Taiwan: La ilha Fermosa y deseada (y II)

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Eve Lo (Lo Yu Ting). / Xantia Alonso

Tras dos semanas en Taiwan, experimentando la mas absoluta de las soledades, sintiendome excluida e incapaz de atravesar los muros aparantemente infranqueables de la sociedad Taiwanesa, conozco a la jóven Eve Lo, quien me abrirá las puertas de su casa y, de su alma.

 

Taiwan: La ilha Fermosa y deseada (y II)

“Si no te portas bien iras al infierno’’ le dijo su madre antes de llevarla al Templo de los infiernos. ‘’Era pequeña, me asusté mucho, pero ahora ya no le temo al infierno’’- me cuenta Eve Lo (Lo Yu Ting). Aunque no es para menos, los taoístas, la religión mayoritaria en Taiwan, creen en la existencia de dieciocho infiernos diferentes.  

“¿Qué significa para ti el taoísmo?”- le pregunto a Eve. ’’Que dar es mejor que recibir. Eso es el taoísmo”- responde. La miro intrigada. “Digamos que quiero ser taoísta, ¿qué debo hacer?”- pregunto entusiasmada. “Nada en particular. El taoísmo es una manera de entender la vida. Es preocuparse y cuidar a los demás, ser amable, ayudar desinteresadamente, taoísmo es ser generoso, cuidar y ser respetuoso con lo que te rodea. Los taoístas anteponemos el progreso de la comunidad al personal”– sentencia dulcemente Eve Lo. 

Me parece simple. Y así empieza mi experiencia taoista. Seré una de ellos durante las dos semanas que me quedan en la desconcertante isla de Taiwan. 

Es ya de noche, pero le pido que vayamos al templo. “¡No!”- exclama efusivamente- no puedo ir una vez se haya puesto el sol. Hay algo en el templo por la noche. Mi madre vio como mi alma salía de mi cuerpo cuando era pequeña. Al parecer, fuimos hasta el puente que cruza el río que atraviesa el pueblo y al volver no era yo, no tenía contacto visual con nadie, no hablaba, estaba como ida, ausente, sin alma. Mi familia se asustó mucho y todos en el templo pidieron para que volviese mi alma a mi cuerpo’’. 

Mi madre vio como mi alma salía de mi cuerpo cuando era pequeña

Desde entonces Eve dice que, a veces, siente como presencias, no las veo, pero puede sentir a los espíritus. “Se me eriza la piel –prosigue-, y sé que puedo contactar con ellos pero me da miedo”. “Tenía entendido que los taoístas creéis en la reencarnación y en que, por lo tanto, hay otro mundo después de este al que se van las almas que no van a alguno de los dieciocho infiernos” -, le confieso confundida. “Sí, así es. Sin embargo a final de mes, los espíritus vuelven y disfrutan de las ofrendas que les hemos dejado”–  explica. 

 

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Ofrendas en Templo Taoista. / XA

 

En los templos siempre encontramos comida, bebida, dinero falso y otro tipo de ofrendas. El dinero lo queman, aunque es una práctica en desuso ya que intentan cuidar del medio ambiente. 

Mi amiga me explica que cuando alguien fallece, también se quema dinero - en esta ocasión billetes de curso legal- y todo lo que consideran que esa persona querría tener o podría necesitar en la próxima vida. Así, construyen casas de cartón, y réplicas de lavadoras, coches, móviles, etc. para quemarlo todo cerca de un río o del mar. ‘’Quizá sea por eso por lo que en verano nunca me han dejado ir a la playa, porque existe la creencia de que los espíritus están cerca del agua’’-, afirma Eve. 

 

Superstición y decepción 

Los taiwaneses son muy supersticiosos. Le gustan los números pares, razón por la cual las ofrendas tienen que ser pares. No utilizan el numero 4 ni el 6 porque suena similar a la palabra muerte, al igual que algunas frutas, que por lo tanto, no pueden ofrecer. 

‘’Algunos dioses son vegetarianos’’,- me explica Eve. Se ríe ante mi cara de asombro. ‘’Quizá dios no es la palabra más adecuada. Son inmortales, personas que contribuyeron de forma notable al bienestar, al progreso o a la defensa de nuestra tierra’’ bienestar, al progreso o a la defensa de nuestra tierra’’. Cuentan con deidades para prácticamente todo lo que se me ha ocurrido preguntar: pesca, buenas cosechas, exámenes, novios, embarazos, incluso cuentan con un dios de la cocina. 

Algunos dioses son vegetarianos. Son, en realidad, inmortales, personas que contribuyeron de forma notable al bienestar, al progreso o a la defensa de nuestra tierra

Me voy al templo y observo durante horas la frenética actividad del mismo. Compro incienso y dinero. Enciendo el incienso y me aproximo al altar mayor donde hay diferentes figuras, y sinceramente no sé a quién dirigirme. Me siento ridícula pero igualmente me presento ante ellos. Les digo que estoy intentando abrazar e interiorizar los preceptos del taoísmo. Tal como hacen los taiwaneses, formulo mi petición a los dioses y arrojo al suelo los dos pedazos de madera que sostengo entre mis manos. Es la fórmula mediante la cual las deidades contestarán a mis plegarias. Dependiendo de la manera en como caigan significara que las deidades me ayudaran, o no, a conseguir lo que he pedido. En esta ocasión me han negado su ayuda. Vuelvo, decepcionada a casa de Eve, preguntándome por qué los dioses no quieren ayudarme. “Reflexiona sobre tus acciones y pensamientos en estos últimos días. ¿Se adaptan a las enseñanzas taoístas? Si te han negado la ayuda significa que debes mejorar; quizá debas ser más respetuosa y más solidaria con tu entorno, no lo sé, yo no tengo la respuesta. Debes meditar sobre ello y esforzarte, o los dioses jamás te ayudaran. Los dioses –sentencia- nunca ayudarán a aprobar un examen a alguien que no ha estudiado’’.

 

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Templo en Hualien, Taiwan. / Xantia Alonso

 

No necesitar nada para uno: esa es la clave 

“¿Qué pides tú a los dioses cuando vas al templo?”- le pregunto. “Siempre pido lo mismo -me dice Eve. En primer lugar pido por la paz en el mundo, sé que es naïve (ingenuo), pero no dejaré de hacerlo. Pido por los niños que pasan hambre o sufren algún tipo de necesidad y, en tercer lugar, pido por mi familia y por mis amigos”.

Me hace sentir muy pequeña. Mi petición en el templo había sido por y para mi propio beneficio. Me hace sentir como lo que soy, egoísta, egocéntrica, interesada y materialista. Pensaba que ser taoísta era simple, pero ha resultado que ser buena persona no es tan sencillo como parecía. Puedo controlar mis acciones, y ser desprendida y respetuosa con todo lo que me rodea, pero ¿cómo controlar mis pensamientos?, ¿cómo dejar de anteponer mi bienestar frente al de los demás?, ¿cómo ser honesta, noble y humilde de corazón en este mundo de hoy en día? 

Me hace sentir como lo que soy, egoísta, egocéntrica, interesada y materialista

En un vano intento por sentirme mejor, le pregunto si nunca pide por o para ella. ‘’No, yo no necesito nada. Bueno a veces pido porque me ayuden a aprender japonés rápido’’ contesta mientras se ruborizan sus mejillas. Me parte en dos su bondad y abnegación. Al mismo tiempo que la admiro, me hace sentir mezquina, insignificante y vacía. La vengo observando durante dos semanas y tengo la impresión de que es algo innato a ella, pero es probablemente la única manera de ser que conoce. 

 

Los heterodoxos 

Claro que no todos piensan como la dulce Eve. "A los taiwaneses nos han educado así", me dice Wendy (no es su nombre real porque les gusta cambiárselo y tener uno en inglés), mientras me tomo un break de mi senda taoísta y disfruto de una Taiwan Beer y de la contestataria compañía de dos universitarias de aspecto más occidental.

 

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Mercado nocturno en Hualien. / XA

 

"Somos tranquilos, tímidos y muy reservados, aunque una vez que tenemos confianza, nos abrimos. Aceptamos el orden natural de las cosas. Es lo que más detesto de esta sociedad. Somos sumisos. Hemos sido pisoteados, abusados y ninguneados durante cientos de años y apenas nadie ha alzado la voz. Eso es lo que ha conseguido el taoísmo, controlarnos, inculcarnos miedo y anular nuestros sentimientos mas primarios, como todas las religiones". 

Lo que más detesto de esta sociedad es que somos sumisos. Hemos sido pisoteados, abusados, ninguneados y nadie ha alzado la voz

"Jamás podremos ser como tú, nunca tendremos esa energía, esa pasión, nunca nos cuestionaremos el orden establecido y probablemente nunca nos rebelaremos ante las injusticias futuras"- completa Jasmine, la otra compañera de mesa. 

El caso es que he dejado de sentirme sola y aislada en Taiwan como al principio. Desde la más absoluta de las modestias debo decir que entender el taoísmo, estudiarlo e intentar practicarlo me ha acercado a los taiwaneses. He sentido su respeto y aceptación al verme día tras día en el templo. Poco a poco la distancia que había entre nosotros se ha hecho más corta. He entendido que el cariño y el amor se expresan de diversas maneras. He conectado con ellos de una manera espiritual y ha sido tan calurosa como el más fuerte y largo de los abrazos.

 

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