Sampedro es capaz de otras emociones como la del amor o la del deseo, fogonazos mentales que se frustran, que se quedan en tan solo un conato o una ensoñación.
Sin arrepentimiento ninguno, Humbert trata de explicarse. Le dice al mundo que sus actos han sido movidos por una naturaleza propia imposible de rehusar.
Sala de profesores no es solo un thriller que nos absorbe durante los noventa y nueve minutos de duración, sino una sugestiva exposición de dilemas morales.
Al penetrar de nuevo en las páginas de esta novela, pronto redescubrí sus grandes méritos, el denso tejido de momentos sustanciosos de que está conformada.
Son impresionantes esos planos que presentan el rostro del alemán un tanto fantasmal, o ese reloj omnipresente, su duro tic tac marcando con sus latigazos unas horas siempre tensas.