¿Somos los gallegos una raza superior? ¿Será eso posible?

 Ocas  amaestradas de paseo por la Feria Medieval de A Coruña
Es difícil comprender a un gallego: hasta es capaz de amaestra ocas.

Ser gallego es algo distinto, algo que sobrepasa a lo humano, lo terrenal, pero que hace dudar si somos una raza superior o inferior, pero algo nos ocurre... ¿O no?

¿Somos los gallegos una raza superior? ¿Será eso posible?

Ser gallego es algo distinto, algo que sobrepasa a lo humano, lo terrenal, pero que hace dudar si somos una raza superior o inferior, pero algo nos ocurre... ¿O no?

Yo no sé si los gallegos somos una raza superior o inferior, si hemos evolucionado que alucinas o estamos en los albores de la creación, pero algo nos pasa con la comunicación, con en eso que llaman hablar.  Nosotros lo de la comunicación lo llevamos de una forma tan distinta al resto del mundo que a veces hasta creo que nos sobra como medio diccionario para entendernos.

Hasta he llegado a pensar que si hablamos lo hacemos pues para que los que vienen de fuera no se asusten, para que nos vean… como te diría yo, como normaliños, pero que algo nos sucede, bien lo sabe dios.

Un ejemplo

Mira, en cualquier parte del mundo, pero en cualquiera, hasta en el desierto del Mojave, si por ejemplo Luisa se separa de Juan, una persona empieza la conversación diciendo: «Pues supongo que sabrás que Luisa se separó, y es normal porque ella… » y entonces el tipo da todo tipo de explicaciones; y cuando ya ha realizado una exposición de dos o tres minutos sobre el asunto, su interlocutor le responde con otros tres o cuatro diversos argumentos. Lo normal.

Nosotros no, nosotros ya empezamos la conversación con «¡oes!, ¡oes!, ¡oes!, ¡oes!», que da lo mismo que con el que hables esté a dos metros que a tres kilómetros o en Nueva Caledonia; una intensidad le aplicamos al «oes» ese que supera pero en mucho la barrea del sonido.

Y cuando ya el otro se da cuenta de que estás porque ya vas por el trigésimo cuarto «oes», decimos: «Lo de Luisa…» Y nada más, pero es que nada más, con eso llega y basta, porque entonces tu interlocutor te contesta: «home… », y del «home» no se apea.

Un misterio

Y no me digas como, nos entendemos, comprendemos al instante el caso de Luisiña, como si lo hubiéramos vivido, como si lo que le hubiera pasado a la pareja estuviera gravitando, escrito en el aire, en el vacío, y que solo nosotros fuéramos las únicas personas del mundo mundial capaz de visualizarlo.

Y en ese estado de ingravidez mental, con un «enton ti crees…», un «pois claro…», un «bo» o un «era boa», captamos la esencia del problema entre miradas de reojo, muecas y poses como para escribir varios tratados sobre Comunicación no verbal: El caso gallego Tomo XXLLMIIV. Alucinante

Y la conversación y el entendimiento llega al clímax cuando comenzamos a reírnos sin parar y por el camino soltamos un «prea» o un «conachas», que esto ya es la repiroca, y ya para entonces, el caso de Lusiña está claro, pero claro de carallo. Increíble.

Únicos

Y si seremos educados, que si estando así con «preas» y «conachas», retorciéndonos la quinta intercostal, entra en el local un tipo de fuera… sin que nos lo pida, sin que nos pregunte, sin nada de nada, sin comerlo ni beberlo, así a bote pronto le soltamos frente a su careto: «Non se preocupe, son cousas nosas».

Y decimos «non se preocupe» con una naturalidad como si fuera lo normal. ¿Pero tú por un momento te imaginas ir, yo que sé, por Cáceres o Algeciras, entrar en un bar y que nada más franquear la puerta, sin darte tiempo a pedir nada te encuentres de frente con un tío que lo primero que te dice clavándote los ojos es «non se preocupe»? ¿realmente te lo imaginas?

Yo no; yo soy el tío, me dicen eso y lo primero que me sucede es que me transformo en el capo de la familia Genovesse, saco de revólver y dejo frita a toda la clientela. «Non se preocupe, non se preocupe»… joé, pero cómo no te vas a preocupar… de verdad que somos mucho. ¿A qué me entiendes?, home…

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