Yola Berrocal y sus tocamientos: tribalismo y una nueva técnica de esperpento

Yola Berrocal/ Telecinco
Yola Berrocal/ Telecinco

Yola no es la encarnación del mal, sino su presunción, la tentación del voyeur, la factura de un rigor estético que inspira toda una corriente de onanismo.

Yola Berrocal y sus tocamientos: tribalismo y una nueva técnica de esperpento

  No seré malo. Yola me cae bien, aunque ese nombre rime con facetas de la vida, placenteras y desdibujadoras del rostro.

  No me gusta Supervivientes, me gusta Yola, porque a Valle-Inclán también le encantaría, porque ese rigor estético entre La Lunares y la muñeca de Wilt que representa su cuerpo es digno de mitomanías, porque su surrealismo es la esencia del mal así como su discurso,afectado, ingenuo, pero que guarda para sí infinitas noches de tocamientos,de roces y lubricaciones.

  Yola es el símbolo de aquello de lo que los españoles no nos atrevemos hacer en público porque somos teocéntricos y muy de confesarnos los domingos. Yo amo a Yola, lo escribiría incesantemente, porque soy muy imaginativo y los tocamientos tienen mucho de delirio y de antesala a una traca de fuegos artificiales. Una isla. Calor. Sudor. Los chicos con las chicas. Y los tocamientos, y Yola que no lo desmiente. Porque los logros de Yola son esos magníficos ojos que miran a la cámara, ese juego de bañadores en los que rebosa todo aquello que Valle-Inclán y Quevedo admiraban, y yo, y mi vecino, y el señor que vende pan.

 Las esferas de Yola son la totalidad, el origen del mundo, la cuadratura del círculo, el universo condensado en una prótesis con la que soñamos, porque todo es falsedad y no hay mayor ficción que la cirugía estética, mayor metáfora de la creación de Todo.

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