La violencia desatada en varias ciudades suscita cada día más preocupación en Argentina

La presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner.
La presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner.

Algunos ciudadanos expresan, de modo enfermizo, sus deseos de venganza, desconcierto y falta de control, atacando, lastimando y hasta matando. Se impone la adopción de medidas.

La violencia desatada en varias ciudades suscita cada día más preocupación en Argentina

Alarma por estos días la cantidad de episodios de linchamiento a ladrones que se registran en Argentina en las últimas semanas. Sin discriminación de fronteras, suceden tanto en la Ciudad de Buenos Aires como en ciudades del interior del país, como Rosario, ciudades del conourbano bonaerense (Gran Buenos Aires), Córdoba, La Rioja, Mendoza...

Algunos ciudadanos expresan, de modo enfermizo, sus deseos de venganza, desconcierto y falta de control,  atacando, lastimando y hasta matando, como ocurrió con el joven ladrón de Rosario -18 años, sin portación de armas-, que murió al ser linchado por un grupo de vecinos indignados días atrás.

Y se suceden los días y los episodios no cesan, aunque son calificados como "aislados" de parte de uno de los máximos referentes de la seguridad nacional, el secretario de Estado, Sergio Berni. Si bien al momento de escribir estas líneas se contabilizaban 12 casos, en los últimos días todos sabemos que la ausencia del Estado, que lleva años en el tema seguridad ciudadana, sigue atemorizando a gran parte de la sociedad argentina, que está expresando, a través de grupos espontáneos, una práctica que  muestra el grado de lesión que tiene el contrato social local, con su consecuente peligrosidad para el Estado de Derecho.

Otro de los casos muy difundido fue el ocurrido en el barrio porteño de la Recoleta, cuando otro ladrón fue 'protegido' por un encargado de un edificio que impidió que los vecinos llegaran a matarlo, al grito de '“Mátenlo, así no jode más”.

Preocupación

Es cierto que las autoridades muestran  y expresan su preocupación y llaman al cese de la violencia, desde la Presidenta de la Nación, Cristina Kirchner, que condenó los hechos, hasta el alcalde de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio  Macri, quien advirtió de que en la Argentina "se está yendo de madre en términos de inseguridad y de falta de respeto a la ley",  pasando por diversos referentes y autoridades de la seguridad nacional. Pero lo llamativo es que no ha habido, hasta el momento, detenidos por estas lamentables y preocupantes manifestaciones populares.

El propio secretario de Seguridad de la nación, Sergio Berni, repudió los hechos, subrayando que se debe condenar a los agresores: "La sociedad está cansada de ver cómo los delincuentes entran y salen de la comisaría porque la justicia no puede o no quiere hacer su papel". Y remarcó que “el 80 por ciento de las detenciones no llegan a juicio, (los delincuentes) son liberados en la comisaría, la sociedad está cansada de estos hechos".

Pero estas manifestaciones espontáneas, no tan aisladas como indica el funcionario, y cuyo objetivo mediato es  la ira y la irracionalidad violenta en busca de venganza, muestran el hartazgo criminalmente expresado de parte de vecinos, cansados de ver hechos de inseguridad no castigados por el Estado.

La anomia social que atraviesa hoy a la sociedad argentina, parte de un rechazo masivo sobre el ejercicio de cierta impunidad y  desatención  de parte de una  clase política seguida por un Poder Judicial ineficaz, a la hora de hacer valer el derecho de los ciudadanos lesionados en cuestiones de seguridad.  

Mal ejemplo

El ejemplo desde el poder no ayuda. La percepción social de robo, corrupción y falta de transparencia de parte de ciertos políticos hoy investigados por la justicia o señalados desde los medios de comunicación por hechos no lícitos, habilita en la sociedad a un 'vale todo' desesperanzado, que lleva en muchos casos a vivir con un sentimiento de desprotección desde el que brota, como puede observarse,  lo peor de su humanidad, dedicada a defender, justificar y practicar estos linchamientos vandálicos y asesinos.

Esto no significa que todos seamos linchadores, para nada. Se trata de  grupos exacerbados que van por el carril de la violencia, gran parte del resto de la sociedad muestra el hartazgo con apatía , desesperanza, y una lucha cotidiana y desigual contra un sistema que diezma las ganas de luchar por un futuro mejor, total ¿para que...?

Robar o no robar. Matar o no matar. Votar o no votar. Trabajar o no trabajar, son sólo algunas de las antinomias que parecen valer por igual. En especial para quienes actúan fuera de la ley , pero sin dudas, los 'linchadores' tambien lo están, y actúan con la misma lógica impune.

Si a esto le sumamos los paupèrrimos niveles de educación ciudadana que fuimos adquiriendo con el correr de las décadas, la mezcla se hace explosiva y el 'vale todo' impera en las escuelas, donde los estudiantes no respetan a sus maestros, en las familias, donde los jóvenes desoyen los mandatos y valores de generaciones anteriores, en los medios de comunicación , donde los mensajes son difundidos por comunicadores muchas veces exacerban dicotomías que no ayudan a pacificar sino a enardecer el clima social.

Gran confusión 

La gran confusión argentina de las últimas décadas ha sido depreciar la palabra 'autoridad', pensando que significa 'autoritarismo'. La negativa connotación que éste término tuvo durante la última dictadura militar ha confundido a muchos, llevando a que todo principio de autoridad , entendida como respeto hacia el que conduce o sabe algo y lo transmite, sea puesto en duda o directamente rechazado.

El 'vale todo'  llega a ser así el resultado patológico que surge en una sociedad cansada de observar discursos antinòmicos desde el poder político, empresarial y también mediático. Una pelea por protagonizar un discurso hegemònico que no debiera existir en una democracia madura y plural y que nada aportó  a la hora de hacer crecer el debate y la política bien entendida dentro de una sociedad ya castigada por muchos otros episodios históricos como una dictadura , el robo de la soberanía de parte de su territorio (Malvinas), y años de desórdenes econòmicos cíclicos que la  han enfermado ,entregado así  generaciones a la desesperanza,y el individualismo del que nos va a costar años salir.

La inflación cercana al 40% prevista para el presente año, las vergonzosas paritarias que cierran los gremios peronistas, con aumentos salariales  paupérrimos  y el 'aquì no pasa nada' como mensaje oficial del gobierno , exasperan aùn más el ánimo social caldeado propiciando episodios penosos de violencia social de patotas espontáneas, que se arrogan el poder del Estado de ejercer la violencia en forma (ilegítima) en estos casos .y que expresan además el odio de una clase social-la media- por sobre otra-la de los marginados- que lejos de estar 'incluídos' dentro del sistema, como declama el kirchnerismo , continúan vagando sin prisa y sin pausa, por el camino de la crucifixión que el poder primero y la sociedad despuès, les inflingen.

No son héroes

Es claro que no son héroes los ladrones, tampoco víctimas y muchos de ellos son asesinos, pero sólo el Estado a través de sus fuerzas de seguridad y el Poder Judicial,deben mediar en estos casos . Y nada justifica que como sociedad nos denigremos al punto de ejecutar crímenes y golpizas  en nombre de  'justicia por mano propia'.  Es retroceso, es vergüenza, es no haber aprendido nada como cuerpo social, mirando en el pasado cercano, cientos de Madres y Abuelas de desaparecidos que bregaron por la justicia durante màs de 30 años, sin  ejecutar un sólo acto de violencia sino apelando a una lucha pacífica de busca de justicia y verdad.

Paradógicamente, en lugar de imitarlas,  parte de la sociedad porta armas, pide venganza por mano propia y denosta la lucha por los derechos humanos. Esto también ocurre en Argentina, aunque las marchas por  el Día de la Memoria la Verdad y la Justicia (24 de marzo), hayan sido nutridas, aunque dividas en diversos actos según los diferentes partidos polìticos. Ni en eso nos ponemos de acuerdo.

Responsabilidades políticas
Sin dudas, hay en los recientes casos de linchamientos, responsabilidades políticas concretas, del Gobierno primero y de toda la clase política después, que tienen que implementar en modo urgente medidas de seguridad eficaces,  planes inclusivos inmediatos que recuperen dentro y fuera de las cárceles a sujetos hoy olvidados por un Sistema de poder que parece ya  preso, de la impunidad que durante décadas supo generar. Y por supuesto, garantizarle inmediatamente a los ciudadanos, que su seguridad está cotidianamente cuidada, para que salir a la calle no sea una aventura peligrosa, sino que vuelva a ser un acto de libertad plena, cuidada por un Estado que cumple con sus funciones. De eso se trata el vivir en democracia.

 

Comentarios