Ser mujer y querer pasarlo bien parece que se está volviendo incompatible

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Mensaje ante la violencia.

Algunos individuos aprovechan su oportunidad para sacar su lado más animal, más primitivo y embisten contra nuestra dignidad.

Ser mujer y querer pasarlo bien parece que se está volviendo incompatible

Hace muchos años, siendo adolescente, caminaba por la acera en compañía de una amiga (recuerdo que, ese día, llevaba puesta una minifalda y una camiseta de tirantes). Íbamos entretenidas, charlando animadamente de lo que estaba por ocurrir durante aquella radiante tarde de verano. Habíamos quedado con nuestra pandilla para ir a la playa y nos disponíamos a pasar unas horas de risas. De pronto, oí como un vehículo  que venía por nuestro lado de la carretera aminoraba la marcha. Pensé que querían preguntarnos algo. Entonces, el hombre que ocupaba el asiento del acompañante sacó el brazo por la ventanilla y, sin venir a cuento, me dio un palmetazo en el trasero al tiempo que farfullaba una sarta de groserías. Fue un golpe seco, con la mano abierta e invasiva, certero como un disparo. El conductor, acto seguido, pisó el acelerador y desaparecieron los dos envueltos en una nube de humo mezclada con escandalosas carcajadas. Me quedé confundida y paralizada. Sentí, en esos momentos, una mezcla de indefensión y desamparo. De miedo. Para mí, aquello no era una broma. Alguien había cruzado, sin permiso, los límites de mi ser. Alguien, un hombre desconocido, se había atrevido a tocar una parte de mi cuerpo simplemente por el hecho de ser joven y mujer. Comencé a preguntarme qué habría pasado si aquel coche se hubiese parado y la puerta se hubiese abierto. Si aquel cobarde no se hubiese contentado con un cachete. En fin, si aquel asalto a mano armada hubiera ido a más. Mi amiga intentó animarme y retomamos nuestro camino hacia la playa, hacia nuestra tarde de mar y arena, pero el día había acabado para mí. Sobre aquella acera se quedaba ya, para siempre, un buen pedazo de inocencia, de desconfianza, de asco también.

Hace algunos días, los organizadores del festival de Bråvalla, uno de los principales eventos musicales al aire libre en Suecia, han anunciado que suspenden la edición del 2018 debido a varias denuncias por vejaciones sexuales y violaciones este año. Y aquí, en España, se han interpuesto varias denuncias por abusos y tocamientos durante los sanfermines. Ser mujer y querer pasarlo bien parece que se está volviendo incompatible.

Amparados en el poder que otorga la masa, la juerga y el anonimato, algunos individuos aprovechan su oportunidad para sacar su lado más animal, más primitivo y embisten de un modo salvaje contra nuestra dignidad. Estas sí se han convertido en encerronas  tradicionales. Después de cada una de ellas, sobre las aceras de Pamplona, estoy segura de que no solo queda mucha basura por barrer, sino también despojos de angustia, rabia y autoestima. Las de estas mujeres que, efectivamente, se encontraron frente a frente con una manada de bestias. Y no fueron los toros, precisamente.

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