La vida es tan frágil que no puede soportar el peso de la arrogancia

Hombre pensativo con mascarilla pandémica./ Rottonara en Pixabay.
Hombre pensativo con mascarilla pandémica./ Rottonara en Pixabay.
¿Somos realmente autosuficientes? La vida presenta tal fragilidad que no soporta el peso de la arrogancia y el orgullo, tan común en nuestra conducta.
La vida es tan frágil que no puede soportar el peso de la arrogancia

Todos tenemos algo en común: estamos en esta vida en una situación de vulnerabilidad, de susceptibilidad; nunca sabremos qué pasará mañana o incluso en unos momentos. ¿Somos realmente autosuficientes? La vida es tan frágil que no lleva el peso de la arrogancia y el orgullo tan común en nuestro comportamiento.

La vida, en su sabiduría, no nos otorgó una autonomía total precisamente para que a través de esta condición de fragilidad, tengamos la oportunidad de desarrollar la solidaridad y el amor al prójimo. Sí, todos somos frágiles. De un momento a otro, la vida puede cambiar drásticamente, ya sea por enfermedad, un accidente o pérdidas de todo tipo, llevándose consigo las certezas que manteníamos a salvo y adaptadas. ¿Pero exactamente qué? Los eventos pueden cambiar por completo la ruta de nuestras vidas, requiriendo nuevas adaptaciones y aprendizaje.

Lamentablemente, el ser humano no ha aprendido que nos volvemos más fuertes cuando nos tomamos de la mano, cuando somos empáticos con la condición del otro, situación que puede ser exactamente nuestra en el futuro por venir. Tarde o temprano la vida demandará nuestras actitudes, no por venganza, sino a través de la metodología educativa, ya que el progreso es el camino y la meta de todos es la evolución del ser. Y no hay escapatoria: cada acción nos encontrará en la curva de la carretera; nadie planta limones con la esperanza de recoger fresas; nadie espera cosechar calor y calor donde sembró el abandono y el rechazo.

Las reglas de la vida son muy sencillas


Las reglas de la vida son tan sencillas, claras y coherentes en sus afirmaciones, pero reiteramos que no las reconocemos y mucho menos las respetamos. A veces no cuesta nada ser amable, cariñoso, acogedor o considerado con un ser que actualmente está siendo probado por la vida. Tantas veces una palabra de consuelo, una mirada, un abrazo o un apretón de manos demuestran la importancia que nos tenemos los unos a los otros en un vínculo de humanidad. Sentirnos comprendidos y acogidos reconforta enormemente nuestro hogar interior, calienta el corazón, nos inspira con melodías que se derriten en los tonos de la esperanza y la paz mental.

Sin embargo, el tema no se limita solo a los valores morales que necesitamos cultivar, va mucho más allá. Cuando somos compasivos el uno con el otro, estaremos facilitando experiencias que permitirán el desarrollo de representaciones mentales y vivencias de benevolencia que de alguna manera o bajo algunas circunstancias beneficiarán a la otra persona y en consecuencia al mundo, porque hoy son gestos de cariño y solidaridad los productos más raros y caros que pueden existir.

Y a pesar de su alto valor, no se encuentran en ventanas de lujo, sino solo en corazones nobles. @mundiario

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