Sugar Nation: cuando Beyoncé desayunaba a solas escuchando al bueno de Bach

Beyoncé. / http://urbangyal.com
Beyoncé. / http://urbangyal.com

No hay mayor oficio surrealista que la soledad, esa soledad en la que Beyoncé se sumía para llorar a los ausentes mientras sonaba la perpetua música de Bach.

Sugar Nation: cuando Beyoncé desayunaba a solas escuchando al bueno de Bach

Beyoncé no se agujereó la mano.

Solían hacerlo aquellos hombres vestidos de Galliano que miraban por un resquicio al dormitorio de la diva. Beyoncé escuchaba a Bach mientras los ausentes rebullían en su cabeza como burbujeante agua oscura, clamor incandescente o lumínicas inclemencias.

No volví a verla tan hermosa, ni siquiera cuando decidió vestirse con piel de iguana para descender a las Alcantarilla de los Mutilados. Allí fue el espíritu y la enviada, la todapoderosa madre que reconcilia al Cielo con el Infierno. No hay mayor diversión que esa encarnada metáfora de ángel y demonio. Ya no se cuenta otra cosa en las catacumbas de los gusanos ni en el interior de los frigoríficos donde germina el humus y la tolerancia sin lactosa.

Beyoncé no se agujereó la mano. Disparó contra las aves. Desde su balcón, una vez que cesó la famosa cantata y las nubes aparcaron sus velos en los ojos de unos hombres vestidos de Galliano.

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