Albino Prada: "Transitamos de una sociedad de riesgo a otra de incertidumbres"

Albino Prada. / Mundiario
Albino Prada. / Mundiario
MUNDIARIO entrevista a Albino Prada, autor del ensayo titulado Caminos de incertidumbre, con el foco en el colapso social derivado de la pandemia.
Albino Prada: "Transitamos de una sociedad de riesgo a otra de incertidumbres"

La incertidumbre ya venía marcando las vidas de la gente en las últimas décadas. Sin embargo, la incertidumbre a la que aboca el coronavirus alcanza magnitudes nunca antes vistas. MUNDIARIO entrevista a Albino Prada, autor del ensayo Caminos de incertidumbre, con el foco en el colapso social derivado de la pandemia en la que seguimos atrapados. "Transitamos de una sociedad de riesgo a otra de incertidumbres", sostiene este autor, habitual colaborador de este periódico.

– ¿Es “incertidumbre” la palabra que define nuestro momento actual? ¿Cuáles son, en su opinión, las principales manifestaciones de incertidumbre en pleno 2020?

– La incertidumbre asociada a la pandemia del coronavirus Covid-19 tiene un epicentro sanitario. Como muchas otras incertidumbres deriva de que no tenemos aún un conocimiento científico claro de su prevención o tratamiento. Mientras persistamos sin vacuna y fármacos efectivos desconocemos las probabilidades y dimensión de los daños a la salud pública en que podemos incurrir. Y ante este escenario las medidas de alejamiento y confinamiento social son las únicas que pueden frenar la pandemia… pero eso supone ingentes costes económico-sociales-laborales que escapan del ámbito de cualquier tipo de aseguradora privada. Solo el Estado, o la UE, pueden enfrentarlos.

– ¿En esta sensación de incertidumbre que nos envuelve, en qué medida influye nuestro desconocimiento absoluto del origen (los expertos coinciden en que estamos ante un virus “raro”, diferente a todos los conocidos hasta ahora) y su incierta prolongación en el tiempo (nadie se atreve a asegurar si esto durará seis meses, dieciocho, varios años…)?

– Todas las amenazas de incertidumbre suelen tener como base la carencia de conocimiento científico completo sobre sus causas o sobre sus consecuencias. Si hubiese conocimiento sería un riesgo, por ejemplo la gripe.

– Precisamente, esta palabra centra el título de su último libro. ¿Por qué la ha elegido este concepto como objeto de su análisis? ¿Cómo es esa diferenciación que establece entre ‘riesgo’ e ‘incertidumbre’ en su ensayo?

– Mi análisis en Caminos de incertidumbre es previo a esta pandemia. Porque ya existían    variadas situaciones en las que no podemos conocer la probabilidad o la dimensión de un daño (o ambas cosas) y entonces estamos ante una incertidumbre. En un riesgo (por ejemplo accidente, enfermedad, incendio,…) las dos cosas son manejables y, por tanto, alguien incluso nos puede asegurar. Los efectos indeseados de la manipulación genética, de la inteligencia artificial sobrehumana, de las superbacterias, del colapso climático o de lo nuclear (de los que me ocupo en mi libro) no son riesgos manejables, son incertidumbres. No conocemos sus probabilidades, no podemos asegurar que no se producirán y los daños potenciales son incalculables. Son situaciones que acompañan a nuestro avance tecnológico y que nos obligan a tomar medidas.

– ¿Lo que distinguiría a un riesgo de una incertidumbre sería una cuestión de magnitud o en esta distinción intervienen otros factores?

– La clave es el desconocimiento tanto de la magnitud que pueden alcanzar los daños como la probabilidad de la amenaza. Algo que, de momento, no está sujeto a cálculo. Por eso las compañías de seguros no quieren saber nada.

– La incertidumbre ya venía marcando nuestras vidas en las últimas décadas. Sin embargo, la incertidumbre a la que nos está abocando el coronavirus alcanza magnitudes nunca antes vistas. ¿En qué se diferencia esta incertidumbre de la que conocíamos hasta ahora? ¿Esta mayor dimensión obliga a afrontarla de otra forma?

– Sin duda ya era así pero lo curioso es que no admitíamos que estábamos en esas situaciones. Lo habitual era hablar de la “sociedad del riesgo” (Ulrich Beck, 1994) no de la “sociedad de la incertidumbre”. De hecho el Foro Económico Mundial en su informe Global Risks Report, 2020 detecta los siguientes impactos como los más probables y más graves: fenómenos meteorológicos extremos y colapso de ecosistemas con fracaso en la mitigación y adaptación al cambio climático; ciberataques a gran escala con ruptura de infraestructuras y redes de información críticas; alto desempleo estructural o subempleo con consecuencias adversas de los avances tecnológicos; crisis alimentarias con fenómenos meteorológicos extremos. Todas ellas son incertidumbres sociales. No son riesgos asegurables tal como se titulan en el informe. Para afrontarlas, y no es un juego de palabras, debemos de dejar de “ignorar lo que no conocemos”. No actuar con las incertidumbres como si se tratase de riesgos comunes.

– ¿Qué herramientas tenemos los ciudadanos y las organizaciones (políticas, sociales, económicas…) para gestionar la incertidumbre que tenemos ahora delante?

– Ante cualquier incertidumbre tenemos que poner en práctica el principio de precaución en combinación con una mayor resiliencia de nuestro sistema económico y social. Precaución supone no poner en marcha nada que no estemos seguros de poder detener, ya sea por una manipulación genética o por una práctica alimentaria. Precaución supone también reducir la movilidad potencial de un agente contaminante (ya sea bacteria, virus o de otra naturaleza). En muchos casos supone sencillamente abstenerse de hacer algo. Resiliencia implica que nuestro sistema sanitario, energético, de big data, alimentario, farmacológico tiene que estar preparado para recuperar un abastecimiento mínimo de proximidad en presencia de un colapso internacional. Y esto supone un retorno a mercados y aprovisionamientos más cercanos. Algo que, por cierto, estuvo en el origen de la Política Agraria Común. También implica, frente a lo que tanto se vende ahora, muchos más recursos humanos en los servicios públicos en vez de tanto online. Pero resiliencia también implica una dependencia menor de sectores exportadores que son monocultivos. Como el caso del turismo de masas. Porque ante un shock externo nos dejan desnudos y nos obligan a prácticas que pueden ser temerarias contra la precaución.

– Podríamos profundizar en el concepto “principio de precaución” que introduces en tu respuesta. En el momento actual de lucha contra el coronavirus, ¿el principio de precaución lo definirían las medidas de seguridad que estamos adoptando (distancia social, reducción de movilidad, mascarilla, lavado de manos)? Aunque tomemos estas medidas, la gente sigue sintiendo que su futuro inmediato está marcado por la incertidumbre: no sabe si se contagiará o no, ni si perderá el trabajo o no, o cuándo lo recuperará si se ha quedado en el paro o ha tenido que cerrar su empresa. ¿Cómo le trasladamos “certidumbre” a esa población inmersa en la incertidumbre?

– Certidumbre solo tendremos con vacuna o tratamiento. Mientras tanto debemos tener máxima precaución. Aquí, aparte de lo que señalas, los test y el seguimiento riguroso de los contagios son claves para reducir la incertidumbre. Y evitar situaciones masivas de contagios en ocios, laborales, etc. Precaución es contrario de arrogancia y temeridad. Precaución también es evitar, si ese fue el origen, la ingesta de alimentos problemáticos.

– También podríamos abundar algo en el concepto de “resiliencia” y en tu sugerencia de apostar por la “mercados cercanos”. ¿En qué medida esto podría aportar “certidumbre” a una población afectada de incertidumbre?

– La resiliencia mejorada por aprovisionamientos cercanos nos permitirá gestionar un colapso de esta naturaleza con menos pánico y con más eficacia. Si las mascarillas o los elementos de ventilación se hacen a menos de 200 kilómetros puede que sean más caras, pero la seguridad de suministro es mucho mayor que si vienen desde 40.000 km. Por no hablar de los impactos ambientales, de empleo, etc. La resiliencia y certidumbre también mejoran si contamos con servicios (sanitarios, geriátricos, salud pública, etc.) con plantillas diseñadas para enfrentar estas situaciones. En vez de reducirlas al máximo en aras de la automatización o la tele asistencia. Estas cosas deben ser una ayuda pero nunca un sustitutivo del factor humano.

– ¿Qué prospección a futuro se atrevería a hacer en relación a este asunto? ¿Seremos capaces de hacer frente a esta incertidumbre como individuos y miembros de una sociedad? ¿Qué fortalezas y debilidades ve en relación a nuestra capacidad para gestionar este mundo tan incierto que afrontamos?

– Nuestra mayor debilidad es doble: arrogancia y localismo. Pues para los denominados expertos el sesgo de no precaución frente a las incertidumbres se concreta en un inapropiado optimismo, no habitúan reconocer la magnitud de su ignorancia ni asumen la incertidumbre de los acontecimientos que intentan predecir, con lo que -como poco- subestiman las probabilidades de no pocas catástrofes. Localismo es el sálvese quien pueda. Una estrategia inviable en un mundo irreversiblemente global. Necesitamos instituciones globales democráticas y ejecutivas. Pero ni la OMS, ni la OMC, ni el FMI, ni la ONU lo son. Y ante las dificultades gigantescas de avanzar hacia un Gobierno Mundial Cosmopolita lo que vemos son países que se descuelgan (EE UU, Reino Unido, etc.) de instituciones multilaterales entre iguales. Nuestra mayor fortaleza es la investigación y la ciencia. Llevará su tiempo para esta pandemia, pero habrá vacuna y tratamiento. Pero otras incertidumbres siempre estarán ahí. Por tanto: precaución y resiliencia.

– Por último, me gustaría reflexionar más sobre esas debilidades que apuntas: la arrogancia y el localismo. ¿Cómo se relacionan con la sensación de incertidumbre que tiene la gente en este momento?

– El Gobierno que crea que puede ganar en certidumbre para su población desentendiéndose de la necesidad de un Gobierno Mundial efectivo (por ejemplo en la OMS) para este tipo de situaciones no está colaborando efectivamente para prevenir que sucedan. Y al revés, un Gobierno local que se imponga a un organismo mundial generará incertidumbre. Es lo que hizo China con la OMS durante buena parte del pasado mes de enero con consecuencias mundiales catastróficas. La arrogancia ya se reconoció por nuestros gobernantes que fue un error de los primeros días y semanas, se infravaloró la amenaza (“aquí eso no podía pasar”) y la situación de incertidumbre se fue de las manos … entramos en un estado de alarma prolongado. @mundiario

 

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