¿Somos conscientes de la ligereza con la que, en ocasiones, afrontamos algunos sucesos serios?

Bomberos y socorristas atienden a víctimas del atentado en Barcelona. / Twitter
Bomberos y socorristas atienden a víctimas del atentado en Barcelona. / Twitter.

Cada uno juzgará determinadas bromas, frivolidades y mentiras que se transmiten por procedimientos diversos con la ingenua colaboración de muchos.

¿Somos conscientes de la ligereza con la que, en ocasiones, afrontamos algunos sucesos serios?

Los atentados en Cataluña han puesto al descubierto, como suele suceder en situaciones similares, lo mejor y lo peor del ser humano. Solidaridad, emociones compartidas libremente expresadas y tantos otros sentimientos positivos.

No es mi intención tratar el complejo tema del yihadismo, pero  sí quiero referirme al odio que se genera cada día,  consciente o inconscientemente, con intención o por ligereza y frivolidad.

Obviamente, pongo por delante el derecho a expresar la opinión propia con libertad, derecho que  debe ejercerse con respeto, responsabilidad y conocimiento de las consecuencias que nuestras opiniones pueden tener en torno al tema del que se opina.

Algunos políticos y tertulianos de los medios de comunicación expresan sus opiniones sin tener en cuenta que hay cientos de miles de personas que formarán su propio criterio en función de lo que escuchen. En ocasiones, los juicios vertidos bajo el principio de la libertad de expresión, carecen del mínimo rigor, se emiten sin contrastar opiniones, sin escuchar a las partes y sin acudir a fuentes documentales que ilustren sobre la verdad de los hechos. Y, así, tejen teorías, crean biografías, especulan sobre causas y crean una maraña que puede inducir a la opinión pública a una peligrosa confusión. Da igual el tema de que se trate, hay que opinar sobre la actualidad, cualquiera que fuere -jurídica, política, sucesos, militar, literaria, social, económica,...-, como expertos.

Este fenómeno se extiende por mimetismo al resto de la sociedad, impulsado por la primacía de la opinión y la conciencia individual sobre  cualquier tipo de normas, costumbres o conductas –es decir, el relativismo imperante-, así como  por la frivolidad en forma de broma o chiste. Y  todos entramos en la rueda a través de twits, correos, whatsApp y similares, a través de  los  que, con demasiada frecuencia, se transmiten mentiras o inexactitudes o se tratan de forma banal cuestiones serias.

En ocasiones como la que comento, proliferan los contenidos racistas, políticos, xenófobos, antirreligiosos y similares, fomentadores del odio. Y el odio es una emoción peligrosa, que lleva adherida como una lapa su consecuencia más perniciosa: la venganza. Además, el odio lo auto alimenta quien lo siembra e, igualmente lo hacen crecer los grupos sociales a los que va dirigido, con lo cual, su consecuencia, el afán de venganza, se exacerba.

Merece la pena hacer uso de un cierto comedimiento cuando hacemos uso de la libertad de expresión.

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