Los sonidos del silencio

Voces.
Voces.
Los  fantasmas auditivos pueden tomar formas muy diversas. Cuando son verbales suenan como voces inaudibles para los demás pero reales para quien las escucha. Se las conoce como alucinaciones auditivas.

El silencio es un vacío en el cerebro. En cuanto se instala, la vía auditiva entra en acción y aparece un fantasma que lo reemplaza. Se llama acúfeno, o tinnitus. Se padece o se ignora. Según la reacción de cada persona se transforma en miedo, angustia, preocupación o en un acompañante que pasa a nivel inconsciente, por inconsistente.

La explicación es que, cuando la audición se desgasta, hay frecuencias que no se llegan a oír con la intensidad necesaria. Generalmente es porque las células ciliadas, que son como pelitos que están en el caracol del oído interno, se deterioran. La causa puede ser el paso del tiempo y los más afectados son los agudos. También es una consecuencia de la exposición al ruido intenso como es el caso de los músicos u obreros en una fábrica, o simplemente de los melómanos que se fascinan escuchando música con auriculares a alta intensidad. Esto produce un trauma acústico que daña las células ciliadas y es irreversible.  El cerebro tiene grabada la frecuencia deteriorada, intenta adaptarse y genera estímulos idénticos porque no entiende que haya desaparecido.

El primer síntoma de la lesión auditiva suele ser ese zumbido en el oído o en la cabeza, a veces como cigarras, o como un grillo, o un pitido. Nadie lo oye, no existe, es un sonido que  reemplaza al que falta. Porque el cerebro no admite silencios.

Como las casas encantadas en las que siguen viviendo sus habitantes muertos.

A veces las personas tampoco soportan el silencio y basta con que su interlocutor haga un pequeño paréntesis, para apurarse a llenarlo con lo que sea. No importa si es una estupidez o algo relevante pero la cuestión es no dejar espacios en blanco.

De hecho, el silencio no existe.

Me pregunto si lo que escuchamos los oídos normales no será una gran alucinación inventada por el vacío de la nada de donde venimos y a donde vamos.

Una vez que estuve en Copenhague en una fábrica de audífonos, me invitaron a permanecer unos minutos en una cámara anecoica. Totalmente silente. Fue una experiencia casi sobrenatural. Mi sensación fue la de un vacío insoportable, seguido de la intromisión de un zumbido leve, agudo, turbio, que inundaba ese silencio no permitido a los humanos.

Entre un 15% y un 20% de la población padece de tinnitus. Para muchos es realmente un problema. Los  inquieta tanto que les arruina la vida al no entender de dónde proviene. Lo asocian con un tumor cerebral o con un síntoma psiquiátrico.  Cuanto más buscan la paz y el silencio más se instala, porque no lo pueden controlar.

Visitan médicos otorrinolaringólogos, neurólogos, kinesiólogos, osteópatas, y hasta curanderos, quieren dejar de oír ese sonido que no se pueden explicar. Prueban todo tipo de terapias, sin éxito. Lo peor que les puede pasar es que les digan que no tiene cura y que se tienen que acostumbrar, sin tener en cuenta la importancia de lo emocional para poder encarar un buen tratamiento.

El acúfeno no se cura porque no es una enfermedad, es un síntoma. En el 90% de los casos de una deficiencia auditiva, que a veces no es perceptible, que no molesta porque son unos pocos decibeles descendidos con respecto a una audición normal, y suelen esconderse en frecuencias que no se miden en estudios audiológicos de rutina. Vienen a consultar con una audiometría supuestamente normal y, haciendo un estudio más exhaustivo, encontramos un pequeño descenso de la audición en algunos tonos ocultos.

Es suficiente con subirles la intensidad de esas frecuencias para que el sonido fantasma desaparezca o reduzca sensiblemente su intensidad. Hay audífonos digitales con amplio rango de frecuencias que pueden subir solamente los tonos afectados, dejando que los otros se sigan oyendo por una vía normal. La clave es distraer el “ruido del silencio” , ese que el cerebro se inventó para suplantar lo que falla. Es algo similar a cuando se amputa un miembro y se tiene la sensación de que el brazo o la pierna inexistente pican o duelen.

También hay terapias sonoras que consisten en acompañar al sonido fantasma con otro más relajante y posible de dominar a través de altavoces, o audífonos. Es indispensable que el paciente entienda por qué está oyendo esos ruidos, pierda el temor y aprenda a controlarlos, hasta que pasan a un nivel inconsciente. Como ocurre con el ruido de un acondicionador de aire o de una computadora que convive con nosotros sin que lo escuchemos.

Siempre pensé que Ludwig Van Beethoven padeció otoesclerosis que es una enfermedad que se origina en el oído medio, esclerosando los huesecillos. Da los primeros síntomas en la juventud, es progresiva: avanza hasta tomar el oído interno. Beethoven comenzó a notar que no oía bien a los veinticuatro años y con el tiempo llegó a una sordera total. Hoy hay una solución quirúrgica en sus primeros estadios frenando su progresión. Otro habría sido Ludwig si lo hubieran podido operar, otro su carácter, otro su horror por no poder oír lo que tocaba y componía. La sífilis y el asma agravaron su dolencia.

En esos viajes que hago en el tiempo para meterme en personajes literarios, me encantaría encontrarlo y, si ya es tarde para la cirugía, equiparlo con un buen par de audífonos de última generación, largarlo con ellos a escuchar su música interpretada por otros, y darle la oportunidad de seguir componiendo pero no con su memoria auditiva sino oyendo de verdad.

Músicos como Eric Clapton, Ozzy Osbourne, Barbra Streisand, Phil Collins, Luis Miguel, Brian Johnson y tantos otros conviven con su hipoacusia y sus tinnitus. Algunos deciden dejar de tocar para no seguir dañando sus oídos.

Los  fantasmas auditivos pueden tomar formas muy diversas. Cuando son verbales suenan como voces inaudibles para los demás pero reales para quien las escucha. Se las relaciona con síntomas de esquizofrenia pero puede darse también en personas sin enfermedades mentales.  Una falla en la inhibición de recuerdos traumáticos introduce pensamientos que se transforman en voces, conversaciones que llenan huecos, espacios y dominan a quien los padece. Se las conoce como alucinaciones auditivas.

El gran ejemplo histórico es el de Juana de Arco, una adolescente humilde que escuchaba las voces de Dios y algunos santos como Catalina de Alejandría, Margarita de Antioquía o San Miguel que la alentaban a defender a Francia. La fe ciega en ellos y en unos cuantos ángeles la guiaron hasta la hoguera, condenada por bruja y hereje. Hoy hay científicos que lo explican como consecuencia de una forma de epilepsia. Se desencadena una actividad eléctrica de las neuronas en algunas zonas del cerebro que dan lugar a voces que hablan. Porque la memoria de un sonido de una frecuencia puede generar tanto un acúfeno como una palabra o una conversación.

Tuve una paciente que decía que oía que lo llamaban Anselmo con insistencia. Le pregunté quién era Anselmo y me dijo que no tenía ni idea.

Tuve una paciente que decía que oía que lo llamaban Anselmo con insistencia. Le pregunté quién era Anselmo y me dijo que no tenía ni idea.

También hay vacíos cerebrales que se llenan con música. Son las alucinaciones musicales. Se dan en pacientes psiquiátricos, en ancianos, preferentemente de sexo femenino y con pérdida de audición. Se suelen desencadenar por el consumo de algún fármaco. La memoria es asaltada por una experiencia musical vivida.

Tuve una paciente que vino con indicación de uso de audífonos y  manifestaba oír música en forma permanente en su oído izquierdo. En general eran canciones conocidas. En su primera consulta me dijo que en ese momento estaba escuchando Che bella cosa, pero que a veces oía una que no conocía, cantada por un hombre. Ella se la tarareaba a otra persona y tampoco, porque era inédita. En su repertorio tenía el tango de Mariano Mores Adiós, otros de Edmundo Rivero  y también Detrás del arco iris,  de Julie Garlan. Dijo que le gustaría poder grabar un CD con todos esos temas.

Me pregunto si lo que escuchamos los oídos normales no será una gran alucinación inventada por el vacío de la nada de donde venimos y a donde vamos. @mundiario

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