Del trauma colectivo al duelo individual: un tránsito por el silencio en los Alpes

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Ceremonia.

Comparto la definición y puntualización en cada acontecimiento de importancia que se iba produciendo , así como la manera en la que era comunicado, el tiempo y la forma impecable.

Del trauma colectivo al duelo individual: un tránsito por el silencio en los Alpes

Comparto la definición y puntualización en cada acontecimiento de importancia que se iba produciendo , así como la manera en la que era comunicado, el tiempo y la forma impecable.

 

Se cumple una semana del fatal desenlace de aquel vuelo de Germanwings que partía de Barcelona a Düsseldorf y que nunca llegó a su destino.

Me he estado conteniendo todos estos días porque, como sociólogo y colaborador en medios de comunicación, me preocupa demasiado el tratamiento de la información que se está dando  sobre este tema, pero como ciudadano y, sobre todo como persona que ha perdido a una ser querido en un accidente aéreo, más.  

Durante este tiempo he recordado en muchos momentos la canción Sounds of Silence (Sonidos del Silencio),  aquel tema escrito el 19 de febrero de 1964 por Paul Simon, tras el asesinato de John F. Kennedy  en noviembre del anterior año, como un intento de expresar el sentimiento popular tras el desafortunado suceso. Y lo cito, porque hay que respetar el silencio de los que sufren que son los más importantes en estos momentos.

Aplaudo la planificación de la información dada al mundo entero por la Administración gala, la comunicación de los datos ha estado más que acertada desde el principio. Aplaudo el anuncio del accidente a través del presidente de la República; aplaudo el descarte de atentado vía primer ministro y cómo no, la impecable y transparente  actuación del fiscal desde el momento cero.

Comparto la definición y puntualización en cada acontecimiento de importancia que se iba produciendo así como la manera en la que era comunicado, el tiempo y la forma impecable; pero, detesto y denuncio la interferencia amarillista característica del otro lado del  charco, filtrando el contenido de las conversaciones de una de las cajas negras. Y encomio de nuevo, la forma valiente y contundente de salir al paso por el ministerio fiscal francés, para calificar el acto homicida del copiloto alemán y así no dejar espacio para los dimes y diretes.

Soy consciente que no todos están de acuerdo en la manera que se trata la información, evidentemente nunca llueve a gusto de todos, pero bien es cierto que, respetando las voces discordantes de las asociaciones de pilotos aquí en España y allá en Francia, voces descontentas ante la vulneración de la procedimentalización y protocolos de investigación de accidentes aéreos por desvelar avances, lo que está claro señores, es que lo primero deben ser las víctimas.

Sí, y digo las víctimas, porque víctimas son también los que han quedado aquí y sufren la pérdida de un ser querido. Sufren  un hecho traumático negativo, extremo e inusual que les afecta de manera personal y a la vez de manera colectiva.

Pero me interesa más la vertiente íntima y personal, que se les preste la ayuda necesaria para trabajar esas habilidades de supervivencia que existen en cada uno de nosotros para hacer frente a las dificultades y embates de la vida cuando, en un principio queda gravemente mermado ese bienestar personal.

Primero el trauma que surge tras el suceso y,  después el duelo que varía en intensidad y contenido a medida que transcurre el tiempo. Ambos deben ser respetados en honor a la verdad y a la transparencia para poder aceptar la respuesta más acertada en nuestro yo interno y desde ese yo hacia la vida en colectividad.

Pero, a mi juicio, por encima de todo está el respeto. El respeto que debemos a la memoria de los que se han ido y, sobre todo al proceso de memorizarlos de la mejor manera posible en la mente de los que se han quedado.

Seamos cautos y huyamos de las especificaciones y los sensacionalismos que, lo único que van a hacer es más daño a los que han sufrido uno de los peores momentos de su vida; de esas noticias que dejan frecuentemente secuelas imborrables, moldean la visión del mundo, limitan la capacidad de entusiasmo y hacen a las personas más vulnerables.

No entremos en detalles y dejémosles con su duelo, con su tiempo para, que en ellos crezca la esperanza y el espíritu de superación que forman parte del instinto de conservación y supervivencia del ser humano.

Dejémosles pues que transiten en privado y a su ritmo, por los sonidos del silencio.

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