Todavía hay quien cree que las personas mayores son chatarra

modelos ancianas_opt_opt
Jan de Villenueve, Benedetta Bazini y Marie Sophie Wilson.

No me extraña que la silicona esté tan solicitada. Es preciso alejarse como alma que lleva el diablo de una edad que, en nuestra cultura occidental, no aporta nada.

Todavía hay quien cree que las personas mayores son chatarra

Hace tiempo, el presidente español de la Sociedad de Geriatría declaraba que, en este país, somos crueles con las personas mayores y las ignoramos. Como son seres que consumen y no producen, decía, los hacemos culpables de las crisis económicas que padecemos.

La cosa está tan cruda que, como sigamos en este plan, les obligaremos a pasar la ITV como a los coches: si tienen la presión arterial equilibrada y todas sus luces mentales intactas, si su consumo no es contaminante y conservan la chapa de su piel en perfecto estado, les otorgaremos cuatro años más en sociedad; los que no, deberán ser retirados definitivamente de circulación. De hecho, no sería la primera vez que se aparca a un abuelo en una gasolinera porque no alcanza las revoluciones de la familia (esto ocurrió en Málaga hace unos años).

No me extraña que la silicona esté tan solicitada. Es preciso, por si acaso, estirarse al máximo, extraer con un bisturí hasta la mínima arruga y alejarse como alma que lleva el diablo de una edad que, en nuestra particular cultura occidental, no aporta nada. Aquí vamos al revés: cuantos más años acumule cualquier objeto, más aumenta su valor. Nos asombran los muebles centenarios, nos pasmamos ante las pinturas de Altamira, coleccionamos sellos de principio de siglo o paladeamos con deleite los vinos más añejos. Pero, con los seres humanos ocurre todo lo contrario: vaya usted acercándose a la ancianidad  y podrá sentir en vivo y en directo como los demás lo marginan, su persona se devalúa y cae en picado en la bolsa de la vida.

Hemos atrasado tanto el reloj existencial que, entre otras cosas, cada vez se utilizan mujeres más jóvenes en las pasarelas donde muchas modelos son niñas menores de dieciocho años que todavía no han acabado ni la enseñanza obligatoria. Sin embargo, hace una semana, en la London Fashion Week,  la diseñadora Simone Rocha rescató a tres modelos septuagenarias para que luciesen sobre la pasarela su última colección. El escenario fue ocupado, durante unos minutos, por esas bellas damas, curtidas y aguerridas, que demostraron cómo encarar el paso del tiempo con agallas y, de paso, acallar más de una boca y remover conciencias. Una maravillosa manera de hacer visible lo invisible o de encender una diminuta luz entre tanta negrura.

Comentarios