Se abrió la veda de las abdicaciones: el Rey, La Roja en Bahía… ¡que pase el siguiente!

El Rey abdica la Corona de España. / Casa Real
El Rey abdica la Corona de España. / Casa Real

El mundo se les ha venido encima a esos locos bajitos de La Roja que han practicado magia y  fantasía con una bola pequeña rodando por una bola muy grande.

Se abrió la veda de las abdicaciones: el Rey, La Roja en Bahía… ¡que pase el siguiente!

El mundo se les ha venido encima a esos locos bajitos de La Roja que han practicado magia y  fantasía con una bola pequeña rodando por una bola muy grande. ¡No hay mal que por bien no venga, tronco! Las caducas generaciones dejarán vía libre a las nuevas…

El virus de la abdicación se extiende por la geografía ideológica, sociológica, política, económica, social, deportiva, mediática, intelectual, constitucional, de una España que se está quedando varada en la historia, encallada en los arenales de la cruda realidad, como la perpleja sirena de Alejandro Casona. Hemos vivido durante décadas sobre el escenario de un teatro, ante un decorado de cartón piedra con graffitis de democracia y delirios rupestres de modernidad,  representando una obra ecléctica de vuelos de dulces pájaros de juventud migratoria, muertes de viajantes y precios de Arhur Miller, viajes en cualquier tranvía llamado deseo e indigestiones intermitentes de uvas de la ira.

La España del Príncipe no es una bella durmiente, sino dormida

Y de repente, el último verano, Sunddenly, last summer. El último estío de una sociedad  que se echó a dormir la siesta democrática el día después del 23-F, tras una noche de insomnio, en vela, esperando a ver si el teniente coronel Tejero tenía o no quien le escribiera, y que se despierta ahora sin el beso de un príncipe de cuento a otra Bella durmiente en el suroeste de Europa. Resulta, Director, que España por un lado no era tan bella y, por otro, empieza a comprender aquella enigmática profecía de mi paisano Camilo José Cela, cuando le interpeló a un colega del Senado que, probablemente, acabó pidiendo cita en el psiquiatra : “no es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, como no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo”

Este país, o sea, nosotros, es que tenemos un serio problema a la hora de conjugar los verbos, oye. No es lo mismo estar monarquizantes que estar monarquizados, ni estar replublicanizantes que estar republicanizados, ni estar independizantes que estar independizados, ni estar anarquizantes que estar anarquizados, ni estar Constituyentes que estar Constituidos, ni estar europeizantes que estar europeizados. No es lo mismo la economía creciente que la economía crecida, ni las cifras de empleo agonizante que las cifras de empleo agonizado, ni el censo de españoles imputables que el censo de españoles imputados, ni unas docenas de miles de mangantes que 47 millones de mangados.

Del “más se perdió en Cuba” al “más se perdió en Bahía”

Escribo estas líneas tras la reciente perdida irreparable de Salvador de Bahía, con el metafísico pesimismo que invadió a la Generación del 98 tras la irreparable pérdida de Cuba. Salvando las distancias históricas, de trascendencia nacional  y de coeficiencia intelectual entre aquella pléyade de sabios y este humilde servidor, naturalmente.  A ellos les invadió la nostalgia de un imperio en el que hubo un tiempo en el que jamás no se ponía el sol. A mí, Director, me invade la frívola morriña del imperio de La Roja, ¡oh, esos locos bajitos!, que durante seis años recorrió los Estadios del mundo sembrando semillas “made in Spain” de esplendor en la hierba. Mira, por lo menos podremos cambiar el jurásico y consolador latiguillo de Más se perdió en Cuba, por un innovador latiguillo de autoayuda para quitarle hierro a las situaciones en las que pinten bastos: Más se perdió en Bahía.

Abdicaciones en cadena y listas de espera

Pero bueno, a lo que íbamos. Ha sido abdicar el Rey, y aquí se ha puesto a abdicar todo Dios. Rubalcaba del trono de Ferraz, Pere Navarro de la Corona de espinas del PSC, Susana Díaz de la Secretaria General in pectore del PSOE, Curras del reino municipal de Compostela (que, por cierto, no era de este mundo), Puyol de soberano en el centro de la defensa de algo mes cum club, Buruaga de voz de su amo de la COPE, Belén Esteban de Princesa del pueblo, Antonio Banderas de actor consorte de Melanie Griffith. Incluso Durán i Lleida, dos personas distintas y un solo endiosado verdadero (de profesión, vitalicio), hizo su amago de abdicar, se tiró un farol, vamos, como caballero de esa tabla redonda del Camelo, (no confundir con Camelot), cuya leyenda se fragua en torno a esa versión cutre, provinciana y advenediza de Rey Artur, cuya única relación con una tal Ginebra, dicho sea con todos los respetos, sólo podría imaginarse en un control de alcoholemia de conductores de pueblos  por las sinuosas carreteras de la historia.

Va a ser la leche la epidemia de abdicaciones en cadena que nos aguarda, ya digo. Entre otras cosas, porque la sociedad española está pidiendo a gritos una abdicación en masa generacional. Porque está hasta los huevos, con perdón, de Botines, Pacogonzález, Fainés, Borjaprados, Sánchezgalanes, Pabloislas, Entrecanales, Brufaus, Villarmires, Roselles, Cándidos, Fernández Xestas y reyezuelos civiles de esos que reinan, gobiernan y manejan como marionetas a dirigentes elegidos y electores dirigidos. Hay que ir indo, como se dice en mi tierra. ¡Pónganse en la lista de espera! Hay que dejar que una savia nueva, a poder ser no contaminada, inicie el aplazado sine die proceso de transición de la Banca fáctica, de la dictadura empresarial, del sindicalismo vertical, de la política caudillista, de las militancias y juventudes falangistas tradicionalistas y de las JONS de todas las ideologías (con todo tipo de inconfesables intereses creados), que ha quedado hibernado en la historia (desde el año uno después de Franco), por las siglas de las siglas y, si no encontramos un antídoto, por los siglos de los siglos.

Una sociedad dormida en los laureles marchitos

Ahora, tras el desastre de Bahía, anímica, sociológica y emocionalmente comparable al traumático desastre de Annual, es un buen momento para iniciar la regeneración ética, estética e integral de esta sociedad que siempre se queda dormida en los laureles: los del viejo imperio; los de la Pepa; los del modernismo y la revolución industrial catalana; los de las mentes brillantes de una II República obtusa; los de los padres de una Constitución redactada con tinta del miedo al pasado y con artículos forales y asimétricos colados de estraperlo en el futuro. Dormida en los Laureles de una democracia de forma, miradla, con reflejos de caudillismo, de partidismo unívoco, de dictaduras convenientemente camufladas, de intolerancias de mayorías y minorías, ay, de fondo.

 Ahora que van a empezar a marchitarse los laureles de La Roja, ese chollo para televisiones, federaciones y agencias publicitarias. Ahora que nos vamos a ir despertando del largo y hermoso sueño que empezó una noche de verano y va a acabar otra noche de estío, seis años después, va siendo hora de que demos el banderazo de salida del primer día del resto de nuestra historia. Ya ha abdicado el Rey, quedan dos telediarios para que abdique Vicente del Bosque y se ha iniciado la imparable cuenta atrás para empezar a decirle good bye a Casillas, Xavis, Iniestas, Villas, Torres, Xabis y demás hombres, cuyos nombres nos sabrán siempre a hierba, que durante un lustro y un año han ido repitiendo la hazaña de David contra Goliat por los cuatro puntos cardinales del planeta ¡Descansen en paz, señores!, dicho sea en el sentido más agradecido y menos fúnebre de la frase.

O sea, en el mismo sentido en el que estamos deseando inscribirla en las lápidas políticas, empresariales, sindicales, bancarias, mediáticas, legislativas, judiciales, municipales, autonómicas de esas generaciones caducadas, con tantos jóvenes incrustados con una irreversible infección de vejez prematura, que no se merecen vestir ninguna camiseta ideológica, ni seguir chupando despachos, escaños, asientos de coches oficiales, consejos de administración, Olimpos sindicales, puentes de mando municipales o autonómicos, y ni siquiera banquillo, oye, en los nuevos equipos que necesita España para afrontar una nueva Liga, con nuevas reglas y juego limpio, de eso que hasta ahora describíamos, echándole mucha imaginación, claro, como el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.

Con un punto de apoyo democrático, se puede mover España, se puede mover el mundo
 El problema no es que La Roja no haya sido capaz de poner otra pica en Flandes, en 90 minutos, sobre el césped de Salvador de Bahía. El problema es que, durante 35 años, por donde han pasado los dirigentes políticos, económicos, sindicales, sociales, intelectuales, culturales, mediáticos, digitales, estatales, periféricos, gremiales, vecinales, no ha crecido la hierba de la honradez, de la transparencia, de la tolerancia, de la ejemplaridad, de la igualdad de oportunidades, de la justicia con los ojos vendados, de la simetría territorial y ciudadana, de todo ese conjunto de derechos y obligaciones a los que, por ahí fuera, con distintos y distantes fundamentos, pueden permitirse el lujo de llamarle democracia.
¡Dadnos un punto de apoyo, un solo demócrata español, y no uno de los millones de demócratas de pacotilla, bla, bla, bla, de esos que acaparan los púlpitos, para poder mover a esta sirena varada llamada España, Arquímedes soñó con mover el mundo.

 

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