mecanismo, yo utilizaba para tratar de entender qué era lo que estaba sucediendo en nuestro país. Y de alguna manera tratar de contribuir a desentrañarlo, explicarlo o mejorarlo, y eso también conlleva responsabilidad.

— Hace poco escuché una reflexión: “Guatemala es un país de desterrados”. Eso es algo muy duro. Siendo Arturo Arias un escritor de éxito que vive en el extranjero, cómo ves esa situación.

— Bueno, mucho antes ya lo dijo Luis Cardoza y Aragón: ser guatemalteco es ser apátrida. Ese es un dicho muy duro pero que lamentablemente no deja de ser cierto en buena medida. Como vos sabés, un buen número de guatemaltecos vive fuera, por ejemplo en California, sin contar todo Estados Unidos u otros puntos. Guatemala (y doloroso es decirlo), es un país que expulsa a muchos de sus mejores cerebros, pasa con músicos, con cantantes, con escritores, con profesores universitarios, con gente humilde que necesita trabajar y que aquí no encuentra el medio para desarrollarse, para darle ropa, techo, comida y una buena educación a sus hijos y por eso se van a trabajar a otro lado para poder hacerlo allá. Para mí, la nacionalidad no existe necesariamente entre las fronteras físicas, geográficas de este país, sino que es más bien una cuestión simbólica que está en todas partes. Uno se junta con guatemaltecos en otro país (como me ha pasado a mí, —por poner un ejemplo—, con Jaime Barrios Peña, por mencionar una persona concreta. El saca fotos de Guatemala, comida, empieza a hablar de Guatemala, saca un ron guatemalteco..., porque existe esa nostalgia por Guatemala, ese deseo de compartir aunque sea en una latitud tan aparentemente foránea como puede ser Suecia en este caso).

— Dentro de ese mismo contexto, ¿cómo ves a la literatura guatemalteca, fuera de Guatemala?

— Para mí, la literatura guatemalteca es una literatura riquísima, en todos los sentidos. Creo que es más fácil visualizarla fuera de Guatemala, en el sentido de que dentro, los que están dentro están en la lucha por publicar, por darse a conocer —en el caso de los escritores jóvenes—, porque no les hacen caso, porque hay uno o dos figurones que les hacen sombra y no les dejan destacar, porque tienen que trabajar para comer porque escribiendo se mueren de hambre y por lo tanto van dejando de escribir aún y cuando sea lo que quieren hacer, etc. Todo eso, a veces hace que la visión desde dentro se distorsione, por eso digo que viéndola desde afuera, se le puede apreciar mejor porque se le ve en conjunto. A mi me parece que la literatura guatemalteca es muy rica e innovadora, pero muy poco conocida internacionalmente (salvo excepciones que todos conocemos como Asturias, Tito Monterroso, Cardoza).

— Leyendo tus obras y particularmente "Después de las bombas" y "Sopa de caracol", surge la inquietud de preguntarte, ¿dónde y de qué manera entra la ideología en la obra de Arturo Arias?

— Creo que en toda buena novela (y quisiera pensar que las mías son parte de ello), la ideología está siempre subsumida al proyecto estético. En el momento en que domine la ideología deja de ser una buena novela y se vuelve un panfleto político, puede ser para bien, ha habido buenos panfletos políticos en la historia, pero ya deja de ser, como digo, una buena obra regida por el proyecto estético. Creo que todos los autores y autoras, tienen ideas que se articulan por medio de la expresión de diferentes ideologías, pero a la hora de sentarse a escribir, uno deja que lo lleve la obra (por lo menos en mi caso), claro que para no caer en extremos, soy franco en decir que, por ejemplo, no podría escribir una obra sobre un torturador y hacerlo aparecer como un héroe al que haya que celebrar. Lo que si puedo hacer es tratar de entender cómo funciona la mente de un personaje de ese tipo. Tratar de encontrar explicaciones que lo lleven a uno a novelar. Para mí, la ideología tiene que estar en un segundo plano, por lo menos en literatura como las novelas que he publicado hasta la fecha.

— Y hablando de esa motivación estética o de ese proyecto estético  ¿creés que ha cambiado si comparamos el primer libro que publicaste, con tu más reciente obra?

— Creo que sí, porque finalmente todo el mundo crece. Todo el mundo madura ―risas―, yo maduro y claro, uno va teniendo una visión a veces más irónica de las cosas, a veces más cínica, a veces más flexible acerca de cómo entiende el mundo, cómo entiende su país, sus relaciones, etc. En ese sentido, hablando de lo que he escrito, “Después de la Bombas” a pesar de todo es un poco más idealista, en cambio “Sopa de Caracol” es bastante más cínica, no obstante, en ambas hay un cierto jugueteo con el lenguaje y una voluntad de articular placer en lo narrado y en el lenguaje que se emplea para narrarlo; yo creo que eso está de constante en la literatura que hago, entretener pero en un sentido profundo, no en el sentido de la noveleja de vampiros sino en un sentido que permita problematizar el sentido del mundo y el sentido de las cosas difíciles, incluso con escenas que en un momento dado puedan shokear al lector, pero como mecanismo para dilucidar una reflexión. Eso si es una constante en lo que escribo.

— Entonces podría decirse que considerás de vital importancia el aspecto psicológico a la hora de escribir una novela.

— Sí, es de vital importancia porque para articular personajes creíbles uno tiene que tratar de entender la psicología de esos personajes; eso implica meterse en el otro, que lo hacen también (por ejemplo), los actores, no es únicamente privilegio de los escritores. Uno tiene de verdad que convencer al lector, hacerle ver que hay una motivación humana detrás, que pueda llegarle al lector y que pueda llevarle a entender cómo puede operar esa psicología aún y cuando, como en el caso de Rodri (Sopa de Caracol), haga cosas extremas. […]

— Finalmente, ¿qué proyectos literarios tiene Arturo Arias? ¿Qué podemos esperar de Arturo Arias?

— Que siga escribiendo hasta que me muera ―vuelve a reír―. Bueno, está por salir mi nueva novela “Arias de don Geovanni” 1. Tengo además otra novela completa en el refrigerador (quisiera darle una nueva revisada antes de darla a la editorial), y tengo algunas cosas más a medio trabajar, además de varios proyectos académicos. En la medida que tenga tiempo y salud espero seguir escribiendo hasta el último momento.

La novela "Arias de don Geovanni" fue publicada por F&G Editores. Desde el día de la entrevista, Arias ha publicado además otras obras, la más reciente "Recuperando las huellas perdidas" fue publicada por Editorial Cultura (2016) y presentada en la recién pasada FILGUA.

*Este es un extracto de una conversación (inédita) más extensa que se llevó a cabo en la ciudad de Guatemala a mediados de 2010. Actualmente Arturo Arias es profesor en la Universidad de California en Merced. Tiene un extenso currículo académico como profesor en distintas universidades de Estados Unidos, entre ellas la Universidad de Redlands (California) y la Universidad de Austin (Texas). Ha publicado tanto novela como no-ficción, y el conjunto de su obra fue reconocido en 2008 con el máximo galardón a las letras de Guatemala, el Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias.

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