La universidad pública costarricense posterior al Covid-19

Biblioteca de la Universidad Nacional (UNA) de Costa Rica. / Mundiario
Biblioteca de la Universidad Nacional (UNA) de Costa Rica. / Mundiario
Deberá ser el faro que ilumina la trayectoria social en estos momentos, donde las nubes grises de la crisis sanitaria y económica ponen incertidumbre y desesperanza en nuestros ciudadanos.
La universidad pública costarricense posterior al Covid-19

El legado de las universidades públicas al país ha sido amplio y profundo. Han transformado, en múltiples campos y entornos, nuestra querida Costa Rica. Médicos, ingenieros, filósofos, músicos, poetas y educadores, entre tantos profesionales y científicos que se han formado a lo largo de los últimos 70 años en el sistema universitario público, han transformado sus vidas, la de sus familias y el entorno social al que pertenecen. Miles de proyectos de investigación y extensión universitarias han modificado realidades y desencadenado procesos de transferencia de tecnología y conocimiento, en múltiples campos del quehacer económico, cultural, tecnológico y social del país. No hay duda alguna de la labor realizada y son hechos, no palabras, los que prueban el valor social de la Universidad pública costarricense. 

Al igual que muchas otras instituciones del Estado social costarricense, las universidades  públicas enfrentan hoy, múltiples desafíos y oportunidades, no todo ha sido color de rosa, las finanzas de las instituciones operan al filo de la navaja, ante las dificultades para recibir más financiamiento vía el FEES y un crecimiento sustantivo de los gastos operativos de las instituciones. La sostenibilidad financiera en momentos de estrechez fiscal será de los mayores retos a enfrentar en el corto plazo. Una nueva gobernanza universitaria deberá responder ante lo anterior, capaz de reducir los tiempos de acción y reacción en los distintos ámbitos de gestión y de motivar la innovación y la mayor productividad del quehacer universitario. Hacer más con los mismos recursos, será el gran desafío por enfrentar para los años venideros.

Un mayor esfuerzo por la regionalización del conocimiento, poniendo énfasis en las nuevas tecnologías y la revolución 4.0 que enfrentamos, será fundamental para reducir las inequidades sociales y económicas que debilitan el desarrollo del país. Mayor articulación y un énfasis en el impacto social y la creación de valor público, en relación con su actividad académica, deberán ser el norte a seguir. Hemos pasado los tiempos calmos, la sociedad del siglo XXI enfrenta grandes tormentas en el horizonte, los males endémicos del sistema económico deberán afrontarse con prontitud, a saber, el deterioro del medio ambiente, la devastadora desigualdad económica y la exclusión social, regional y tecnológica, todos son desafíos que no esperarán. Las universidades públicas costarricenses deberán aportar el conocimiento sustantivo para confrontar esos desafíos país, con docencia, más y mejor investigación, extensión y producción, pero sobre todo, con un renovado espíritu de contribución al desarrollo nacional.

Todo lo anterior requiere un cambio y una orientación clara, las universidades deberán seguir siendo una política de Estado, evitar a toda costa caer en la tentación de convertirse en un grupo de presión más, al calor de la coyuntura electoral de corto plazo. El papel protagónico de la Universidad debe de estar en las grandes luces del cambio social, político, tecnológico, cultural  y económico que requiere el país, todo lo anterior articulado a los objetivos 2030 de Naciones Unidas. La Universidad pública deberá ser el faro que ilumina la trayectoria social en estos momentos, donde las nubes grises de la crisis sanitaria y económica ponen incertidumbre y desesperanza en nuestros ciudadanos. 

Una nueva generación de universitarios estamos llamados a ser y estar en esta tarea, para eso es que debemos virar el rumbo, mover el timón y afianzar el cambio en nuestras universidades públicas. Debemos mirar al futuro con esperanza y entusiasmo, como dice la frase del poeta y educador costarricense, Isaac Felipe Azofeifa, “nunca se pone más oscuro que cuando va a amanecer”. @mundiario

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