Pequeñas cosas que nos rodean, a las que no damos importancia, que pueden reportarnos felicidad

Arcoiris. / Judith Muñoz
Arcoiris. / Judith Muñoz

Si nos fijáramos en ellas, al final de cada día veríamos la vida de otra forma y habría menos incapacidades permanentes y absolutas para la felicidad.

Pequeñas cosas que nos rodean, a las que no damos importancia, que pueden reportarnos felicidad

Si la incapacidad absoluta y permanente para la felicidad, con minúsculas, estuviera incluida en las prestaciones de la Seguridad Social, el sistema estaría arruinado. Naturalmente, sería imposible la cobertura si habláramos de FELICIDAD, con mayúsculas.

Permítanme una receta, tal vez un tanto inocente para algunos, que nos permitirá valorar las cosas pequeñas, sencillas, para convertir la incapacidad en capacidad.

Capacidad para apreciar la explosión de colores de la naturaleza en el milagro de la primavera, la recia y austera sequedad de los campos de Castilla en el verano, la melancolía de los bosques en el otoño y la desnudez natural y fría de los bosques en invierno.

Capacidad para disfrutar de los susurros de un arroyo de aguas limpias, del leve rumor de una fuente o del ímpetu sonoro de las olas.

Capacidad para meditar sobre el caprichoso vuelo de una hoja llevada por el viento de un lado a otro, en contra de su voluntad y sin conocer su destino.

Capacidad para  sentir la tonificante brisa de las mañanas, que nos despierta y empuja a la tarea de cada día.

Capacidad para meditar sobre la alegre y feliz libertad del humilde gorrión, buscavidas ejemplar, con sus alegres saltos en busca de lo que los humanos desechamos.

Capacidad para gozar del olor a mar cuando regresamos a casa tras varios días sin haberlo sentido.

Capacidad para ensimismarnos ante los inocentes juegos y las carreras de un niño que da sus primeros pasos y empieza a ser libre.

Capacidad para disfrutar de una lluvia mansa, tonificante, y para sentir la satisfacción de alcanzar un refugio que nos pone  a salvo de un chaparrón.

Capacidad para vivir la soledad con uno mismo, serenamente, sin miedo, sin ruido.

Capacidad para saborear las pequeñas cosas que suceden cada día a nuestro alrededor, en las que no solemos reparar, ninguna trascendental, pero que al final del día nos permitirán ver la vida de otra manera. Aprendamos  a observar con los ojos y con el alma, para descubrir cada día la grandeza de las cosas pequeñas.

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