Almudena Urbina: “Creo firmemente en el azar del cielo”

Portada de Visible Albor.
Portada de Visible Albor.

“La poesía es sagrada, es un milagro y un don, un acto de fe que debe provocar sensaciones, emociones e impresiones”, afirma la autora.

Almudena Urbina: “Creo firmemente en el azar del cielo”

Visible Albor (Editorial Polibea, Madrid, 2016) de Almudena Urbina, prologado por Verónica Aranda,  rezuma sensibilidad y transmite un vigor expresivo que nace desde lo más profundo del ser. Todo ello mediante imágenes de una gran belleza y de una musicalidad impecable, en una constante armonía con la naturaleza y el cosmos: “(…) ¡Claroscuro firmamento que a mis párpados/ desciendes sin fatiga, amaneciendo!”.

En este libro percibo, además, una inquietante explosión lumínica; una luz que se estira y se impulsa como el brillo radiante de una lágrima de mar: “(…) ¡Cuánto misterio encendido en la tenue transparencia, / en el sol solitario en donde por fin despierto!”

Sobre la poesía de Almudena urbina han escrito poetas de la talla de José Ángel Cilleruelo, Ángel Rodríguez Abad y Jesús Hilario Tundidor.

Almudena Urbina.

Almudena Urbina (Madrid, 1963). / Cedida

Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Durante las décadas de los 80 y 90 colaboró en diversos medios periodísticos, tanto de prensa escrita como en emisoras de radio.

Se dio a conocer como poeta gracias a la palmesana Calima Ediciones donde vieron la luz los libros Espacio interior (2000), El corazón del durmiente (2005) y El vuelo (2007). En el año 2003, la vallisoletana Fundación Jorge Guillén publicó en su prestigiosa colección Cortalaire, Azar del cielo.

Tras varios años de silencio editorial, la Editorial Polibea rescató a nuestra autora con una antología, Azar y vuelo (2011), donde aparecía un estudio preliminar del poeta José Ángel Cilleruelo. Esta misma editorial ha seguido confiando en ella con otro par de títulos: Sol nocturno (2013) y Visible albor (2016).

En compañía de la poeta Montserrat Doucet compuso un volumen de haikus, Paisajes hacia lo hondo (CELYA, 2002). También ha participado en los libros colectivos Cien películas para amar el cine y Trazado con Hierro (ambos de 2003). Asimismo fue incluida en la antología La voz y la escritura (2006), coordinada por el poeta y crítico Miguel Losada.

En la actualidad tiene acabado un nuevo libro de poemas en prosa y trabaja en un conjunto muy personal de textos muy breves a modo de aforismos.

— Almudena, en Visible albor, afirma en el prólogo la escritora Verónica Aranda que eres “una poeta rara e inclasificable dentro de la poesía española actual”.

Trato de seguir mi propio sendero. Creo firmemente en el azar del cielo. Ojalá pudiera darse vida a los poemas solamente con la pura fuerza de la imaginación.

— También dice la prologuista que en tu poética “converge la tradición de la poesía mística y del Romanticismo”. ¿Hay otras fuentes?

Sí, he bebido de los poetas españoles del 27; más concretamente de tres de ellos: Vicente Aleixandre, Emilio Prados y Manuel Altolaguirre. También admiro  la poesía romántica inglesa y releo a poetas tan dispares como Gustavo Adolfo Bécquer y José Ángel Valente.

— “Renoir y Monet pintaron ese instante que es el latido; y yo quiero pintar en mi  poesía las partes del instante que no se han pintado.” ¿A qué obedece este deseo que revelas en la nota preliminar de Visible albor?

Se debe a que mi poesía no es realista ni prosaica ni informativa. Es más bien de tradición impresionista (a la manera que en prosa concebía el impresionismo el Azorín de Las confesiones de un pequeño filósofo). Y, sobre todo, me considero intuitiva. Pues mis poemas desean crear, a través de las imágenes, una viva emoción en el lector. Mi poesía contiene muchas capas plurales de significados: es una obra abierta para que quien la lea la interprete como quiera; si el lector consigue identificarse con ella, tanto mejor.

— ¿Por qué dos poemas para el epílogo?

En realidad, no son dos poemas, sino uno solo dividido en dos partes. Este poema epilogal al que se refiere está dedicado a mi madre, porque ella falleció el mismo año en que se publicó el libro.

— En qué momento notas que el poema ha concluido? Hablo de tiempo; de ese tiempo que transcurre entre el estímulo y la evidencia.

A veces termino mi poema en una hora… en otras ocasiones el poema tarda en concluirse dos o tres días. Aunque siempre están sujetos a revisión antes de dar por cerrado el libro en el que se van a incluir. Mis libros pretenden tener una cierta armonía interna… Enseguida percibo que cada poema en concreto ha llegado al final. Y que no puedo continuar escribiéndolo porque ya no tiene sentido el hacerlo. Acabado es y acabado está. Quizá responda lo anterior a que cierta sed de infinitud me inspira a fundirme con lo vislumbrado, inexplicable e invisible.

— ¿Ser poeta es un proceso doloroso?

No tiene por qué ser un proceso doloroso forzosamente. En mi caso, escribir poesía supone para mí una situación casi extática. Un placer que raya en la fisicidad. Lo que sí es cierto es que los temas recurrentes en mis poemas son, sobre todo, el dolor y la soledad. La ausencia. Y trato de expresarlo a través de imágenes, metáforas. Más bien intento crear una atmósfera sensitiva que una descripción valorativa.

— ¿Crees que actualmente hay una desacralización de la poesía debido al afán de publicar a cualquier precio?

Por supuesto que lo creo. La banalización de la poesía en la actualidad es algo frecuente, por desgracia.  Aunque siempre existen excepciones. Y surgen poetas que crean y se inspiran y escriben con tal fuerza expresiva que me dejan con la boca abierta, como diría Holden Caulfield.

— ¿Piensas que en el triunfo hay impostura?

Sí; pienso que en el mundo editorial y mediático (si es que esto existe más allá de las redes) aparecen o se inventan falsos dioses. Y que hay mucho olor a mendacidad. Poetas a los que se les ha subido ese triunfo a la cabeza, e incluso que fingen ser humildes sin serlo. También, demasiado a menudo, triunfan o son premiados poetas malísimos. Y, sin embargo, otros son desconocidos, por múltiples causas, y deberían ser más leídos y tenidos en cuenta. Valga el ejemplo del recientemente fallecido Mario Míguez. Un poeta de mi generación altamente admirable y que no ha sido lo suficientemente atendido ni publicitado.

— Como escribió Novalis, ¿el universo está dentro de nosotros?

Eso que afirmaba Novalis de que el universo está dentro de nosotros es una de las verdades con las que yo siempre he comulgado. Y tanto más en mi caso que, apartada del mundillo literario, escribo una poesía muy intimista. Y me atrevería a decir que un poco hermética al poder entenderse en su amplitud de connotaciones. En resumen, como recuerdo en la nota epilogal de Visible albor: “La poesía es sagrada, es un milagro y un don, un acto de fe que debe provocar sensaciones, emociones e impresiones”.

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