Tics y otros detalles

Rafa Nadal /  Asier Sanz
Rafa Nadal. / Asier Sanz
Cabría preguntarse si acaso Rafa Nadal habría llegado a la cima del éxito de habérsele impedido frotarse las sienes y surcos nasogenianos antes de cada saque de pelota.

A veces, el ser uno mismo pasa también –¡hay que ver!– por gestos característicos: tics y otras minucias que obedecen a motivos varios aunque ninguno de ellos excluya necesariamente a los restantes. Así lo afirmaba Bufalino en una de sus novelas y es que ciertos detalles, que muchas veces contribuyen a perfilarnos frente a terceros, no se eligen o, de haberlo hecho en su día, el tiempo los ha convertido en inevitables.

Quizá en el pasado comenzásemos a mover el pie bajo la mesa cuando nerviosos. O a rascarnos la cabeza si enfrentados a lo incompresible hasta que lo que empezó como respuesta a determinado estado de ánimo acaba por incorporarse a los hábitos gestuales incluso en ausencia de causa alguna. No me refiero a la pelambrera de Trump o la coleta de Iglesias, determinantes de una imagen que ha terminado por subordinarse al color o longitud (del pelo), sino a movimientos; a tics tal vez con igual o mayor valor identitario y cuya reiteración se ha independizado de la voluntad en mayor medida que una eventual renuncia al tinte distinto o a la gomita para atar.

Cabría preguntarse si Paco Marhuenda sería el mismo de no menear la cabeza en las tertulias frente a cualquier intervención que ponga en solfa a la derecha de este país. O si acaso Rafa Nadal habría llegado a la cima del éxito de habérsele impedido frotarse las sienes y surcos nasogenianos antes de cada saque de pelota y, como es evidente, pasándose por el forro el consejo de no recorrer dos veces el mismo camino, aunque se trate de los situados a ambos lados de su nariz. O siguiendo con él, artífice ayer de la victoria española en la Copa Davis, cómo le iría si un esparadrapo, estratégicamente colocado en una comisura labial, le impidiera torcer la boca cuando el golpe de raqueta. Y ya me parece escuchar la pregunta: ¿cada quién es presa de algún tic? No podría asegurarlo, pero estoy de oír, en mallorquín, “No xucles” (atribuyo el sonido, a modo de ronquido, a una rinitis, siquiera como excusa) hasta la coronilla. Que también me suelo rascar cuando perplejo. @mundiario

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