Ánimo, fuerza y esperanza, un mensaje a las familias que hoy lloran a sus hijos

Club Pulse en Orlando. / lavanguardia.com
Club Pulse en Orlando. / lavanguardia.com

“Quieren adueñarse de nuestras vidas”, expresaba una mujer que acudió a entregar flores en memoria de las personas fallecidas en el centro nocturno Pulse. La justicia que haga su parte y prevalezca la solidaridad.

Ánimo, fuerza y esperanza, un mensaje a las familias que hoy lloran a sus hijos

¡Hay que volver a levantarse, hay que volver a caminar! Ánimo, fuerza y esperanza, es nuestro mensaje a las familias que hoy lloran a sus hijos en Florida. La justicia que haga su parte y prevalezca la solidaridad.  A ti amigo, te invito a empuñar la espada aguda de doble filo y con las huestes del jinete blanco caminar, él es quien guarda la promesa al vencedor, junto a él debes marchar, verás que al final de la batalla, su luz nuevamente resplandecerá.

“Quieren adueñarse de nuestras vidas”, expresaba una mujer que acudió a entregar flores en memoria de las personas fallecidas en el centro nocturno Pulse, de Orlando.  Ese es un lamento que corre siniestro, violento, mostrando sus colmillos de sangre entre las comunas de todas partes.  Ya no solo, en ciudades rankeadas como peligrosas, sino también en lugares apacibles donde "los sueños se hacen realidad", como las vecindades de Kissimmee y Orlando.

Aquí también, en nuestra amada tierra tica, ya llegó el día en que escolares de nuestros barrios del sur, han de pagar un peaje a bandas de delincuentes, para poder pasar.  Dejó de bastar ufanarse de nuestro oasis de paz, o destacar algunas estadísticas como lo hacía quien escribe, unos doce años atrás en las murallas de Cartagena, cuando "sacaba pecho" con nuestra casi nula tasa de raptos extorsivos.  En Costa Rica, García Márquez no habría encontrado sustento para escribir "Noticia de un secuestro", me hubiese atrevido a pensar.

Pero las cosas han cambiado para esos niños, hijos de la libertad, para los que no tienen estatus de condóminos o para los jóvenes que van por la vida, aunque ésta casi no vaya con ellos, corriendo calles sin lumbreras, con sus venas infladas de desgracia, sumándose uno tras otro, agobiados por el ataque sistemático de los jinetes de corceles negros que quieren adueñarse de sus vidas, como en un solsticio de invierno, en el que las noches sin luna, quieren extenderse más.

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