La sociedad de la comunicación ha creado la paradoja de la incomunicación

Pantallas de televisión.
Pantallas de televisión.

La comunicación personal, transmitir emociones, sentimientos e información, es algo más que palabras, porque hablamos con todo el cuerpo, recuerda este autor.

La sociedad de la comunicación ha creado la paradoja de la incomunicación

La comunicación personal, transmitir emociones, sentimientos e información, es algo más que palabras, porque hablamos con todo el cuerpo, recuerda este autor.

La sociedad de la comunicación ha generado la paradoja de la incomunicación, paradoja entre las paradojas. Son muchas las parejas  que se llevan fenomenal: no discuten porque no hablan.

Observemos cualquier espacio público -¿sucederá lo mismo en el ámbito de la intimidad?- y veremos a personas ensimismadas ante una “tablet” o un teléfono móvil, manejando hábilmente los dedos de ambas manos, para detenerse durante un instante, hacer un gesto de alegría, sorpresa o disgusto y continuar escribiendo febrilmente, para repetir el proceso y gestualizar la impresión producida por lo que acaba de leer. Se ha llegado al extremo de  utilizar imaginativas abreviaturas -de las que existe un diccionario de significados. Aún más, la comunicación se ha simplificado mediante meros “gestos” –ya saben, los emoticonos-, en un viaje de  ida y vuelta a nuestros antepasados.

¡Qué decir de las redes sociales! Además de emoticonos y abreviaturas, se utiliza la imagen como panacea, para dar la razón a los que pensaron que una imagen valía más que mil palabras.

Nos han creado una nueva clase de amigos, los virtuales, con los que, en más ocasiones de las deseables, se entabla una relación superflua que a nada conduce. Nos invitan a buscar amigos en una lista aleatoria, nos felicitan en el cumpleaños personas desconocidas, nos invitan a eventos en los que no tenemos ningún interés, se cambian los “perfiles” en busca de un imposible cambio de personalidad, se “actualiza” la imagen, se pide o confirma una amistad con solo apretar un botón, y esos supuestos amigos cuentan cosas que no nos interesan. Incluso, cuando hay contacto personal – como en las reuniones en torno al botellón-, los jóvenes hablan con el silencio y con el vaso que sostienen en la mano.

No me gustaría que alguien sacara  la conclusión de que soy un troglodita anclado en el pasado y enemigo de las llamadas nuevas tecnologías; eso sí, tengo mi propia opinión, como la mayoría de los lectores, sobre lo que debe ser la comunicación. La comunicación personal es algo más que palabras, porque hablamos con todo el cuerpo: la voz, los ojos, las manos, el tono, el tacto, los gestos, las pausas, los silencios, tan  elocuentes.

Esta actual y frecuente forma de comunicación supone renunciar a una parte importante de las herramientas de que dispone el ser humano para transmitir sentimientos, emociones e información, y llegar a la trivialización de las relaciones personales, a una comunicación pobre, intrascendente; en resumen, a la incomunicación y a la soledad en compañía.

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