La desigualdad económica, el principal reto social, político y económico en la postpandemia

X Aniversario de MUNDIARIO. / M.G.
X Aniversario de MUNDIARIO. / M.G.

La desigualdad económica planetaria no se refleja solamente entre economías. / Artículo para la edición especial del X aniversario de MUNDIARIO.

La desigualdad económica, el principal reto social, político y económico en la postpandemia

Resultado de una globalizante aceleración de la fase capitalista que vivimos, el sistema económico que nos ha brindado alta productividad y multiplicación de la riqueza global por ya varios siglos, requiere replantearse como alternativa de supervivencia de la humanidad. El crecimiento económico sin precedentes de economías en Asia y la parte Occidental norte del planeta, han requerido de una acelerada destrucción de recursos naturales, alta concentración del capital y, sobre todo, crecimiento insostenible en la desigualdad global en el acceso al conocimiento, principal factor de producción de nuestra época. La desigualdad económica planetaria no se refleja solamente entre economías, sino que ha plasmado sus garras sobre sectores cada vez mayores de la población del planeta, dentro y fuera de las regiones y países, hoy llamados desarrollados.

¿De que se trata y cuáles son las raíces o fundamentos de dicha desigualdad? ¿Qué podemos hacer para reducir o aminorar dichos factores de desequilibrio global? De esto trataré en este pequeño ensayo que con gran gusto escribo en conmemoración de los 10 años de la fundación de MUNDIARIO, proyecto periodístico que he acompañado con gran honor y entusiasmo.

Empiezo entonces por decirles, que si algo es preocupante y debería de estar en la agenda política y económica globales de hoy, es el combate frontal a la desigualdad económica, la misma que está en el centro de los grandes desequilibrios del planeta, a saber, los desequilibrios sociales, ambientales y democráticos del orbe.

Si bien se ha propuesto por algunos organismos como Naciones Unidas el combate a la pobreza y la pobreza extrema como temas de importancia en la agenda pública, me parece que dichas manifestaciones son solamente un resultado y no la causa principal de nuestros desafíos como humanidad en este siglo XXI. La exclusión social extrema es una manifestación de la desigualdad de acceso a recursos básicos, nutrición, salud, educación, vivienda, recreación, democracia y acceso a bienes y servicios del ecosistema, tales como el agua potable o servicios ecosistémicos. 

Los seres humanos nacen desiguales en la mayor parte del planeta, no solamente por las diferencias de riqueza acumulada, sino por las extremas condiciones de desigualdad local, regional y global en las que se desarrollan

Con la aceleración de los procesos de acumulación capitalista tales como, la automatización, la robotización, la digitalización y la penetración de las tecnologías basada en la internet 5G y sus complementos, tenemos en el planeta un crecimiento sustantivo de las brechas de acceso al conocimiento y las herramientas de utilización de este. Lo anterior, se suma a las depredadoras y desiguales fuentes de generación de energía fósil en el planeta, las cuales continúan representando la más importante fuente de contaminación y depredación del clima globales.

Los seres humanos nacen desiguales en la mayor parte del planeta, no solamente por las diferencias de riqueza acumulada, sino por las extremas condiciones de desigualdad local, regional y global en las que se desarrollan. Si no comprendemos a tiempo los llamados urgentes de la sociedad en los países de África y América Latina, sobre las crecientes masas de personas que viven sin acceso a agua potable, a seguridad social básica, a fuentes de nutrición mínimas y por supuesto, al derecho a la educación de calidad con acceso a una internet estable y de banda ancha, tenemos entre nosotros la fuente de mayor riesgo global, la desesperanza y la exclusión social. 

No me malinterpreten mis lectores, no estoy haciendo un llamado al socialismo o piensen que soy un renegado de las enormes virtudes de nuestro sistema de producción capitalista, soy consciente que la innovación y potenciación del ser humano mediante el estimulo a sus capacidades personales y empresariales deben de estar en el centro de toda actividad económica. La eficiencia, la innovación y la productividad son la base de la riqueza y lo continuarán siendo por mucho tiempo, empero, la atención pública y corrección positiva de las desigualdades deben de ser esencialmente las políticas públicas para impulsar desde las órbitas globales, regionales, nacionales y locales. En el éxito de dichas políticas públicas de atención de la desigualdad social, económica y digital estará el éxito y bienestar de las naciones en el siglo XXI.

Se trata del acceso y uso del conocimiento

Ya no se trata de la propiedad de los medios de producción, se trata del acceso y uso del conocimiento, el factor de producción por excelencia relacionado con esta fase capitalista en la que nos encontramos. Este cambio en el valor social de la riqueza es quizás de los más relevantes en su funcionalidad. El enriquecimiento acelerado de pocas empresas, personas o regiones del planeta se ha disparado, generando grandes desafíos a gobiernos y organizaciones globales. No se trata de disminuir o atenuar dichos negocios en su crecimiento, mismo que se ha convertido en la principal fuente de bienestar económico en el planeta. 

El gran dilema social es que, si bien el conocimiento se ha convertido en la fuerza motivadora del desarrollo, su dinámica de aprendizaje es simbiótica al sistema, produciendo también una acelerada degradación de este. La disminución del tiempo en el éxito de los negocios genera que el aprendizaje se convierta en el eje central del dinamismo capitalista, para lo cual la desigualdad es el principal obstáculo. Esta complejidad asociada al desarrollo capitalista de hoy es su principal contradicción y desafío, la difusión tecnológica requiere de aprendizaje dinámico y simbiótico, mientras que la desigualdad nos lleva a una creciente exclusión social de dichos aprendizajes, lo que reduce el impacto de la acumulación de conocimientos. 

El Estado debe potenciar a sus ciudadanos

Algunos pretenden disminuir dicha contradicción con donaciones o aumentos en los ingresos de los menos favorecidos, lo que lleva implícito una altísima dependencia de las políticas públicas de las cuales, si bien podrían sobrevivir muchos ciudadanos, no se alcanza sustantivo nada a mediano y largo placo. Las verdaderas soluciones se encuentran en desatar los nudos de la desigualdad. El acceso a bienes públicos clásicos como la electricidad, el agua y la vivienda deben complementarse con nuevos modelos de acceso a salud y educación, procesos acelerados de digitalización y disminución de las brechas de aprendizaje globales. El gran desafío social del Estado será reconvertirse en el potenciador de sus ciudadanos y no en su benefactor, lo que implica una reforma sustancial de la institucionalidad burocrática y de la estructura gremialista del Estado existente.

El ejercicio de una ciudadanía digital y global será una de las principales transformaciones del mundo postpandemia en que iniciamos este 2023. La existencia de cada vez menos barreras al empleo será causa y resultado de una nueva nacionalidad global, ciudadanos del planeta. Su participación como creadores y distribuidores de riqueza será esencial para las grandes corporaciones y unicornios del siglo XXI. De igual forma, de su identidad social y sus valores podremos esperar grandes cambios en la política, la economía y la sociedad. La sociedad del siglo XXI está destinada a ser más global y menos desigual o a desaparecer en este siglo, no tenemos salida, es la única forma para potenciar nuestra productividad y sobrevivencia globales. @mundiario

Comentarios