La violencia de la sociedad actual es una responsabilidad compartida

Protestas en India contra la violencia machista. RR SS.
Protestas en India contra la violencia machista. / RR SS.

Por inhibición, déficit educativo y pérdida de valores.

La violencia de la sociedad actual es una responsabilidad compartida

Hemos conocido la acción brutal de otro ser malvado sobre una joven indefensa. El depravado tiene un historial sobrecogedor que debía mantener acobardados a los habitantes del pequeño municipio de Huelva en el que se había instalado tras cumplir una larga condena por otros hechos reprobables.

La joven llegó al lugar con la ilusión de continuar su carrera profesional en la enseñanza, lejos de su familia, desconocedora de este pequeño municipio y sus habitantes; y se instala frente a la casa de tan perverso ser, apenas a 10 metros de distancia.

El azar ha querido que sus vidas coincidieran. Es de suponer que, entre los dos mil  habitantes de la localidad alguno supiera quién era el individuo, su instalación y su peligrosidad; es de suponer también que, en un lugar tan pequeño, la forastera no pasara desapercibida para algunos de sus nuevos vecinos.

Y, sin embargo, nadie la advirtió, ¿hicieron caso omiso?, ¿por qué hubo silencio o, tal vez, encogimiento de hombros?, ¿miedo, desconocimiento? El hecho es que   la joven se puso, inocentemente,  ante la boca del lobo depredador, si ninguna insinuación o advertencia.

Suena la alarma: saben que ha desaparecido la nueva vecina, también el depredador, el pueblo se inquieta, inicia la búsqueda, surgen las primeras sospechas y consignas, aparece el cadáver maltrecho de la joven maestra, vejado, abandonado con desprecio y detienen al sospechoso.

A partir de este momento la pequeña localidad se moviliza ante la casa del vecino que concita las sospechas. Insultos, lamentos, llantos, pancartas con los lemas tradicionales en casos semejantes, intentos de agresión,...: todo el mundo llora por la joven, a quien nadie conoció -según parece- y de quien nadie se ocupó. Mientras, su familia, amigos y compañeros lloran y sufren en silencia, al margen de la multitud.

Yo me pregunto qué pensarían en ese momento de llanto quienes conocían el peligro latente sobre la joven forastera: ¿se lamentarían de lo que podrían haber evitado?, ¿o, tal vez, creen que eso era cosa de las autoridades locales, de la guardia civil  o de “los otros”?

Tengo la impresión de que pasamos fácilmente de la despreocupación al odio, sin escalones intermedios, lo que colabora en la difusión de un sentimiento negativo, que tanto daño provoca en la sociedad actual, a todos los niveles.

 El culpable es el monstruo que perpetra semejantes actos; la víctima, casi siempre, una mujer indefensa e inocente. Pero esto no debe impedirnos meditar sobre el grado de responsabilidad de cada uno de nosotros, a través del olvido, del odio y hasta de la violencia. 

Lemas, pancartas, estribillos, concentraciones, minutos de silencio y otras manifestaciones de rechazo no son todo. @mundiario

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