Adiós al hombre que tenía San Caetano en la cabeza

Dositeo Rodríguez. / Sergas
Dositeo Rodríguez. / Sergas
Desde la Fundación Alfredo Brañas aportó buena parte del arsenal ideológico con el que Manuel Fraga desembarcó en Galicia.
Adiós al hombre que tenía San Caetano en la cabeza

El coronavirus se ha llevado la vida de Dositeo Rodríguez. Puede decirse que quien fuera largos años conselleiro de Presidencia con Fraga ha sido la primera víctima de la covid-19 entre los políticos gallegos, aunque llevaba ya algún tiempo alejado de la política activa. Lugués de origen, de profesión alto funcionario, dos veces candidato fallido a la alcaldía de Santiago, se consideraba más bien un gestor público. Su vocación era el servicio público. En eso se parecía mucho a su jefe y mentor, solo que Dositeo carecía de la ambición de poder de Fraga y de las habilidades que se requieren para hacer carrera en ese ámbito. Al final, y a pesar de los pesares, se consideraba satisfecho de su trayectoria pública, que quedó impoluta al ser absuelto de la acusación de malversación de fondos en la Fundación Cela por la que se sentó en el banquillo.   

Como tantos otros dirigentes "populares" de la época fraguista, procedía de la UCD. Desde la Fundación Alfredo Brañas aportó buena parte del arsenal ideológico con el que Fraga desembarcó en Galicia. Aquel discurso regionalista derivaría con el tiempo en el "galleguismo integrador", decisivo en las mayorías absolutas que le permitieron a Don Manuel presidir la Xunta durante más de quince años. A Dositeo le corresponde –con otros intelectuales de la órbita conservadora de aquel entonces– el mérito de haber transformado al Fraga antiautonomista de la Transición en el ferviente defensor del impulso autonómico y la administración única. Aquello se reveló como una extraordinaria obra de ingeniería política que daría para más de una tesis doctoral.

En competencia con Romay, fue desde el principio el más fraguista de los fraguistas. Servía a Fraga y nada más que a Fraga. Se mantuvo al margen de las luchas de poder internas, de la guerra de baronías y de las conspiraciones sucesorias. Se cuenta que en no pocas ocasiones el patrón recompesaba su lealtad con sus legendarias explosiones de ira, que Dositeo soportaba estoicamente por lo que él entendía como sentido de la responsabilidad. Alguien tiene que decirle al jefe las verdades y, sobre todo, trasladarle análisis a veces muy críticos sobre acciones u omisiones del gobierno. De aquella tensa dialéctica surgió una relación de amistad todo lo estrecha que permitía la abrupta personalidad fraguiana.

Nadie conocía mejor que él las tripas de San Caetano, tanto desde el punto de vista topográfico como de funcionamiento. Durante casi una década Dositeo Rodríguez estuvo al frente de la maquinaria administrativa de la Xunta, con la que había tomado contacto muchos años antes, en la etapa de Albor. Tenía San Caetano en la cabeza y era la cabeza visible de San Caetano. Aunque algunos asociaban su imagen a la de uno de aquellos funcionarios decimonónicos de visera y manguitos, estaba empeñado en modernizar –él decía "racionalizar"– la burocracia autonómica. Hay que reconocerle ese esfuerzo, que no llegó a culminar, como ninguno de sus sucesores. No fue un triunfador, pero los suyos y quienes le conocieron de cerca, creen que cumplió con su deber desde la fidelidad a sus principios. @mundiario

Comentarios