¿Al usar la palabra “indiferencia”, reparamos conscientemente en su significado?

Persona indiferente. / Pixabay
Persona indiferente. / Pixabay
La indiferencia ante un ser humano puede ser la acción más inhumana. La indiferencia es un estado de ánimo en el que no se siente ni inclinación ni repugnancia hacia una persona, objeto o negocio determinado.
¿Al usar la palabra “indiferencia”, reparamos conscientemente en su significado?

Con frecuencia utilizamos palabras en cuyo significado preciso no reparamos, lo que tiene especial importancia cuando se trata de vocablos aplicados a las relaciones personales; hace unos días me refería a placer y felicidad, hoy lo haré al término indiferencia.

La indiferencia es un estado de ánimo en el que no se siente ni inclinación ni repugnancia hacia una persona, objeto o negocio determinado.

Me referiré exclusivamente a la indiferencia como reacción ante nuestros semejantes, como lo son el odio, el afecto, la piedad, la solidaridad, simpatía o antipatía, por ejemplo.

Tratar  con indiferencia  supone confinar a la persona y lo que lleva consigo o representa, en el cajón del olvido; es decir, lo humano  deja de tener relevancia e importancia para otro ser humano: no existe. Lo que nos permite afirmar que la esencia de la inhumanidad del mundo actual es la actitud de indiferencia  hacia nuestros semejantes.

¿Por qué, en ocasiones, recurrimos a la indiferencia en las relaciones interpersonales? Naturalmente, las causas que nos inducen a este comportamiento pueden ser muy variadas.

Unas veces será el egoísmo el que nos impulse a la indiferencia para disfrutar plenamente de una situación, con olvido de los problemas de los demás y alejando de nosotros sentimientos negativos como la compasión o la pena.

Puede encontrar su causa en el deseo de mantener la comodidad que disfrutamos y nos seduce: si no veo, no escucho o no siento la amargura o los lamentos ajenos, no existen, lo que me permite mantenerme en mi zona de confort.

Quien se comporta con indiferencia puede hacerlo por carecer de  sensibilidad emocional, lo que le impide experimentar los sentimientos más nobles.

Muy frecuentemente es el miedo a ver en los demás un reflejo de nosotros mismos o el temor para afrontar determinadas situaciones, lo que nos incita a la indiferencia para auto protegernos.

La soberbia siempre es una mala consejera y hace que nos sintamos superiores a los demás y eludamos la visión y el trato con quienes consideramos peores o inferiores.

Con la indiferencia consciente, deseada, se pueden provocar daños emocionales, tales como pérdida de la auto estima, soledad, ansiedad, sentimiento de abandono. Estaríamos ante una indiferencia malvada.

En determinadas relaciones personales la indiferencia, apoyada en la dependencia afectiva del otro, puede tener un propósito manipulador.

La envidia incita a manifestarse indiferente ante sentimientos de los demás, tales como la alegría, el éxito o su inteligencia,...

La indiferencia nos aleja de la responsabilidad de auxiliar al otro, diciéndonos a nosotros mismos: no soy responsable de su situación.

Martin Luther King se manifestó más preocupado por la indiferencia de los buenos que por la perversidad de los malvados; tal vez porque la indiferencia de los buenos va acompañada de un silencio cómplice que impide dar solución a muchos de los problemas de la humanidad. @mundiario

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