Erotismo y sexo en una novela de Anny Peterson, En el fondo me tienes

VERAN
En el fondo me tienes, de Anny Peterson./ A.P.

"Metió la mano sin preámbulos y la hundió en mi excitación. Solté un gemido sordo y me agarré a la barandilla", escribe Anny Peterson en su nueva novela.

Erotismo y sexo en una novela de Anny Peterson, En el fondo me tienes

Número uno en Erótica dentro de la plataforma de venta de libros Amazon, Anny Peterson nos sorprende con una novela fresca, donde el amor se idealiza, pero también se carga de irónico realismo. En el fondo me tienes sigue cosechando gran número de lectores por su agilidad, humor y por escenas en las que el sexo domina más allá incluso de los sentimientos. Así podemos comprobarlo en este fragmento:

"Me cogió de la mano y me arrastró por una larga pasarela que llegaba hasta el faro.

Yo no miraba hacia delante, solo hacia el mar, que reflejaba cientos de esquirlas en el agua como si fuese de oro. Al final del camino, perdí el calor de sus dedos cuando se apoyó en la barandilla.

—¿Qué te había dicho? —susurró clavando la vista en el océano.

Era cierto. El silencio eran tan aplastante que parecía amplificar los demás sentidos. Notabas la humedad en la brisa y se distinguía un aroma a salitre que casi te dejaba saborear el mar. Aspiré profundamente bebiéndome aquel momento, aquella invitación a ser feliz de nuevo por un instante. Nunca había visto una puesta de sol tan impactante. Los colores parecían sacados de un cuadro de Monet.

Tuve un escalofrío y Jon se acercó a mí.

—¿Tienes frío?

—No. —Pero me pegué a él igualmente.

La llegada de la noche era inminente. Quizá fuera el momento o la compañía, pero me pareció un pecado no compartir esa imagen con nadie más en el mundo.

—Dicen que ver un atardecer alarga la vida —susurró en mi oído detrás de mí—. Al parecer, diversos estudios terapéuticos señalan que tu mente y tu cuerpo se ausentan por unos segundos al ver caer el sol, entrando en un estado de reflexión y relajación, parecido al que se tiene durante un beso.

Volví a estremecerme al imaginar sus labios sobre los míos.

«Dios, Emma, olvídalo». No estaba lista, ¿o sí?

El pareció captar mis pensamientos y en respuesta me frotó los brazos con rapidez hasta convertirlo en un masaje lento que finalmente detuvo sin llegar a soltarme.

—Esto es precioso —dije aguantando la respiración. Porque estábamos demasiado cerca y olía demasiado bien. A ningún aroma comercial que yo reconociese. Era una esencia única que fabricaba su piel y de la que mi naturaleza no estaba dispuesta a alejarse.

Giré la cara despacio hacia la suya como si mi cuerpo supiera que el espectáculo estaba detrás y no delante de mí. Su fragancia me envolvió definitivamente y tuve una imagen clara de nuestras bocas devorándose. Casi podía sentir la suavidad de su lengua mientras atesoraba el sabor adictivo que tendría. Él bajó la mirada y la perdió entre mis labios sin poder evitarlo.

—Gracias por traerme —se me ocurrió decir para romper el hechizo, y volví a mirar hacia el mar.

—No me las des, traigo aquí a todos mis ligues. Nunca falla.

Sonreí divertida por la capacidad que tenía para hacer bromas en un tono completamente serio. Habíamos acordado ser solo amigos, pero no estaba prohibido hacer bromas al respecto.

—Pues funciona. Me están entrando unas ganas de follarte... —dije con guasa.

—Bienvenida a mi mundo. Llevo así desde que te vi las tetas…

Me encendí como una traca en plenas Fallas de Valencia. Como olvidar ese incidente... 

Empecé a tener micro palpitaciones por todas partes y no me dejaban pensar. ¡Mi cuerpo se volvió loco! Mis hormonas eran una avalancha después de meses nevando sobre mi libido.

Un silencio caldeó el ambiente y su respiración cambió cuando se acercó más a mí afianzando su abrazo. Un preludió sexual nos agitó a ambos. Me esperaba cualquier cosa, pero solo se inclinó de nuevo y susurró:

—Menos mal que solo somos amigos…

Me temblaron las piernas y me arqueé instintivamente hacia él rogándole en silencio que no parara.

Madre mía… ¡Eso era seducción nivel Pro!

No recordaba haber estado nunca tan excitada. Jadeé al imaginar cómo sería sentirme colmada por un tío así. Me refiero a uno que me gustara de verdad, para variar, y me lo tirara con verdaderas ganas, no por aprovechar la ocasión de que alguien —que no me asqueaba del todo—, quisiera acostarse conmigo.

De repente, una mano atrevida se coló por debajo de mi camiseta junto con un beso a medio camino entre mi cuello y mi hombro. La necesidad de que me tocase era tan apremiante que no sentí ni vergüenza. ¿Para qué? Me había visto en bañador y menos y, al parecer, la peor parte de mi cuerpo le había puesto cachondo.

—¿Sabes lo que daría ahora mismo por comprobar si te gusto tanto como creo? —musitó acariciándome con las palabras que salían de su boca.

Eso me distrajo de las travesuras que intentaban cometer sus dedos, porque de repente, me desabrochó el botón del pantalón y pensé que me moría. Mi instinto me gritaba que era hora de comportarme como la metedora de pata de primera división que era para joder el momento. Pero en vez de eso…

—Pues hazlo… —balbuceé.

Metió la mano sin preámbulos y la hundió en mi excitación. Solté un gemido sordo y me agarré a la barandilla. Él comenzó a hacer maravillas con sus dedos, que resbalaban con facilidad por mi sexo excesivamente húmedo.

—Joder… —exhaló alucinado—. ¿Quién necesita más amigos? Están completamente sobrevalorados, ¿no crees?

Sonreí y no pude reprimirme más. Necesitaba comprobarlo. Deslicé la mano hacia atrás encontrando lo que buscaba y palpé cuidadosamente su dureza.

—Uf… Emma —suplicó moviéndose un poco contra mí.

Lo constaté de nuevo y volvió a quejarse de gusto, pero de pronto, oímos unas voces. Unos pasos acercándose, y tuvimos que separarnos violentamente.

Romper el contacto con él fue como si alguien acabara de rociarme con un extintor a un metro de distancia, sin embargo, que nos interrumpieran fue, a partes iguales, una decepción y un alivio, porque acabábamos de abrir la caja de Pandora". @mundiario

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