Los tesoros biológicos del monte Pindo se han perdido en medio del fuego

Carnota, O Pindo, o Ézaro... arrasados / David Formoso.
Carnota, O Pindo, o Ézaro... arrasados / David Formoso.

Tragedia ecológica. El monte Pindo ha sentido el fuego de los intereses espurios y su piedra viva se habrá retorcido en el dolor de la incomprensión en un sentido 'por qué, porqué, por qué'.

Los tesoros biológicos del monte Pindo se han perdido en medio del fuego

Doe, doe, doe...

Castelao

 

Las tradicionales hogueras de San Juan han llegado tarde, pero han sido efectivas. El aquelarre de las brujas sanjuaneras de la cueva de Reverte Demos llegó cuando el verano está a punto de decir adiós  en el que ha sido nuestro olimpo celta, quemado por la mano de un Nerón de tres al cuarto a quien yo encomiendo, muy sinceramente, sea visitado todas las noches por las mouras de la casa da Xoana.

Ni el ser declarado Lugar de Importancia Comunitaria (LIC), ni el que se le hubiera incluido en la Red Natura 2000 han salvado a sus más de 4.500 hectáreas de ser pastos de la llamas.

Nuestro monte Pindo ha sentido el fuego de los intereses espurios y su piedra viva se habrá retorcido en el dolor de la incomprensión en un sentido "por qué, porqué, por qué". Sus tesoros biológicos no han podido utilizar el agua que no ha llenado las "pías" que un día pudieron haber servido para los rituales religiosos en forma de sacrificio, y el monte todo, todo, fue y es una ofrenda a la incomprensión.

Sus seres míticos vagan ahora por la playa de Carnota hasta que la séptima ola decida si se puede volver a la vieja iglesia de la cueva de A Hermida en la que reiniciar el ritual de la vida con los carballos ananos. Los guerreros de piedra nada han podido contra la tozudez, el deseo de causar daño sin beneficio aparente, de los nuevos gigantes que, en esta ocasión, no han sido pétreos sino obtusos humanos que silenciarán su "hazaña" por temor a que un gallego grabe su nombre en el viento y que éste lo hunda en el mar en el que todos los días muere el sol.

El viento ya podrá, ya, adentrarse por los recovecos de los cíclopes de piedra para gritar al mundo "doe, doe, doe, doe", mientras el arpa se esconde  entre los lirios de monte con Dumbría, Cee y Mazaricos a la vista y para no volver a cantar al oro y plata del sol de cada mañana frente a los coídos carnotanos.

El Olimpo Celta de Galicia habrá perdido una de las tres aras sixtinas que el historiador Barreiro irguió en este monte Pindo con la fachenda de quien sabe que el suyo sí es un tesouro digno de entregar a la raíña Lupa en un ejercicio de exorcismo en el que quemar las malas digestiones de aquellos que no saben valorar el zumo de una tierra a la que Castelao cantó con dolor desde el exilio forzado.

Doe, doe, doe...

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