Se abre un duro tiempo político, esperanzador pese a todo

Pedro Sánchez, candidato a la secretaría general del PSOE. / Twitter
Pedro Sánchez, candidato a la secretaría general del PSOE. / Twitter

Veremos, por ejemplo, si lo que prima en Educación es tanta España invocada sin españoles o son preferidos los españoles sobre tanta esencia irredenta.

Se abre un duro tiempo político, esperanzador pese a todo

El nuevo inquilinato de La Moncloa ha propiciado apreciar, entre otras, la calidad democrática de la escena mediática. Los términos con que fue acogida de inicio la sorprendente moción de censura, son significativos. A Celia Villalobos le ha debido venir a la memoria aquello de que contra Franco vivíamos mejor, porque, según ella, el medio que se interesaba por su opinión se iba a quedar sin tema de conversación ni capacidad crítica a causa de la caída de Rajoy.

Esa salida está próxima al tipo de insidias que se han visto en muchos medios. Denotaban un malestar que ni la Bolsa mostraría. Inductores del miedo, los términos que emplearon rozaban la hecatombe: “apocalipsis”, “zozobra”, “caos” y temor fueron muy frecuentados y los partidarios de la confesionalidad escolar se aprestaron a protegerse. En las Redes, entre mucho sarcasmo, tampoco faltaron alusiones a una repetición del “Frente popular” de los años 30.

A muchos “analistas” de la caída de Mariano –y de la suya propia, tal vez- este modo de llegar a la Moncloa les resultó indignante pese a que esté contemplada en la Constitución. En tres ocasiones anteriores no había prosperado y, si se le unía que los votos que necesitaba Pedro Sánchez eran de una variedad tan amplia –al implicar todo el espectro político salvo al PP y Ciudadanos-, les era ahora más fácil mostrar su histérica oposición a lo acontecido que haber estado críticos con el distanciamiento del Gobierno respecto a las dificultades crecientes de los ciudadanos.  Fue la crudeza de la sentencia judicial de la Gürtel la que agudizó las contradicciones y mentiras que, desde hace bastante más de dos años, estaban en el aire. Esa penosa conjunción de la primera de las grandes sentencias sobre corrupción con las evasivas del PP en el Parlamento, y con acontecimientos como los de Cataluña, solo repitió, sin embargo, estables gestos de aburrimiento y dejación ante los problemas, como si fuese misión de la judicatura o del mero paso del tiempo el solucionarlos.

¿Con cuánta LOMCE nos quedamos?

Cabe saludar este momento como el de la esperanza de buen oído para un serio diálogo social y político. Sin armonizar estos dos planos –el social y el político-, lo que dure el nuevo Gobierno habrá sido otra pérdida de tiempo para los ciudadanos, destinatarios y posibles beneficiarios de este cambio. El panorama es muy complicado y los riesgos de desacierto múltiples: son muchos ojos a mirar –pues estamos en democracia-, y también muchos los intereses a conjugar –contradictorios muchas veces-, lo que es más difícil de sortear. Y, de fondo, la realidad económica de España es más deficiente de lo que aparentan las cifras macroeconómicas que se publicitaban. Se verá ahora cómo los déficits estructurales siguen ahí; que los modos de afrontar la crisis desde los meses finales de la etapa Zapatero -incrementados en la etapa de Rajoy-, aumentaron las carencias de los más débiles y arrastraron consigo las de los niveles inferiores de las clase media cebándose sobre todo con amplios sectores de jóvenes y mujeres; y que ello no nos privó de aumentar el déficit exterior, poner en riesgo las pensiones y, de paso, el patrimonio común de las prestaciones sociales para abaratar responsabilidades del Estado como la Sanidad y la Educación.

El de la enseñanza es un paisaje especialmente dañado. Ni han prosperado fórmulas de “pacto educativo” pensadas en gran medida para publicidad engañosa -al no tocar los serios problemas estructurales del sistema-, ni tampoco asuntos como la carrera y el estatuto docente, la selección previa a la misma o la tan anhelada Educación Infantil. Pero la LOMCE sigue ahí, los presupuestos educativos están en mínimos históricos, la enseñanza pública languidece mientras se sostienen intereses muy privados y confesionales, y no se ha revertido apenas nada, cuando en la enseñanza ha tenido lugar el ERE más grande de estos años… Señores del PSOE, ¡que tengan suerte! La van a necesitar para que la normalidad de la participación plural no sea una debilidad. @mundiario

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